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El pésimo comienzo de Liga ha lastrado de tal manera al Real Valladolid, que los responsables técnicos vieron en el partido ante el Cádiz el momento ideal para desterrar de la mente de los jugadores la obsesión de dejar la portería a cero. Ha costado ... 16 jornadas, lo que es mucho, pero lograrlo empezaba ser tanto una urgencia como una necesidad imperiosa. Cuando el futbolista comprueba que todo lo que hace acaba valiendo de poco en la consecución de un objetivo, tiende a cambiar de sitio la meta. Y el Real Valladolid no puede entrar en la dinámica de encajar siempre por la sencilla razón de que no posee la suficiente potencia de fuego como para disponer de media docena de ocasiones a lo largo de un encuentro.
El caso es que ante los de Álvaro Cervera el Real Valladolid solo concedió una ocasión clara, y fue el disparo de Espino con el tiempo de prolongación agotándose. La parada de Masip al Choco Lozano se hubiera anulado por fuera de juego en caso de que hubiera acabado en gol, y solo cabe sumar como proyecto de ocasión la que sacaron al alimón Masip y El Yamiq ante el hondureño en la segunda mitad, pero que no queda reflejada ni como disparo a portería porque el marroquí puso el pie para despejar el balón.
Sabido es que el Cádiz es un equipo que no quiere el balón. No lo ha querido nunca desde que Álvaro Cervera es su entrenador. Y sabido es que es el equipo con menos posesión de la Liga. Su forma de jugar se basa en defender igual de bien que lo hacía el Real Valladolid el primer año en Primera con Sergio y llegar al área rival lo más rápido posible con extremos rápidos como Alejo, Pereda o Salvi y delanteros con talento y capacidad de jugar de espaldas o de frente en función de las necesidades del equipo.
Y ese era el plan que queria desactivar Sergio. Y lo logró, aunque fuera a costa de crear poco peligro y de convertirse en un conjunto bastante previsible.
Las decisiones de Sergio fueron ayer muy cuestionadas en las redes sociales por algunos aficionados, que no terminan de entender algunas decisiones del técnico. La de jugar con dos delanteros pero sin gente que llegue a la línea de fondo para aprovechar la debilidad rival en el juego aéreo es una de ella.
El caso es que esa afirmación tampoco se sutenta en la realidad.
En el planteamiento del encuentro, y se vio en la primera jugada, la idea era que Guardiola cayera a la banda, la que fuera, para crear superioridad en esa zona y permitir las llegadas de Carnero o de Hervías aprovechando que Orellana y Plano tienden a buscar el centro. Ese movimiento buscaba desestabilizar la segunda línea de defensa del Cádiz. Pero las cosas no siempre salen como se planifican.
Con todo, y eso se ha resaltado poco, el movimiento táctico de Sergio retirando a Weissman y Orellana para dar entrada a Toni y a Kike fue probablemente donde estuvo la clave del partido. Con la entrada de los canteranos lo que sucedió, sencillamente, es que el juego de ambos entre la dos líneas de cuatro del rival provocó que ambos pudieran atacar los espacios desde atrás, llegando a ellos y no ocupándolos de antemano, como se veían obligados a hacer Plano y Orellana durante la primera parte.
Esta versatilidad que mostró el Valladolid fue, quizá, de lo más interesante que se pudo ver en el Ramón de Carranza.
Estar en posiciones de descenso tiene muy nerviosa a la parroquia pucelana, como sino fuera una condición habitual en la historia del club. El punto, al menos, evita acabar último el año.
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