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Segundo empate sin goles de la pretemporada. Y, como pasara en Burgos, ante un equipo que le jugó al Pucela a la contra, esperándole en el campo y buscándole las cosquillas a través de la velocidad y el balón largo a las espaldas de los centrales. Al Brest no le salió la jugada porque se estrelló contra Asenjo en medio docena de ocasiones, pero algo no funciona biuen cuando tienes el balón más tiempo que el contrario y el mejor acaba siendo tu portero.
El amistoso de Brest, antepenúltimo de la pretemporada a falta de confirmar el partido contra el Rayo Vallecano, puso en evidencia varias cosas. La portería será el sustento del Pucela, hay que lograr velocidad en la circulación del balón o de lo contrario acabaremos muy expuestos la mayoría de los partidos y hay mimbres más que de sobra para no pasar excesivos apuros. El talento que rebosa la plantilla pucelana es notable, y ver jugar a Kike, Mesa, Iván Sánchez, Aguado o Monchu recuerda por momentos los tiempos del europucela de Vicente Cantatore.
Stade Brest
Bizot; Brassier (Duverne, min. 46), Chardonnet (Dari, min. 46), Belkebla (Mbock, min. 83), Honorat (Karamoko, min. 83), Cardona (Le Douaron, min. 72), Lees-Melou, Herelle, Pereira Lage (Camblan, min. 90), Belaili (Del Castillo, min. 72), Fadiga.
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Real Valladolid
Asenjo; Luis Pérez (Anuar, min. 57), El Yamiq, Javi Sánchez (Torres, min. 57), Olaza (Escudero; Kike (Monchu, min. 65), Aguado, Roque Mesa (Hugo Vallejo, min. 65); Iván Sánchez (Víctor García, Sergio León (Sekou, Toni Villa (Plata, min. 65)
Árbitro: Jeremy Stinat. Buen arbitraje, aunque se le nota que está aún de pretemporada y acabó siguiendo el juego algo lejos.
Jugó el Valladolid la primera parte como le gusta a Pacheta: con el balón, presionando después de pérdida, siendo protagonista. Lo que ya no le gustaría tanto al técnico fue la fragilidad del centro del campo a la hora de contener. El Pucela, luciendo la bonita tercera equipación, cayó durante los primeros veinte minutos en la trampa del Brest. Los bretones se refugiaban atrás, cerraban las bandas, obligaban a entrar con paredes por el centro y, en cuanto robaban, lanzaban el contragolpe. Y pillaron a los blanquivioletas. Varias veces. Parecía que los de Pacheta controlaban el partido, pero era una visión falsa. El partido se jugaba a lo que quería que se jugara el Brest, más vertical, más rodado y más confiado en su juego que su rival.
En 10 minutos Asenjo tuvo que tapar un mano a mano y meter los puños para sacar un disparo. Y minutos después fue capaz de rectificar en el aire para colocar una mano que desviara el balón tras un pase atrás del delantero del Brest. La parada del palentino fue de mérito, porque el balón le pilló a contrapié y el rectificado tenía su complicación.
Los tres avisos hicieron reaccionar al Pucela. Kike, que hasta entonces se había movido por la zona central y derecha se situó más a la izquierda, Toni -poco activo hasta el momento-, ocupó posiciones más centradas, Mesa dio un par de pasos hacia adelante, Aguado empezó a ser más posicional que dinámico e Iván Sánchez entró, por fin, en contacto con el balón. Todo mejoraba, e incluso Roque Mesa logró disparar a puerta para que el portero se luciera. Fueron unos muy buenos minutos, lo que no es poco a estas alturas de la pretemporada, en los que se vio el equipo que le gusta a la afición: vertical, combinativo, agresivo, seguro atrás y con detalles técnicos de los que levantan el oh de los seguidores. La guinda del gol, ese es el problema, estaba lejos. Con Weissman lesionado, Sergio León peleó, abrió huecos, cayó a banda, se coordinó con Kike... pero nada fue suficiente para que tuviera alguna opción clara de remate. Mandar no significa rematar. El año pasado sí, pero esta temporada la película es diferente.
El segundo acto fue ya otra cosa. Entre los cambios y que el Brest se decidió a dar un paso para adelante, el Real Valladolid ya no tuvo tanto el balón. En compensación sufrió mucho menos atrás. Los bretones son un buen equipo para encontrar huecos en velocidad, pero muy ramplones y previsibles cuando les toca cargar con el peso del juego. Apenas sufrieron los de Pacheta, aunque es cierto que tampoco lograron rematar con opciones de gol salvo en alguna falta aislada en la que la estrategia estuvo a punto de funcionar.
Probó el míster blanquivioleta diversos sistemas. El 4-2-3-1 con que inició el partido se convirtió en 4-3-2-1 cuando entraron Anuar, Plata, Vallejo y Monchu. E incluso por momentos el catalán se incrustó entre los centrales para sacar el balón con su calidad. La conclusión es que por ahora funciona mucho mejor la manera de jugar de la temporada pasada, del tramo final, que los experimentos que se hicieron.
El Pucela, con todo, mantiene sus señas de identidad, y eso siempre es buena noticia porque en determinados momentos se percibe que los futbolistas juegan de memoria. Pacheta tiene mucho trabajo avanzado, pero él no va a meter los goles. Con Weissman lesionado y Sergio León lento aún, Sekou parece una opción para desatrancar encuentros. El gol, lo más caro, es la carencia por el momento. Y en Brest, además, hay que añadir al debe que se crearon pocas ocasiones. Pero para eso son las pretemporadas
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