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El Real Valladolid salió muy vivo de la batalla de El Toralín. En un derbi vibrante, el equipo de Pacheta empezó perdiendo, dio la vuelta ... al marcador para soñar con la victoria y acabó castigado en el intercambio final, con un penalti y expulsión de Queirós que transformó el bigoleador Yuri para certificar las tablas. El partido mostró a un Pucela algo agrietado por momentos, pero también valiente para no bajar los brazos cuando el partido se puso cuesta arriba. El botín pudo ser mayor, pero no conviene desdeñar el punto de ambición mostrado a domicilio. El Pucela creció en El Toralín.
Anuar apareció con la gran novedad en el once, en detrimento de Toni Villa. Si ante el depauperado Alcorcón bastaba con la dupla Mesa-Aguado, frente a la temible Ponferradina jugar con dos mediocentros creativos obligaba a multiplicar las ayudas en la medular y de ahí el papel encomendado a Anuar en el pizarrón. Por lo demás, Pacheta no quiso alterar más el 4-4-2 inicial, pero la lesión en el calentamiento de Olaza obligó a la entrada de Nacho en el lateral zurdo. En la Ponferradina, Bolo se aferró también al 4-4-2 con la inclusión de Amo por Morán en el pivote defensivo del equipo berciano, siempre con la voluntad de correr.
El choque comenzó eléctrico, con chispas en las fricciones entre Roque Mesa y Agus Medina desde el primer minuto y un control orientado de espuela de Sergio León que fue una maravilla para los sentidos futbolísticos. El Real Valladolid quiso asumir galones para llevar la iniciativa en un territorio históricamente yermo. Con la afición blanquivioleta vistosamente de vuelta en los desplazamientos pospandémicos, el equipo de Pacheta merodeó por el área del iraní Amir. Los centrales del Pucela ofrecieron diferentes sensaciones de inicio: mientras Queirós empezó a explorar las subidas, Kiko Olivas cometió algunas pifias extrañas en él. Una de sus pérdidas acabó con un tiro del incombustible Yuri que salió cerca de la escuadra de Roberto. La Ponferradina apretó el acelerador tras los minutos iniciales para equilibrar el dominio territorial visitante. Al Real Valladolid se le empezó a atragantar la salida de la pelota ante la presión berciana, mientras Weissman empezó a vivir su pesadilla recurrente. El israelí vive frecuentemente desabastecido arriba, con poco hilo del que tirar. En una de las acciones en la que se reclamó su presencia, tras una contra pucelana, Weissman malgastó una bala y tampoco pudo rebañar una pifia del joven central Copete.
En cambio, su compañero Sergio León emitió señales muy positivas desde el inicio. Móvil y participativo, supo moverse bien entre las líneas rivales para romper el sistema defensivo de la Ponferradina. Suyo fue el pase magistral a Gonzalo Plata, que detectó el agujero en la zaga berciana y se plantó ante el guardameta Amir. Sin embargo, la noche cayó como un espeso manto sobre el ecuatoriano, que estrelló el balón en el cuerpo del iraní. Fue la ocasión más clara de la primera parte y una de esas acciones en las que brotan juramentos por la ocasión al limbo.
El Real Valladolid quiso carburar a través de los motores de Roque Mesa, ya que Álvaro Aguado vivió más encadenado a sus marcadores de inicio. El mediocentro canario se enganchó en frecuentes pendencias, mientras Pacheta se desesperaba en la banda para que el partido no entrase en una guerra de guerrillas que no iba a ningún lado.
La Ponferradina no corrió tanto como quiso en la primera mitad, pero logró probar los guantes de Roberto, que tuvo trabajo conforme se acercaba el descanso. Después de que Queirós corrigiese un error de Kiko Olivas (Yuri le había ganado la espalda), Naranjo tensó el arco para probar al guardameta blanquivioleta con un duro disparo frontal que repelió el guardameta visitante sobre la línea de gol. El equipo de Jon Pérez Bolo incrementó el acoso a base de saques de esquina, pero la zaga pucelana se mantuvo berroqueña para abortar la sobrevenida lluvia de balones en este tramo.
La segunda parte desató todos los torbellinos y el partido se descontroló. La primera alteración llegó del silbato de López Toca, que observó un penalti inexistente en el área de Roberto. El colegiado creyó ver una mano de Anuar o Queirós, pero el VAR le conminó a revisarlo y, ya en el monitor, el cántabro vio que la infracción era del local Naranjo. El Real Valladolid sufrió una fisura defensiva en un saque de banda, en una jugada donde falló la atención. Yuri vio el desaguisado, se marchó de Kiko Olivas y burló a Nacho en el área mientras Queirós intentaba llegar al balón. El brasileño descerrajó el 1-0 sin contemplaciones.
Pacheta pidió confianza a los suyos para que no bajaran los brazos. Con ventaja en el marcador, la Ponferradina sintió el viento de cola y pensó que ya tenía el trabajo hecho. Pero el Real Valladolid recobró el espíritu heroico que se demanda a los candidatos al ascenso. Aguado decidió perforar la banda izquierda y colocó un centro al área que Plata dejó pasar con gran criterio para que el recién entrado Alcaraz empalase con furia a la red. El 1-1 recordó al Pucela sus capacidades y Weissman no tardó en aprovechar, esta vez sí, su oportunidad. Alcaraz cambió el balón de banda para que Nacho pusiese el balón en el área y Weissman aprovechó el ovillamiento de Copete para colocar el 1-2 que desató la euforia entre la desplazada afición blanquivioleta.
El partido, sin embargo, aún iba a tener otro giro. La Ponferradina se sintió picada en su orgullo y tiró de casta. Yuri se zafó de Queirós y el central portugués le agarró en la frontera del área. Para López Toca no hubo dudas:roja directa y penalti. Yuri transformó el 2-2 desde el punto fatídico. Otro penalti polémico.
Las balas silbaron en las dos áreas en un partido roto. Los dos equipos se fueron arriba a por un triunfo que acabó en empate. Los aficionados del Pucela valoraron el esfuerzo y reclamaron la salida de los jugadores desde el vestuario. El Real Valladolid está muy vivo y en El Toralín pegó otro estirón.
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