Raúl García, un león dentro del campo que sueña con el anonimato fuera de él

Equilibrio imposible al que aspira el ciudadano Raúl García cuando deja de ejercer de mediapunta del Athletic Club. A sus 33 años, con 125 goles en su vida profesional y 458 partidos en Primera División (689 si se contabilizan sus participaciones en Segunda, en competiciones europeas y con la Roja y la sub-21 y la sub-19), el futbolista navarro nacido en Zizur Nagusia es uno de los rostros más conocidos de nuestro fútbol, por mucho que le pese.

Como ha reconocido en varias entrevistas, aspira a ser anónimo cuando está en la calle con su familia y no le gustan las entrevistas, aunque asume que el 'show business' funciona así y pese a que le gustaría que a los medios les atendiera otro compañero, no renuncia a dar la cara cuando le toca y mucho menos a firmar algún autógrafo o hacerse un selfi cuando algún aficionado se lo pide.

Es la penitencia que tiene que pagar un jugador aguerrido como él y acostumbrado a ocupar el centro de la polémica por sus acciones al borde del reglamento (pese a su fama de jugador duro solo ha visto la roja directa en cuatro ocasiones en su larga trayectoria, aunque ve una amarilla cada tres partidos).

Excesivamente hablador con los árbitros -algo que reconoce hasta él- y siempre cerca de las trincheras donde se luchan los balones divididos, el exinternacional criado en la cantera del Osasuna es este año el motor de su equipo en ataque ya que ha materializado cuatro de los siete tantos que los suyos han logrado anotar. Dice que aspira a ser un ejemplo para los jóvenes y encarna como nadie la figura que siempre existe en todas las ligas, sean de élite o de fútbol base,: la del jugador amado cuando pelea de tu lado pero al que se odia si juega con el rival.

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