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Weissman espera a sacar de centro ante la mirada perdida de su compañero Joaquín. Daniel Marzo-LOF

El Real Valladolid se desangra por los centrales

Encadena su tercera derrota a domicilio, con diez goles encajados, lastrado por sus graves errores defensivos y veinte minutos iniciales desaparecido en el campo

Viernes, 3 de diciembre 2021, 23:35

No iba desencaminado el debate abierto en el debut liguero allá por el mes de agosto. Entonces se le recriminaba al técnico que el Valladolid no se sentía cómodo con tres centrales sobre el césped y un centro del campo desarropado. Cuatro meses después se ... ha conseguido abrigar a la línea de creación, pero los centrales continúan en el disparadero, señalados a fuego cuando el equipo se pone en carretera. Basta revisar la hemeroteca para retratar a la zaga. Cuatro en Lezama ante el penúltimo de la tabla; tres en el Juegos del Mediterráneo con el líder, eso sí, enfrente; y tres más en El Alcoraz ante el mismo equipo que sumaba un pírrico gol en sus últimos 360 minutos de competición.

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Tanta generosidad no parece de recibo para un plantel que aspira a cogerle la matrícula a Almería y Eibar para ascender por la vía rápida.

El partido de Toni ante el Cartagena no le sirvió para repetir titularidad y su puesto en banda izquierda lo recuperó Óscar Plano para volver a un once de memoria en el que ahora mismo no hay más hueco que para El Yamiq. Precisamente no fue la entrada del madrileño y sí la ausencia del marroquí la que iba a marcar el partido en su inicio.

Se había puesto el acento durante la semana en las dos versiones que viene ofreciendo el Valladolid en el último mes de competición, y la salida al césped de El Alcoraz no hizo sino reafirmar esos mismos temores. La misma regularidad y solidez que ha conseguido armar en Zorrilla es la que le condena lejos de su feudo, donde los veinte minutos de caraja empiezan a ser ya todo un clásico en esta temporada 2021-22. Tramo en el que los de Pacheta se ponen de perfil y despliegan la alfombra al rival de turno. En Lezama la empanada llegó en la primera parte, en Almería apareció en la segunda, y en Huesca -allí donde el blanquivioleta vive en un duelo permanente- apareció de entrante. No perdonó el Huesca los típicos minutos de respeto mutuo, ese toma y daca de tanteo inicial, y a la mínima que tuvo oportunidad soltó la primera bofetada.

Aunque en honor a la verdad el bofetón se lo llevó con el segundo porque el primer remate de gol, obra del argentino Gaich, resultó un gol antológico. De esos que acaban la temporada entre los primeros del ránking de la categoría. Inédito hasta la fecha, el delantero azulgrana se estrenó por todo lo alto, de espaldas, de tacón y con la condescendencia de Javi Sánchez. Si es verdad que este Valladolid sangra por los centrales, en Huesca lo hizo por los dos con diez minutos de diferencia -afortunadamente la defensa de tres pasó a mejor vida-. Señalados de un tiempo a esta parte, los dos fueron convidados de piedra en las tres primeras ocasiones del Huesca, las más claras de todo el partido. Espectador de excepción fue Javi Sánchez en el taconazo de Gaich y de oyente ejerció Joaquín en las dos siguientes. Seoane perdonó la primera cruzando en exceso, cosa que no hizo Miquel a continuación en un remate de cabeza, pies en el suelo y dentro del área pequeña, que se coló a la derecha de Roberto con la complacencia de toda la defensa.

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Mismo once, misma disposición que en Zorrilla, pero 2-0 en contra en el marcador. El bofetón resultó tan sonoro que levantó primero a una grada aterida de frío y despertó poco después a un Valladolid aletargado.

El crono empezó a correr para los de Pacheta en el minuto 22. Y del 22 al 47 no hubo más equipo en el campo que el blanquivioleta. En un visto y no visto, todas las concesiones que regaló de salida se revertieron en méritos y en ocasiones delante de la portería de Andrés, que de un minuto a otro acabó convertido en muro infranqueable. Repelió primero un disparo seco de Luis Pérez, sujetó a duras penas y sobre la línea un remate de Javi Sánchez, atajó una semivolea de Plano a la media vuelta, y se coronó con una doble parada a los tiros consecutivos de Aguado y Weissman en la que fue mejor acción ofensiva de los visitantes en todo el partido. Perdonó el israelí y perdonó el Pucela, que indultó al Huesca de forma incomprensible cuando debió irse al vestuario al menos con un gol a favor. 

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No cambió en nada el paso por la caseta, y el equipo de Pacheta siguió acumulando méritos, que no ocasiones, para acortar distancias. Aculado en torno a la eficacia de su portero, el Huesca de Xisco Muñoz se vio de repente en su salsa. Achicando agua y embarrando el partido a la espera de una contra que redondeara su victoria. Con el nuevo técnico solo había celebrado tres goles en seis jornadas pero únicamente había lamentado cuatro en contra. Sin encajar en los cuatro partidos anteriores, costó un mundo que recogiera el balón de su portería. Tuvo que ser Plata en un rechace a la enésima parada de Andrés quien lo consiguiera, todavía con media hora por delante... y el equipo pendiente de ese finísimo hilo del que pende a día de hoy su defensa.

A él se agarró un Huesca colgado de la portería, que casi sin pretenderlo encontró una nueva fisura que explotar. Si el primer gol retrató a Javi Sánchez y el segundo a Joaquín, el tercero caricaturizó a ambos, poco antes de que Seoane sorteara la sotana de Roberto para marcar en su salida.

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Para entonces, y con 3-1 en el marcador, el Real Valladolid ya había empezado a descomponerse con los cambios, privado del enésimo intento de Plata en banda y con Sergio León, Weissman y Cristo compartiendo baldosa en busca del remate.

El golazo de Kike, con un suave toque de balón a la escuadra, no fue sino el inmerecido premio para un equipo que se desangra atrás todo lo que gana de medio campo hacia adelante. Las tres últimas salidas sirven de ejemplo (cuatro en Amorebieta, tres en Almería y tres en Huesca).

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