El Real Valladolid firma su sentencia de muerte

Sergio González echó cemento en el once inicial, de marcado perfil defensivo y con hormigón en la medular (Joaquin Fernández y Fede San Emeterio). Había que cerrar todos los espacios a los peligrosos atacantes del Villarreal y a esa tarea se entregó el Real Valladolid. Los amarillos se encontraron con la posesión desde el primer minuto y buscaron los previsibles descosidos: Janko desatendió la banda derecha y por allí martilleó Pedraza. Que el suizo siguiera como lateral derecho forma parte del catálogo de los horrores, como el arrinconamiento de Olaza en una tarde clave para dar carrete al superado Nacho.

Hubo, sin embargo, algunas gotas de magia en el área de Asenjo: las empezó a poner Toni Villa, de inesperada vuelta al once. Un disparo de Roque Mesa tras una gran jugada del interior murciano creó ciertas esperanzas al Pucela, que se desanudó con el paso de los minutos, pero solo en la primera parte. La consigna era clara:busquen a Weissman a toda costa. Roque Mesa lo intentó con un pase profundo a la espalda de la zaga al que salió Asenjo con urgencia. ¿El problema? El de siempre: Weissman estaba muy solo en la punta.

El Villarreal comandó de nuevo el juego y el Real Valladolid se mantuvo a la expectativa, con las esperanzas de clavar el aguijón en el momento oportuno. Ese instante nunca llegó. El Yamiq despejó como pudo en el área de Roberto y el balón le tocó en la mano mientras la tenía sobre la hierba. No era penalti y De Burgos Bengoetxea no lo pitó.

El Pucela se estiró. Nacho se asoció con Weissman, pero el delantero se enredó y no logró rematar. El Villarreal también atacaba con artillería pesada: Paco Alcácer perforó el área de Roberto sin encontrar quien rematase su pase atrás. Resoplidos en la zaga.

En medio de una gran carga de tensión, el Real Valladolid encontró por momentos al genio de la lámpara. Toni Villa destapó el tarro de las esencias y empezó a ejecutar diabluras partiendo desde la izquierda. Que este futbolista no haya tenido más protagonismo este año es uno de los grandes misterios de Zorrilla. Toni puso un centro a Weissman que el israelí remató fuera. Toni entró por el centro para asistir a Weissman, cuyo disparo no encontró portería. Toni rasgó la banda derecha del Villarreal con otra pelota para el israeló. Y Toni apareció por la otra orilla para otro suministro infructuoso a Weissman. Entre medias, Janko mandó un excelente envío al área que Roque Mesa remató de manera pésima. El Real Valladolid acabó la primera mitad con fuego en las botas, pero sin descorchar el marcador. Una película ya conocida: este equipo se ha quedado sin luces en todas las líneas y la delantera no es una excepción.

La segunda mitad empezó con un guión parecido. Toni Villa buscó las cosquillas por la izquierda antes de que Roque Mesa desaprovechara una subida de Janko, que acabó con el suizo en fuera de juego. El Villarreal avisó en serio cuando Pedraza recogió un taconazo de Alcácer para fusilar a Roberto, que tapó bien el lanzamiento. La entrada de Alcaraz y Guardiola decantó el dibujo hacia un 4-4-2. El ritual de quemar papeles el día anterior habría servido para hilvanar un gran relato si hubiera cuajado la tremenda acción de El Yamiq. El central interceptó un balón, fue sorteando rivales, tiró una pared con Guardiola y engatilló ante Asenjo, que respondió con una mano felina. La jugada pareció cuestión de hechicería.

Las aspiraciones de ganar al Villarreal y colocarse como decimosextos a dos jornadas del final se hicieron añicos cuando Gerard Moreno 'posterizó' a Nacho en el área, se zafó de todos sus agarrones y descerrajó el 0-1. El delantero del Villarreal vive un momento tremendo y descuartizó al Real Valladolid. El gol amarillo sumió al Pucela en la depresión. A las llegadas hacia el área de Asenjo les faltaba convicción. Guardiola disparaba a cámara lenta y con una flojera que daba grima. Una falta botada por Alcaraz acababa por la línea de fondo sin encontrar rematador. Marcos André desperdiciaba un remate en el área. Los minutos pasaban sin antídoto. En el 90, Cafoue se aprovechó de una deserción defensiva para plantarse ante Roberto y marcar el 0-2. Zorrilla se convirtió en un funeral con el pitido final. Quedan seis puntos en liza, pero la sensación es de equipo ya descendido. Aunque las matemáticas aún den tregua, para que el Pucela se mantenga en Primera necesita ya más que un milagro en una temporada infame. En breve, llegará el tiempo de pedir responsabilidades, empezando por la cúpula.