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Sangre blanquivioleta en las venas
'Testigos' del nacimiento del Real Valladolid ·
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'Testigos' del nacimiento del Real Valladolid ·
Los bisnietos del fundador del club, que guardan como tesoros cientos de documentos de los orígenes, se reunieron en Miranda de Ebro para apoyar al equipoHubo un tiempo en que no era necesario importar mecenas que soportaran económicamente proyectos tan ambiciosos como, por ejemplo, el que nació en junio de 1928. Por entonces hubo que acordar un primer presidente de consenso, vallisoletano por supuesto, para que los dos clubes fusionados, Real Unión y Español, aceptaran las condiciones del bautizo. Las raíces importaban casi tanto como el apellido, y las de Pedro Zuloaga estrenaron una lista presidencial en la que Ronaldo Nazário ocupa el puesto 27º y que no conoce vallisoletano en los últimos treinta años. Andrés Martín lo era –fue el último en 1992–, también su antecesor Gonzalo Gonzalo, y en esa misma línea un buen número de apellidos ilustres vinculados a la ciudad por su respaldo a no pocas causas, no necesariamente vinculadas al mundo del fútbol. Si cambiamos de siglo y nos retrotraemos a la fundación del club, la figura de Santos Rodríguez Pardo fue para la ciudad mucho más que la de un mecenas y presidente de su equipo de fútbol. Su actividad trascendió mucho más allá, implicado como estuvo con colectivos tan relevantes en la época como el Círculo de Recreo, la Coral Vallisoletana o el Club Ciclista Valladolid, entidades que presidió y que compaginó con negocios de éxito como la fábrica de chocolates San Antonio o la venta de juguetes y cartones.
Involucrarse hasta el tuétano en todo lo que afectaba a la ciudad formaba parte de su personalidad, de ahí también que desempeñara funciones de concejal durante nada menos que tres legislaturas. Las páginas de El Norte recogieron en aquellos años la mayor de sus satisfacciones como edil en el ayuntamiento, que no fue otra que cambiar los tranvías de tracción animal por los eléctricos.
«Era buen dialogante y por eso tuvo éxito en los negocios», explica hoy Álvaro Pérez Villanueva, uno de sus muchos bisnietos y uno de los pocos que siguen luciendo con orgullo los colores blanco y violeta cada vez que tiene oportunidad. La última, este domingo en Miranda de Ebro, donde sufrió como el que más en compañía de su hermano José Luis, desplazado desde Madrid, y de su hijo Rodrigo –tataranieto del fundador que, por culpa de la pandemia, debutaba en las gradas con la camiseta blanquivioleta–. «Hay equipo para ascender, personalmente creo que que es la mejor plantilla de Segunda. Ahora bien, eso hay que demostrarlo en el campo», apunta Álvaro, perfecto conocedor de los orígenes y los primeros capítulos en la historia del Real Valladolid por los cientos de documentos que cuidadosamente guardó su abuela, y que no hace tanto salieron a la luz en el domicilio familiar. «Llevaban años en un baúl y un buen día de 2015 decidimos ponernos a clasificarlos». El valor que tiene lo que salió de ese baúl es incalculable, y no solo para cualquier buen aficionado o el propio club, con el que ningún miembro de la familia ha tenido contacto en los últimos 70 años –los que se cumplen en este 2022 desde la muerte de su fundador–.
Escritos, fotografías de la época, un puñado de cartas, alguna tan elocuente y hasta emocionante co mo la remitida desde la embajada de Chile a la muerte de David Arellano, fichas, contratos de jugadores, alguna que otra petición de cesión de jugadores, como la enviada por el Real Madrid a cambio de 6.000 pesetas,... el informe que refleja las deudas con las que llegaron Real Unión (21.510 pesetas) y Español (26.200) a la fusión. «Algunos jugadores acudían a casa a cobrar las primas», señala Álvaro.
Joyas que en cualquier otra ciudad descansarían en un museo, y que en este caso han venido acumulando polvo y añoranzas sin que nadie mostrara el más mínimo interés.
Conocida es la carta publicada por El Norte el 25 de marzo de 1928, en la que el propio Santos Rodríguez Pardo tiende la mano y se presta a interceder en la fusión entre el Real Unión y el Español –paso previo al nacimiento del Real Valladolid–, pero hasta la fecha nada se sabía del escrito que envió Ángel Cuadrado, presidente del Español, alentando y reconociendo lo positivo de la operación. «El único medio de que podamos tener una figura visible en el fútbol nacional es la unión de todos los aficionados bajo una sola insignia (sic)», reza un extracto de la carta.
Asiente el propio Álvaro, bisnieto del fundador, al leer algunos de los documentos. «Él era muy vallisoletano, de hecho ya antes de 1928 quiso que se produjera la unión entre ambos clubes pero las directivas no querían. Por eso cuando se alcanzó el acuerdo se echó a un lado y hubo que buscar una persona de consenso que fuera presidente», explica. Esa persona fue Pedro Zuloaga Mañueco. «Un año después le reclamaron para tomar el mando. Es curioso porque su vinculación con el club fue más allá de la temporada en la que lo presidió. Su primer objetivo, consolidarlo, llegó pronto, pero su verdadera ilusión fue ver al Valladolid en la máxima categoría antes de morir. Él muere en el año 52, y en la temporada 47-48 pudo disfrutar del ascenso a Primera del que guardamos recuerdo con la firma de todos los jugadores y entrenador de aquella plantilla», explica el bisnieto, sin ocultar el orgullo que siente por todo lo que logró su bisabuelo, estudiante del colegio San José, licenciado y doctor en Derecho, y un enamorado del deporte –aficionado también al patinaje y la pelota a cesta– y de todo lo que tenía que ver y afectaba a su ciudad.
No deja de ser un detalle más, pero basta recordar la primera decisión que tomó en el nacimiento del club como ejemplo de la pasión que sentía por su ciudad: Santos Rodríguez Pardo pidió que se escribieran las bases de la fundación del Real Valladolid en color violeta.
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