El Andorra se lleva el balón, el Real Valladolid los puntos

Progresan adecuadamente los de Pezzolano, con hechuras este domingo de equipo grande para deshacerse por la vía rápida de un rival que tuvo el balón (74% frente al 26% del Pucela), lo trató como debía hasta tres cuartos pero que sucumbió cuando se tuvo que comparar en amenaza y ocasiones de gol.

Un zapatazo de libre directo de Joni Montiel y un balón cazado por Juric en el segundo palo valieron para tumbar al Andorra y dejar al equipo blanquivioleta en puesto de 'play-off' de ascenso por primera vez esta temporada.

De un mes para acá ya no hay que descifrar las alineaciones de Pezzolano, y eso no solo es un síntoma de evolución sino un cable de enormes dimensiones para el vestuario, que entra al campo con los roles bien definidos y sabiendo desde el primer minuto dónde están sus debilidades pero, sobre todo, sus virtudes. Llegados a esta fecha, la duodécima del campeonato, solo había una duda que despejar, y la ausencia de Marcos André de la convocatoria dejó en Zorrilla un once con menos pegada pero reconocible en todas sus líneas. Discutibles algunas posiciones, pero no en nombres. Así, el técnico uruguayo optó por Kenedy como escudero de Sylla y apostó por dar la primera titularidad del curso a Joni Montiel en detrimento de Meseguer.

Con la profundidad del juego en las botas de dos zurdos, el plan pasaba por proyectarles en banda para después buscar buenos balones a Sylla. El partido escondía otra llave, la del pulso por la posesión, pero esta la descartó el Valladolid muy pronto, no tanto por el empeño que muestra el Andorra por ganar el balón en cada partido -no tanto por pisar área contraria y rematar a puerta con intención- como por el tempranero zapatazo de falta que se sacó Montiel de la manga. Un golazo, pleno de técnica, fuerza y colocación, que recordó a aquel jugador -intermitente también- que deslumbró en las filas del Levante y que le puso este verano en la cartera blanquivioleta.

No se había cumplido el minuto 9, y el escenario no podía ser más favorable para el Valladolid... y también para Pezzolano, que muy probablemente esbozaría una leve sonrisa al disfrutar de una primera parte más redonda en su guion que en el desarrollo. No mereció el Andorra ir por detrás en el marcador en ninguno de sus minutos, mandón como estuvo con el balón en los pies, y sin embargo se fue a la caseta con un 2-0 que perfectamente pudo ser un 3-0 si el cartabón no hubiera anulado el gol de Sylla al paso por el minuto 31. Un pase medido en profundidad de Kenedy que el senegalés pegó a la base del palo izquierdo de la meta de Dani Martín.

Hasta entonces era el Pucela el que ponía la pegada ante un equipo del Principado cuya amenaza moría en su posesión (23% por 77% con el 2-0 en el marcador). Su ocasión más peligrosa, eso sí, mereció el premio del gol pero John la desbarató en un remate a bocajarro de Scheidler. El fútbol que defiende el equipo de Eder Sarabia resulta ciertamente vistoso... pero hasta tres cuartas partes del campo. En ese último cuarto, donde se deciden los partidos, pierde toda su fuerza y se ahoga sin un jugador de referencia que defina y cierre jugadas. El mejor ejemplo lo ofreció en su segunda parte en Zorrilla, con tanta inocencia en sus intentos como ocasiones para haberse acercado al Valladolid en el marcador.

El reverso de la moneda lo puso el Pucela, con gol de Montiel en el primer disparo, gol de Sylla en su primer intento (anulado) y gol de Juric en las postrimerías del primer tiempo tras un balón entre zurdos por banda derecha que Montiel sirve al segundo palo para que Juric, desde el suelo, la remate al fondo de la red.

La tónica tras pasar por vestuarios no varió en exceso, desde luego no en la efectividad del Andorra y sí en la de los locales, que bajó dos puntos con remates al limbo de Sylla (minuto 59) y de Anuar (minuto 80). Con los visitantes dueños del balón (ahora 27-73% en porcentaje de posesión), la última media hora acabó siendo un canto a la confusión gracias al carrusel de cambios que regaló Pezzolano desde la banda. Un desfile innecesario que contribuyó a que los suyos perdieran el norte, la colocación, el balón y hasta las buenas sensaciones que había ofrecido en los setenta y cinco primeros minutos.

Aún faltaba un puntito de emoción, producto de una mano dentro del área de Gustavo cuando porfiaba por un balón aéreo y cuando agonizaba el partido (minuto 94). Lo concedió la sala VOR y lo mandó a la grada Scheidler en un ejemplo más y definitivo de la inocencia del Andorra en Zorrilla.