Cerrado, denso, trabado, trabajado, peleado, disputado. Si el Getafe está en el campo, prepárese para una ristra de adjetivos en las antípodas del 'jogo bonito'. Es más, el equipo que dirige desde el banquillo el alicantino José Bordalás siempre es definido como rival incómodo, ... una etiqueta empleada tanto para elogiar como para tratar de denostar la propuesta de un técnico enamorado de la cultura romana y que se da un aire, sobre todo en lo hierático a Harold Lloyd, pero sin canotier. Un técnico que saca petróleo de su plantilla y al que se le acusa de proponer un fútbol de presión alta y poco preciosista, pero al que es injusto tildar de defensivo, como demostró ayer en el minuto 64, cuando sacó al campo a Jorge Molina por Nyom, con lo que sumaba un tercer delantero para su ataque.
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Pero no le sirvió de nada. El Real Valladolid lució más que su rival en la segunda parte, mereció incluso más, pero tuvo que conformarse con el suma y sigue del noveno empate en casa, un resultado que se da por bueno sobre todo teniendo enfrente a los de Bordalás, tan incómodos y tan necesitados de puntos en su carrera por asegurarse una plaza en Europa para la temporada que viene –solo ha logrado dos puntos de doce–. Y con el handicap de temperaturas por encima de los 30 grados durante todo el partido y con el cansancio acumulado del cuarto encuentro en apenas diez días. La permanencia matemática aún no ha llegado, pero se la espera.
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