El Real Valladolid cumple ante un digno Astur

No cabía ninguna excusa. Ni el estreno en la Copa, ni el campo, ni sus dimensiones... Y no fue el caso. Y en una temporada escasa de alegrías (contadas con los dedos de una mano) al menos este partido de Copa ha servido de bálsamo. Se podrá discutir si interesa o no, gustará más o menos, pero ya que hay que jugarla, que sirva para algo más.

Dado a las sorpresas, Pezzolano dejó fuera de la convocatoria en esta ocasión a Amallah, a Marcos André y a Darwin Machis. Del marroquí se entiende. Se puede interpretar como una decisión «técnico-táctica», pero en el caso de los dos últimos llama poderosamente la atención porque se intuía que iban a tener minutos en este estreno copero.

El que se estrenó en la portería fue André Ferreira. Fue un partido de estrenos; el primero oficial del guardameta (no tuvo mucho trabajo) y el estreno como goleador de Latasa, al que la Copa le dejó un sabor dulce y amargo. Fue el protagonista de lo mejor, sus dos goles (aunque algunos el segundo se lo dieron a Santi Ramos en propia puerta) y de lo peor, con su lesión. El delantero abrió la lata en los primeros minutos en su segundo remate a portería. En el primer aviso hizo intervenir al guardameta local y ya quedó un tanto maltrecho, pero se rehizo para marcar en un remate impecable. Aún así quedó renqueante y se mantuvo en el campo.

Con la colaboración del portero y de Ramos marcó el segundo gol. Pero tras su remate recibió un golpe en el tobillo. Trató de aguantar todo lo que pudo, se le veía con ganas, era su partido, pero no pudo continuar y tuvo que retirarse lesionado, dejando su puesto al canterano Chuki. El Pucela se quedó un tanto frío, como asustado, con esa acción. La ausencia de Latasa dejaba un tanto huérfana la posición de delantero centro.

Los dos goles en contra minaron a un Astur todo voluntad. Y de celebrar con júbilo cualquier despeje, cualquier control de balón, cualquier intento de llegada ante la portería de Ferreira, el conjunto local se iba resignando minuto a minuto a su voluntad.

Con la eliminatoria muy a su favor, la tranquilidad que dan los goles y con un rival que no suponía tampoco ninguna amenaza seria, la consigna en el descanso sería evitar lesiones, que lo para el Pucela está en la Liga y en el partido del sábado frente al Osasuna en Pamplona.

Para el Astur ya era un éxito no recibir un carro de goles y el 0-2 era un resultado más que digno para el desarrollo de la segunda parte. Fue destacado el pundonor del conjunto asturiano, que al menos mantuvo el tipo para competir frente a un Primera División.

Salió con más decisión el Astur en esa segunda parte. Y ese arrojo y valentía tuvo su premio con el gol de Robi Toral que puso el 1-2 ante un Ferreira que a lo mejor pudo hacer algo más. El jugador del Astur podrá decir a sus nietos que le marcó un gol a un Primera División y al Real Valladolid. y parecía también que el Astur le podía sacar los colores al conjunto pucelano. Ese gol hizo que el Pucela pisara el acelerador para poner las cosas en su sitio con el gol de Kike Pérez pocos minutos después. Y pudo marcar el cuarto el Pucela, con una caída de Meseguer dentro del área. ¿Un regalo? Puede. Pero para regalo, el lanzamiento del propio Meseguer. Horrible. Lo paró Delgado.

De vivir otra vez tranquilo con un marcador de 1-4, a ese 1-3 que imperaba en el marcador. Pezzolano lo debió ver claro porque movió el banquillo y le sirvió para ver a jugadores en otra demarcación, como ver a David Torres en el lateral izquierdo. Ocasiones tuvo para ampliar esa diferencia, con Maroto, aunque fue Meseguer el que puso el cuarto para cerrar el partido y quitarse un poco ese mal sabor de boca del error en el penalti.

Al final, el Real Valladolid cumplió con el trámite ante un rival de sexta categoría, aunque no de una forma brillante. Lo mejor es que se llevó la victoria y pasó de ronda en esta Copa del Rey ante un Astur muy digno. Ahora ya, a pensar en el partido del sábado.