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No reacciona el enfermo, que ocho semanas después no solo sigue en la UCI sino que apenas da síntomas de poder salir de planta a corto plazo. Su organismo no responde al tratamiento, sin señales ni defensas que inviten al optimismo, y las jornadas pasan ... sin que haya atisbo de mejoría. En Villarreal tampoco dio ese paso adelante que requiere la situación, y sus únicas constantes vitales llegaron cuando estaba todo perdido. Con 2-0 y un once renovado tras los cuatro cambios ordenados por el técnico.
El escenario que se le presenta a Sergio no puede ser más desilusionante, decepcionante para un Real Valladolid que sigue sin ganar en esta temporada. Cuatro derrotas en los cinco últimos partidos y 3 puntos de 24 posibles.
Unos días por 'h' y otros por 'b', la historia se repite y empieza a cansar, y también a desgastar la figura del técnico. Esta vez no fue 'h' ni tampoco 'b', y sí una defensa que no deja de hacer aguas en cada partido.
Lo que se anunciaba un examen final para el técnico y reválida para el vestuario llenó aún más de dudas, si es que eran pocas, el zurrón blanquivioleta. Sobre todo sin fútbol pero además sin carácter, alma ni orgullo propio, este Valladolid de Sergio es lo más parecido al Valladolid de Luis César desde que el primero relevó a este último. Aquel era todo generosidad atrás; este es espléndido. No solo ha dejado de morder como hacía hasta no hace mucho, sino que ahora basta un leve soplido para mandarle a la lona.
Villarreal CF
Sergio Asenjo; Gaspar, Albiol, Pau Torres, Pedraza (Estupiñán, minuto 67); Chukwueze (Kubo, minuto 67), Iborra, Trigueros, Moi Gómez; Gerard (Pino, minuto 83) y Paco Alcácer (Baca, minuto 83).
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Real Valladolid
Masip: Luis Pérez (Hervías, minuto 46), Joaquín, Bruno, Raúl Carnero; Míchel (Kike Pérez, minuto 78), Alcaraz, Orellana, Óscar Plano (Toni, minuto 78), Waldo (Marcos André, minuto 46), y Weissman.
goles: 1-0 (minuto 21): Chukwueze 2-0 (minuto 37): Pau Torres.
árbitro: Alberola Rojas, del comité manchego. Mostró cartulinas amarillas a Gaspar por los locales, y a Joaquín, Alcaraz y Raúl Carnero por los visitantes
Incidencias: Octava jornada de Primera División disputada en el estadio de La Cerámica, sin público en las gradas.
Sergio volvió a los clásicos en el estadio de La Cerámica. Al menos lo que le permitieron las circunstancias porque sin enfermería ni sanciones mediante, Guardiola hubiera ocupado muy probablemente la punta de ataque y Nacho la banda izquierda. Lo que queda de su guardia pretoriana no fató a la cita, incluido Masip, que recuperó su puesto en la misma portería en la que detuvo un penalti vital para sumar tres puntos hace dos temporadas. Míchel, al que creíamos castigado, regresó para formar dupla con Alcaraz en el centro del campo, mientras que Óscar Plano ocupó el sitio que muchos creían propiedad de Toni Villa en este arranque de competición. Cuando la clasificación ahoga, el resultadismo entra por la puerta y el romanticismo salta por la ventana. En ese contexto, el madrileño ofrece una labor de contención y solidez defensiva que no reporta el murciano. La presencia de Chukwueze en banda derecha jugó en contra de Toni. ¿La imaginación? Ese grifo, cerrado hasta la fecha, le correspondía abrirlo a Waldo en banda y a Orellana entre líneas.
La guinda a esta revisión de los clásicos lo puso el sistema, un 4-4-2 camuflado, con Waldo y Plano jugando a pierna natural. Aseguraba el técnico con este once repliegue y líneas juntas para reducir espacios a la movilidad Villarreal y por otro lado reforzaba el compromiso, fuera de toda duda, en una semana de cuchillos largos con Sergio en la diana.
Ese orden que se le presuponía al Valladolid le duró exactamente veinte minutos. Los que tardó el equipo de Emery en encontrar el primer desajuste en la zaga blanquivioleta. Esta vez no llegó por el centro y sí en banda, en un balón sin aparente peligro que Pedraza ganó, primero ante Míchel y después a Luis Pérez, para poner en el área y encontrar a Chukwueze libre de marca en el punto de penalti. El disparo del nigeriano dejó helado a Masip y también al equipo de Sergio, que sin apenas entrar en juego se topó con el gol de media que recibe cada jornada.
Tocaba volver a remar. Esta vez no hubo accidente ni mala fortuna. El gol no tuvo nada de fortuito y sí producto de la calidad del rival, en este caso de la profundidad letal de Pedraza que, por momentos, hizo recordar la contundencia que proporcionaba Moyano.
No iba a ser la última vez que se echó en falta tiempos mejores. Tampoco la última que iba a sonrojar el Villarreal a la defensa visitante. Ni un cuarto de hora tardó en volver a destripar una de las zagas más generosas del campeonato. Lo hizo al botar su tercer saque de esquina, y en una acción de estrategia que Alcácer peinó hacia atrás desde el primer palo para que Pau Torres, libre de marca en el centro del área pequeña, empujara al fondo de la red. Si alguien tenía alguna duda después de siete jornadas, bastaron dos incursiones del submarino amarillo para confirmar la definición del problema. ¡Una verbena! Dos fogonazos y línea de flotación hundida.
No necesitó el Villarreal de carga pesada. Bastó el fuego de artificio para dejar los tres puntos vistos para sentencia. Le sobró, incluso, el segundo capítulo. Al que no le debía sobrar era al Valladolid. Sin juego ni argumentos, al menos debía servir para demostrarle a sus aficionados que el vestuario está con su técnico y no con el que está por venir.
Obligado a agitar el árbol, mucho antes de lo que suele ser habitual en él, el técnico movió ficha al descanso y salió con Hervías y Marcos André para tratar de inquietar si quiera la portería de un inédito Asenjo. La declaración de intenciones, al menos, quedó patente en los primeros cinco minutos con dos llegadas con más intención que peligro real. La amenaza ya no le hacía falta pero la seguía poniendo el equipo de Unai Emery, que en su primer amago en la reanudación vio cómo el árbitro anulaba el tercero por empujón de Gerard Moreno sobre Joaquín en un saque de falta lateral.
En el otro bando, lo más parecido a una ocasión de gol respondió a una internada de Marcos André que murió en manos de Sergio Asenjo tras un remate cruzado de Weissman, que no vio la llegada de Orellana.
Quedaba media de hora de juego por delante y lo más doloroso fue comprobar que sobraron veinticinco minutos. Con el resultado ya decantado en favor de los locales, las ocasiones llegaron fruto de acciones aisladas en una y otra portería. Gerard pudo poner la puntilla a la contra pero su disparo se fue fuera (minuto 80); también la tuvo Kubo pero Masip tapó bien en el mano a mano (84); y en los instantes finales el Valladolid mandó dos disparos al palo, primero Kike Pérez en un lanzamiento desde fuera del área y poco después Marcos André en una buena maniobra que mereció el gol y que sin embargo repelió el poste.
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