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La hemorragia del Real Valladolid es cada vez más abundante. El equipo blanquivioleta no recupera el pulso y camina hacia el desastre con una nueva derrota, la quinta consecutiva, ante un rival directo como el Cádiz. Nada parece funcionar en un conjunto debilitado, que empieza ... a desprender un fuerte olor a Segunda División, con un técnico que pega un bandazo tras otro y una plantilla desquiciada, sin fútbol y sin respuestas de ningún tipo. Todo resultó desastroso en Cádiz, donde Sergio León y El Yamiq acabaron lesionados, Hongla expulsado por roja directa y Joaquín como lateral derecho. Un esperpento.
Paulo Pezzolano confeccionó un once que trató en vano de frenar la sangría defensiva, con tres centrales (Joaquín, Javi Sánchez y El Yamiq), más Hongla como mediocentro posicional. Lucas Rosa y Sergio Escudero se mantuvieron en los laterales, lo que confirma que Iván Fresneda ha perdido el favor del técnico uruguayo en este tramo clave de la temporada. Arriba, juntó a Sergio León y Cyle Larin, los dos únicos delanteros puros que tiene la plantilla profesional, en busca también de la incisión perdida. Nada funcionó: el Pucela siguió siendo un flan defensivo y sin mordiente alguna arriba.
Cádiz CF
Ledesma; Iza; Luis Hernández, Meré (Mbayé, m.78), Espino; Bongonda (Arzamendia, m.87), Escalante, Rubén Alcaraz (San Emeterio, m.65), Sobrino; Chris Ramos (Lozano, m.45) y Sergi Guardiola (José Mari, m.78).
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Real Valladolid
Masip; Lucas Rosa (Kenedy, m.71), Joaquín, Javi Sánchez, El Yamiq (Machís, m.76), Escudero (Olaza, m.45); Kike Pérez (Aguado, m.45), Hongla, Monchu; Sergio León (Plata m.63) y Larin.
Goles: 1-0 (m.68), Bongonda. 2-0 (m.75), Bongonda de penalti
Árbitro: Martínez Munuera (comité valenciano). Martínez Munuera (comité valenciano). Amonestó a El Yamiq, Lucas Rosa, Roque Mesa (en el banquillo), Lozano, Javi Sánchez, Bongonda, San Emeterio, Mbaye. Expulsó a Hongla por roja (m.79)
Otros datos: Nuevo Mirandilla. 18.938 espectadores.
El partido discurrió de inicio por los cauces de la supervivencia, con los dos equipos atándose los machos para minimizar fallos. El Cádiz se enchufó más a la corriente en los primeros minutos, con un Real Valladolid que ya empezó aculado. Los amarillos se encomendaron a Bongonda, que revoloteó rápidamente de forma muy peligrosa por el área de Masip, hasta acabar clavando el aguijón en el momento clave. El extremo amarillo tuvo la primera gran oportunidad, cuando Guardiola le sirvió un pase en el área, pero Escudero llegó como una centella para evitar el fuego. Casi sin solución de continuidad, apareció el espigado Chris Ramos con un cabezazo que se marchó alto. El Real Valladolid empezó a evidenciar las habituales fragilidades defensivas, ante un Cádiz que remataba con facilidad. En el centro del campo se abrió un vacío sideral, con nula circulacion y un Kike Pérez muy desperdigado y fallón. Sólo Hongla mantenía la compostura en un partido muy espeso y plomizo en su primera mitad. Sergio León se vio ante una gran oportunidad cuando Meré se despistó y perdió un balón en la frontal, pero el delantero blanquivioleta se movió a cámara lenta y la jugada se marchó al limbo.
El Cádiz, que salió con el cuchillo entre los dientes, endureció mucho el partido. Luis Hernández agarró a Larin por el cuello, en un penalti claro, pero ya se sabe que los árbitros y el VAR no son los mejores amigos del Real Valladolid precisamente. Escalante probó fortuna con un lanzamiento lejano para el Cádiz antes de que Martínez Munuera intentase atracar al Pucela, con la anuencia del VAR. El colegiado se inventó un penalti de El Yamiq sobre Chris Ramos, después de que el marroquí rebañase el balón en el área. El VAR se entretuvo en tirar la línea del fuera de juego, sin entrar en la cuestión del penalti y Alcaraz se encargó de lanzar la pena máxima.
Sin embargo, los hados se aliaron esta vez con el Real Valladolid y el disparo del mediocentro se estrello en el larguero de Masip y botó fuera de la línea de gol, todo un alivio después del intento de robo arbitral. Las quejas institucionales de la pasada semana, con Ronaldo Nazário a la cabeza, no parecen haber surtido efecto y los árbitros siguen con las prevaricaciones habituales, en medio de un corporativismo gregario.
El Pucela no se encorajinó y siguió vagando por el césped con poco fútbol que echarse a la mochila. Larin jugaba muy lejos del área, Kike Pérez se ovillaba con facilidad y sólo una falta lejana botada por Monchu que engarzó Hongla creó algo de peligro en la portería de Ledesma. Bongonda anudó gargantas pucelanas al aprovecharse de un fallo de marca de Joaquín y plantarse ante Masip. Sin embargo, su disparo se marchó desviado. El propio Bongonda probó al portero blanquivioleta con un tiro a quemarropa que Masip repelió de manera heroica, ya en los estertores de la primera mitad.
La entrada de Aguado y Olaza tras el descanso pareció dar otro aire al Real Valladolid, que empezó a pisar más la orilla rival. Sergio León cayó en el área, en otro penalti que pareció claro, pero que el colegiado hurtó al Pucela. Cuando parecía que la aguja del partido cambiaba hacia el color blanquivioleta, Bongonda se encargó de pegar un zarpazo de muerte a las esperanzas visitantes. El belga-congoleño se sacó un misil desde la frontal tras superar a Aguado y sin que ningún central blanquivioleta saliese a intentar taparle. El balón golpeó con furia el larguero de Masip y se coló a gol.
El Real Valladolid, un equipo muy débil en lo futbolístico y en lo mental, se vino abajo como un castillo de naipes. Javi Sánchez derribó al Choco Lozano en el área y Bongonda, el héroe amarillo, rubricó el 2-0 desde el punto de penalti. La jugada se originó en un córner mal ejecutado por el equipo de Pezzolano y una contra veloz de cuatro para dos por el desastre táctico. El Pucela entró en una vorágine desquiciada que acabó con una roja a Hongla por un codazo a Lozano en el minuto 79 y el partido se fue por el sumidero, aunque Olaza pudo recortar distancias en los minutos finales con algunas apariciones en el área de Conan Ledesma.
Cinco derrotas consecutivas empiezan a escribir el epitafio de un Pucela que se despeña hacia Segunda. Con estas armas, ya sólo un milagro puede evitar la debacle.
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