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Kiko Olivas se prepara para rematar de cabeza el balón que acabaría en gol. Cristina Quicler-AFP

La segunda unidad del Real Valladolid da otro pasito hacia el objetivo

El equipo blanquivioleta, que sale bien librado de su 'Tourmalet' particular (Atlético, Getafe y Sevilla), se adelantó en la primera parte con gol de Kiko Olivas y solo claudicó por un penalti inexistente

Sábado, 27 de junio 2020, 00:11

Si sólida se ha demostrado la primera, la segunda unidad del Real Valladolid ha vuelto a mandar un mensaje de consistencia y máxima fiabilidad al arañar un nuevo punto en campo del cuarto clasificado en una semana que anunciaba curvas con ascensiones de primera categoría ( ... Atlético, Getafe y Sevilla).

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El equipo de Sergio salda de esta forma con nota su particular 'Tourmalet' en un partido que tuvo de cara durante muchos minutos tras el gol de Kiko Olivas y en el que solo claudicó en la recta final por un penalti inexistente que solo vio el colegiado Pizarro Gómez. Con el punto conseguido, el Valladolid se va a los 35 puntos y le saca ya nueve al descenso.

Sevilla FC

Vaclik; Jesús Navas, Koundé, Diego Carlos, Escudero; Fernando (Jordán, minuto 46), Banega, Vázquez, Ocampos (López, minuto 90+1), Munir y De Jong (Suso, minuto 46).

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Real Valladolid

Masip: Antoñito, Kiko Olivas, Javi Sánchez, Raúl Carnero; Hervías (Plano, minuto 75), San Emeterio, Míchel (Kike Pérez, minuto 75), Waldo (Nacho, minuto 69); Ben Arfa (Alcaraz, minuto 59) y Miguel (Ünal, minuto 75).

  • goles: 0-1 (minuto 25): Kiko Olivas. 1-1 (minuto 81): Ocampos.

  • árbitro: Pizarro Gómez, manchego adscrito al colegio madrileño. Amonestó a Fernando, Koundé, Vázquez y Lopetegui por los locales, y a Hervías y Javi Sánchez por los visitantes.

  • incidencias: Jornada 32ª disputada en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán sin público en las gradas.

Si en el Metropolitano fueron nueve los cambios propuestos de inicio, en Sevilla no fue distinto y entre las novedades destacó sobremanera la apuesta por una dupla Ben Arfa-Miguel en la punta de ataque.

El técnico prometió al menos una oportunidad para el franco-tunecino y el bajón de Guardiola, unido al agotamiento de Ünal y al expediente X de Sandro, le hicieron un hueco en su pizarra por delante de Míchel y un paso por detrás del canterano. No hizo falta que tocara el primer balón para que la presencia de Ben Arfa se entendiera como un examen final. Es el sino de los artistas. Puerta grande o enfermería, y en este caso si no llegó a cornada fue solo por centímetros.

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La puesta en escena puso en el tapete un equipo aseado atrás, mucho más coordinado como es habitual cerca de su área que de la contraria, y sin ninguna sensación de peligro ni amenaza para el Sevilla. Cómodo en su propuesta, el conjunto de Lopetegui fue poco a poco ganando metros al Valladolid hasta encerrarlo en su campo. Ocampos fue quien primero avisó, primero con un disparo raso que rozó el palo derecho de la portería de Masip y seis minutos después con un remate inverosímil a centro de Navas que se estrelló en el larguero.

En veinte minutos no hubo señales blanquivioletas y, ante la falta de posesión y un control de balón que apenas duraba dos pases, tuvo que ser una acción a balón parado la que rompiera el partido. Una falta aparentemente sin peligro ninguno que Míchel se encargó de poner en la cabeza de Kiko Olivas quien, ante la salida de Vaclik, le rebasó por arriba.

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El gol dejó noqueado al cuadro hispalense y reforzó en su idea a los de Sergio, que entonces sí encontraron tímidamente el camino para conectar con Ben Arfa en la mediapunta y con un Hervías enchufadísimo. El riojano se ofreció, lo intentó, desbordó y llegó hasta la línea de fondo todas las veces que no lo hizo en partidos anteriores, convirtiéndose en pesadilla para Escudero. Con el marcador y el viento a favor solo se echaba en falta que Miguel, islote arriba, bajara algún balón al piso para buscar una segunda jugada que pusiera la puntilla.

Se había ganado los vestuarios con nota pero aún faltaba apretar los dientes para aguantar los arreones de un Sevilla que guardaba más artillería en el banco.

Recostado en un bloque mucho más bajo que en la primera parte, el Valladolid salió bien librado de una embestida inicial que dejó un aviso con el tanto anulado por milímetros por fuera de juego de Munir.

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Sergio no esperó a que hubiera otro susto y optó por ponerle su sello a una victoria de autor. Primero retiró a Ben Arfa para dotar de mayor consistencia al centro del campo con la salida de Alcaraz y diez minutos después dobló el lateral en banda izquierda –Nacho por Waldo– que tanto buen resultado le dio en Leganés.

Aún faltaba un tercer movimiento más enfocado a insuflar oxígeno con un triple cambio a quince minutos del final que resultó agua en el desierto.

Ya en el tramo final y con el partido bien atado, el resultado solo podía volar producto de una acción aislada o una decisión controvertida de las muchas que han alimentado la confusión en esta nueva normalidad postconfinamiento. Incapaz de crear peligro a excepción de las internadas de Jesús Navas, fue el árbitro quien aportó su granito de desconcierto a este nuevo fútbol al sancionar con penalti unas manos inexistentes de Javi Sánchez que el VAR no pudo rectificar por tratarse de interpretación del colegiado manchego.

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Con empate en el marcador, aún le quedó al partido una fuga que a punto estuvo de aprovechar Alcaraz en una mano a mano dentro del área que Vaclik despejó a córner. Un disparo raso de Ünal que puso a prueba al meta local cerró el partido con reparto de puntos.

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