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Si miramos la clasificación de la temporada pasada al revés, cinco de los siete equipos que llevaban dos meses arañando puntos para lograr la permanencia decidieron un buen día agitar su banquillo en busca de una reacción. Lo hizo primero el Huesca, le siguió el ... Celta, que insistió hasta encontrar en Fran Escribá al técnico ideal para huir del pozo, más tarde fue el Villarreal el que rizó el rizo con una decisión inusitada –rescatar cincuenta días después al entrenador cesado, Javier Calleja– que acabó por sacarle a flote, y en última instancia fue el Rayo el que perdió los nervios y se apuntó a una fórmula que no es garantía de éxito.
Todos ellos perseguían un golpe de efecto que les sacara de una mala dinámica. Solo Levante, Girona y Real Valladolid optaron por apretar los dientes y confiar ciegamente en sus técnicos. En su apuesta de agosto. En aquellos que mejor conocían el vestuario. En el caso del Levante, en el hombre que le salvó de la quema un año antes al sumar 22 de los 27 puntos posibles en el tramo final de la temporada tras tomar el relevo dejado por Muñiz. En el caso del Girona, la marcha de Machín llevó al club catalán a apostar por Eusebio Sacristán después de tres campañas en la Real Sociedad.
Por último, el ejemplo del Valladolid. Nadie tuvo dudas de que era Sergio González el mejor preparado para salvar al equipo. Ni siquiera en los peores momentos después de arrastrar siete derrotas y dos empates en diez jornadas. Y sin embargo fue él mismo el que decidió dar ese golpe de timón en el mes de abril. Había cierta sensación de bloqueo en la plantilla, así que ni corto ni perezoso fue Sergio el que un buen día entró en el vestuario y anunció la buena nueva. '¡Chicos, hay cuerpo técnico nuevo!', espetó a sus jugadores ante la sorpresa de todos.
¿Por qué no? «En lugar de tener un técnico nuevo de fuera, por qué no montamos nosotros mismos ese escenario», reconocía a este diario la misma semana en la que el Valladolid recibía al Getafe, revelación de la liga. «La idea», proseguía, «es pensar que no nos conocemos. Empezar de cero pero siendo nosotros los protagonistas sin tener que buscar un entrenador fuera». Se trataba de cambiar el escenario siendo el mismo. Modificar hábitos, situciones, escenas,... Hasta Sergio optó esa semana por cambiar el hotel de concentración.
La plantilla alucinaba. Se les estaba presentando uno por uno un entrenador que llevaba nueve meses entrando por la misma puerta del vestuario.
El otro Sergio sembró aquel día. Principios de abril. Justo en la semana en la que cumplía un año desde su llegada a Valladolid. Y en las semanas sucesivas fue recogiendo el fruto de aquel golpe de efecto. Desde entonces, tres victorias (Girona, Athletic y Rayo), y dos empates (Getafe y Alavés) por tan solo una derrota, la sufrida injustamente en campo del Atlético de Madrid. Once puntos de quince posibles convirtieron en realidad lo que poco antes parecía inalcanzable.
Sus números en estos casi veinte meses que lleva en Zorrilla (y que le han valido para renovar su contrato hasta junio de 2022) le ponen en el camino de algunos de los entrenadores más grandes que ha tenido el Real Valladolid en su historia moderna. Si tenemos en cuenta en qué condiciones asumió el cargo hace un año y medio –lejos del 'playoff' de ascenso– y en qué contexto dirigió oa pasada temporada al vestuario con el presupuesto más bajo en plantilla, podemos llegar a la conclusión que, aun estando lejos en números, Sergio González puede sentarse a la mesa con técnicos como Mendilibar, Djukic o Vicente Cantatore, leyenda blanquivioleta. Probablemente no comería lo mismo que ellos pero sí se ha ganado el derecho de compartir mesa y mantel.
Su tarjeta incluye 8 victorias, 2 empates y 2 derrotas en Segunda; y 14 victorias, 17 empates y 22 derrotas entre la pasada temporada en Primera y los quince partidos que se llevan diputatos de esta, lo que le concede un bagaje de un 33,8% de victorias en liga desde que se sienta en el banquillo de Zorrilla. O lo que es lo mismo, puntúa en seis de cada diez partidos que disputa (63%).
En ese camino nos topamos con un Djukic que cerró su etapa blanquivioleta con un 42,5% de victorias en los 80 partidos (34 triunfos) que dirigió al Real Valladolid en sus dos campañas –una en Segunda División–, puntuando en siete de cada diez encuentros (71%).
En el segundo peldaño de ese Olimpo no se mueve Mendilibar, que en sus cuatro campañas en Valladolid (2006/10) dirigió un total de 138 partidos –ascenso vertiginoso incluido– con un balance de 52 victorias, 38 empates y 48 derrotas. Esto supone un 37,6% de victorias y un 65% de partidos en los que puntuó.
En lo más alto, probablemente por los siglos de los siglos, continúa don Vicente Cantatore que en cuatro temporadas llevó al Real Valladolid a Europa en dos ocasiones, con un bagaje en liga de 152 partidos con 62 victorias, 35 empates y 55 derrotas, lo que se traduce en un 40% de victorias y 64% de partidos puntuados.
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