El Real Valladolid entra en letargo y firma otro partido insufrible en Zorrilla

Tampoco el antepenúltimo clasificado, víctima propiciatoria por los antecedentes con los que se presentó a jugar, sufrió en carnes propias la tensión propia de quien se jugaba escalar tres posiciones en la tabla y colocarse a un solo partido de distancia del ascenso directo.

El equipo blanquivioleta se mostró una vez más incapaz de plasmar una sola idea inteligible sobre el césped, ganándose a pulso un nuevo 'cero', esta vez en un estadio que acabó coreando meses después el 'Pezzolano, dimisión' con el que comenzó la temporada.

Ni siquiera el debut de Negredo a 25 minutos del final ayudó a desenredar la madeja en la que convirtió el partido el técnico uruguayo con un planteamiento de salida indescifrable. Masip acabó siendo el mejor de los locales, repeliendo las dos ocasiones más claras de la noche y salvando un punto para continuar en puestos de 'play-off'.

Repitió hoja de ruta de inicio Pezzolano, que desde que el club le ha puesto alternativas para elegir, opta por interpretar los partidos de atrás adelante. Deja al equipo titular para cerrar los partidos, y los inicia con el plan B. Con un once de desgaste que parece jugar en tractor. Pausado, por momentos cansino y, por lo tanto, sin capacidad para construir ni amenazar la portería visitante. La primera parte fue más digna de un Valladolid a domicilio en campo del Albacete, lento y contemplativo, esperando que fuera el rival quien propusiera algo de juego. No está el equipo de Rubén Albés, antepenúltimo clasificado, para muchos alardes y, por supuesto, tampoco para llevar la manija y someter a nadie a base de posesión. A pesar de ello y de estar anclado en una defensa de cinco, suya fue la ocasión más clara de la primera parte tras un balón prolongado por Escriche en banda derecha que Agus Medina, mano a mano con Masip, perdonó disparando al cuerpo del meta catalán.

Mucho menos generosa fue la propuesta del Pucela. El caracoleo de Amath en banda izquierda a los tres minutos con balón al corazón del área, lo único que llevarse a la boca en el primer acto, no fue sino un espejismo cuando en realidad debió ser una pista y declaración de intenciones de por donde llevar el peligro a la portería de Bernabé. No lo vio así Monchu, tampoco De la Hoz ni Meseguer ¡ni Pezzolano!, que decidieron atacar una y otra vez, y otra vez más, por banda derecha para explotar los continuos centros de Luis Pérez. No dio mucho más de sí el once blanquivioleta hasta retirarse al rincón de pensar al descanso. Tiempo para la reflexión en el vestuario y también en la grada, donde más de uno debió pensar que el banquillo con dos refuerzos del filial -por primera vez esta temporada no hubo canteranos en la banda- pasaría por encima del Albacete... y también del once titular.

Allí, esperando su turno, estaban Raúl Moro, Juric, Kenedy, Lucas Rosa, Tárrega, Lucas Oliveira, Biuk y Negredo, además de André Ferreira. Casi nada si lo comparamos con la nómina de suplentes que tenía el uruguayo a su lado en el mes de agosto.

Ni el bodrio firmado en la primera parte ni un vistazo a la banda hicieron cambiar de opinión al técnico al descanso. Pase lo que pase, el técnico no altera un partido hasta el minuto 60, y solo entonces se planteó hacer trabajar al delegado de campo. Esta vez fue el 64. Hasta ese momento, seguía sin pasar nada sobre el césped. Ni para bien ni para mal. Nada de nada. Y entre la nada, la segunda mejor ocasión del partido la firmó también el Albacete, en un remate de Fuster sin dejar caer el balón que Masip acertó a atajar.

Los cambios, lentos como el propio partido, tardaron pero acabaron dando otro aire a un Pucela rácano en todas sus líneas. Para entonces, el reto ya no era solo marcar sino derribar antes dos líneas bien plantadas delante del portero visitante. Con dos delanteros, Sylla y Negredo, el balón rondó algo más el área visitante pero con idéntico resultado. Moro volvió a ser el más incisivo, pero sus llegadas a línea de fondo no encontraron rematador. El debut del croata Biuk en el minuto 86 no fue sino un último intento desesperado por desenredar el ovillo que previamente te habías afanado en enmarañar.

Sin noticias del plan B, tampoco el A sacó esta vez de pobre a un equipo demasiado plano y sin una identidad clara de juego... siete meses después de iniciar el campeonato. Sin un solo clavo ni una noticia positiva a la que agarrarse, la grada rescató meses después el grito de 'Pezzolano, dimisión' que tanto resonó durante las primeras jornadas de liga.