Larin, el Real Valladolid y la emoción
«Sus goles son goles efectivos, de los que suman tres puntos, aunque no desencadenen chorros de lágrimas y sonrisas»
Santiago Hidalgo
Valladolid
Miércoles, 29 de marzo 2023, 19:47
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Santiago Hidalgo
Valladolid
Miércoles, 29 de marzo 2023, 19:47
En lo que hablamos del «fracaso» en dos partidos del actual seleccionador nacional, un entrenador aupado a la máxima potencia de las críticas ya que le dan cera las tres Españas: la del Barcelona, la del Madrid y el resto. En lo que no ... olvidamos la crisis institucional de un campeonato y una competición muy dañada por torpedos de inmersión, en lo que estamos con esto… no comentamos nada del encuentro del Real Valladolid en Madrid. Es lo que tiene la información. Es capaz de fagocitar u ocultar cualquier cosa. Hasta el iceberg del Titanic a plena luz del sol. Hasta un acto en campaña electoral.
Algo sí que ha salido. Olor a triunfos pretéritos. Viejas victorias y recuerdos de jóvenes veteranos que vuelven a la actualidad por unos días. Imágenes que suelen repetirse cada quinquenio más o menos. Otros años no hubiéramos llegado al jueves sin haber publicado alguna reseña más que apuntara hacia la casa blanca. Tal vez es que no se tenía mucha esperanza en este encuentro y se han hecho únicamente alusiones en pasado. Sin embargo, esos dos goles nocturnos, premeditados y alevosos de nuestro delantero Cyle Larin a la Honduras, que no es precisamente la Honduras de Gilberto Yearwood y Madariaga, han hecho que el árbol vuelva a removerse. Que se pueda volver a creer. Siempre digo que los goles a favor sientan bien en el desayuno porque luego alimentan todo el día.
Larin es un autómata. Un ciclón. Un Schwarzenegger, pero en negro. Hace los goles como el churrero de la churrería de al lado de mi casa fabrica las porras. Un voy, juegos dos partidos, marco tres perillos y me voy a la ducha. Un soldado ejemplar que algunos dicen que no se ríe lo suficiente. Parece que lo hiciera sin emoción, sin pasión o solo por el deber cumplido. Es como si los goles fueran obra de la Inteligencia Artificial. Les falta pasión, pero no oficio ni exactitud. Suben al marcador y son goles, señora, son goles efectivos de los que suman tres puntos, aunque no desencadenen chorros de lágrimas y sonrisas.
Decía Antonio Machado que sólo recordaba la emoción de las cosas y olvidaba todo lo demás. Y sin embargo, dos caracoles de Larin en el Bernabéu, los marque como los marque y los celebre como le dé la real y santa gana, serán siempre recordados por los siglos de los siglos. Amén. Varios quinquenios después alguien le llamará a su fría residencia de Canadá llena de nieve, osos polares y alces, para rememorar que ese día el Real Valladolid obró un gran partido y que ese encuentro sumó para su causa a las dos Españas, la blanquivioleta (menos los merengues ocultos) y la del Barcelona antimadridista. Y durante esa jornada y las siguientes no se habló ni de seleccionadores condenados injustamente a priori ni de competiciones cuestionadas. Solo del gol de Larin.
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