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Ramón Martínez (Valladolid, 1947) es historia viva del fútbol español. Y una figura clave en la tremenda transformación que experimentó el Real Valladolid durante los años ochenta y noventa del pasado siglo. El histórico director deportivo vallisoletano acaba de jubilarse y le prometió al entrenador Javier Yepes una charla retrospectiva sobre su pasado como blanquivioleta. La cita se produce en la hemeroteca de El Norte. Los dos se sientan y comienza una clase de historia.
«¿Cómo empezó todo?», le inquiere Yepes. «Con una llamada de Fernando Alonso», responde Martínez. «En el verano de 1975, Pablo Porta, presidente de la Federación comunicó a los clubes de Primera y Segunda que iba a crear la Liga Nacional de Juveniles y que era obligado participar. Fernando quería contar con una buena plantilla y me encargó hacer el equipo. Yo había entrenado al Asklepios los años anteriores, club que había cofundado junto a Manuel Graña, y conocía a los juveniles de Valladolid. Así que hice una selección».
Yepes se acuerda de aquel equipo que confeccionó Ramón Martínez y la «trascendencia que tuvo para el Real Valladolid». El primer obstáculo que hubo que sortear fue encontrar un campo donde entrenar por la noche. Lo recuerda Ramón Martínez: «Había un terreno baldío cerca de donde está ahora El Corte Inglés. Debían ser 40x25 metros. Convencimos al presidente para que pusiera una torre de iluminación. No había dinero en el club y no se cómo se las apañó. Costaba 220.000 pesetas y la caja estaba vacía. Ahí empezamos a entrenar».
Ramón Martínez siempre ha considerado al presidente Fernando Alonso como «el gran impulsor» para contar con jugadores de base, según le recuerda Yepes. «Así fue. Él dejó muy clara su política de cantera cuando se presentó a las elecciones. Había estado en la junta anterior con su suegro, Santiago Gallego».
La idea de fomentar la cantera podía resultar algo exótica en un Real Valladolid que sufrió una larga travesía del desierto entre 1964 y 1980, en Segunda y Tercera División. Todos los presidentes de la época intentaron volver a la élite. «Fernando Alonso no lo consiguió, pero puso los cimientos para el futuro del Real Valladolid», señala Ramón Martínez.
El equipo Juvenil del Real Valladolid fue clave en todo este desarrollo. Los aficionados se entusiasmaron de inicio con los jóvenes jugadores blanquivioleta, como recuerda Martínez. «Sólo se perdió un partido en toda la liga. Se hacían taquillas de tres millones de pesetas en el Viejo Estadio. Incluso en el primer año debutaron tres jugadores juveniles en el primer equipo: Borja, que era el capitán y se consolidó, Bernabé y Pascualete. Santiago Llorente entrenaba al Juvenil y quedamos terceros».
El Real Valladolid funcionaba entonces como un club muy modestísimo. «Era muy diferente al actual, aunque en el aspecto económico siempre ha estado emparentado con la pobreza. Resulta incomparable con el fútbol actual en todos los aspectos. Como anécdota, Djurovic salió corriendo cuando vio la sede social que teníamos y se fue sin firmar a Yugoslavia. Al mes logramos contratarle. El objetivo era encontrar una sede digna y compramos dos pisos en la calle Macías Picavea. En el club trabajaban seis personas, pero tres iban solo de ocho a nueve y media de la tarde. Por la mañana no se abría», rememora Ramón Martínez.
El Viejo Estadio José Zorrilla, inaugurado en 1940, daba ya muestras de decadencia. Martínez señala una figura clave, poco reconocida en la historia, para disponer de un nuevo recinto. «El estadio tenía una sabor especial para todos, pero no se habría podido jugar en unos años en Primera. Ahí tuvimos suerte. No fue una persona del club la que lo logró, sino María Teresa Revilla, una diputada de UCD, que estaba casada con José Antonio Moral, director de Fasa. Me llamaron junto al presidente para hablar y que les explicáramos qué era un Mundial. Les dijimos que las sedes estaban adjudicadas. 'Confíen en mí', nos contestó. Logró que Valladolid fuese sede del Mundial 82 y hubo que hacer obligatoriamente un campo de fútbol. Si esa mujer no se hubiera preocupado entonces, no sé dónde estaría el Real Valladolid actualmente...».
Con sede nueva, estadio de fútbol en camino y el ascenso a Primera División, el Real Valladolid emprendió una gran transformación que tendría su traslación en forma de más éxitos deportivos. La norma de la temporada 1979-80 que obligaba a los clubes profesionales a alinear a dos jugadores menores de 20 años jugó en favor del Real Valladolid, que contaba con juveniles de postín. «La mayoría de clubes no estaban preparados, pero para nosotros fue una bendición porque eran titulares indiscutibles. Gail y Jorge jugaron todos los partidos los 90 minutos. Todo fue gracias a Fernando Alonso, el que inició este trabajo. La entrada en la década de los 80 fue el cambio total», como le apunta Ramón Martínez a Yepes.
La vida profesional de Martínez está unida a la de su amigo Santiago Llorente en la etapa blanquivioleta. Fue Ramón el que se lo recomendó a Fernando Alonso para que dirigiera al deslumbrante equipo Juvenil en la primera temporada de la Liga Nacional. «Además, fue el segundo entrenador durante doce años con el primer equipo. Y en algunos años entrenaba o bien al Promesas o al Juvenil. Todas las decisiones importantes las consensuaba con él. Siempre ha sido mi consultor de confianza».
Javier Yepes le pregunta a Ramón Martínez qué supuso la consecución de la Copa de la Liga en 1984, el primer y único título del Real Valladolid. «El ascenso del 80 fue la llave a todo esto. Y en la Copa de la Liga la alegría fue inenarrable. Es algo que no se ha vuelto a vivir. Iniciamos la competición sin pensar que podíamos ganarla». Yepes señala la gran capacidad física de aquel Pucela, que superó eliminatorias dando golpes de mesa en las prórrogas hasta vencer al Atlético de Madrid en la final, también en el periodo extra.
Yepes vuelve atrás en la historia y le inquiere a Martínez si el ascenso de 1980 y los éxitos posteriores tuvieron su germen en aquel plantel juvenil que le encargó Fernando Alonso a mediados de los años 70. «El impulsor fue Fernando. Pero luego llegó Gonzalo Alonso y potenció esa política, e incluso se planteó comprar pisos para hacer una residencia de jugadores, algo que entonces resultó imposible. Nos marcamos una meta: que no se escapara ningún jugador joven de las provincias de la comunidad. El único que no quiso firmar en principio fue Sánchez-Valles. Me sentó fatal cuando se marchó al Real Madrid. Al año siguiente vino a ofrecerse y le fichamos para el filial».
El Real Valladolid no contaba con ojeadores pagados, sino con «amigos» que ponían a Ramón Martínez sobre la pista de los jugadores que descollaban. «Habíamos fichado a Jorge Alonso y le dijimos que si salía alguien bueno de su pueblo nos lo dijera. Nos habló de Juan Carlos Rodríguez, uno de Puente Castro al que llamaban El Galgo. Fuimos a verle y le fichamos el mismo día».
Ramón Martínez recuerda un viaje a la sede del FC Barcelona con Fernando Alonso. Le sorprendió un aparato que lucía en una estantería: era un vídeo que había traído José María Minguella de Holanda. Los magnetoscopios aún no se comercializaban en España. «Me recorrí todas las tiendas de Valladolid, pero hasta el año 1980 no logré encontrar ninguno. Además, no había imágenes de los futbolistas. Ni del Pato Yáñez, ni del Polilla 'da Silva. Había que ir a verlos en el campo. Alguna crítica tuvimos de que fichábamos por revistas. Claro que estábamos suscritos a revistas internacionales. Era la única manera de enterarse y tener la primera información».
Yepes también quiere que Martínez recuerde cómo se gestó el fichaje de Vicente Cantatore, el gran mito del banquillo blanquivioleta. Responde Ramón: «Queríamos a un entrenador que nos llenara y durante cuatro años estuvimos haciendo gestiones para fichar a Osvaldo Zubeldía, un argentino que había sido campeón del mundo de clubes con Estudiantes de la Plata. Estaba entonces en Colombia, nos insinuó que podría venir, pero se murió de un infarto en Medellín. Hablamos con Carlos Bilardo, que había sido su alumno más aventajado y nos dijo que estaba en tratos con la federación argentina para dirigir a la selección. Y se quedó. Nos hablaron de Cantatore y no le conocíamos de nada. Nos mandaron revistas, pero eso no podía ser definitivo. Le invitamos a Valladolid. Solo lo sabían tres personas, Gonzalo Alonso, Santiago Llorente y yo. Estuvo aquí un mes. Yo le mandaba a la tribuna de enfrente, aunque nadie le conocía. De hecho, estaba inscrito en el Meliá con su nombre. En los partidos de fuera de casa, iba yo con él, también a la tribuna de enfrente. En casa, veíamos vídeos. Quedó en que, si el Real Valladolid no bajaba, vendría al año siguiente». Yasí sucedió.
Si Fernando Alonso había puesto los cimientos para la modernización del Real Valladolid con la creación de una cantera brillante, Gonzalo Alonso regó esa semilla y llegaron los momentos más dulces: el ansiado ascenso a Primera, la Copa de la Liga, la primera participación en Europa, el determinante fichaje de Cantatore… «Gonzalo era un genio de la economía…», desliza Yepes. «Él convivía muy bien con la austeridad de este club y sabía en qué se podía gastar el dinero. Los jugadores cobraban su sueldo mensual el día 1. La prima de fichajes, a final de temporada. Y las primas, en el vestuario». En este último punto, se traía el dinero de las taquillas y los jugadores salían del vestuario con «las cien mil pesetas en el bolsillo», según lo estipulado por objetivos, como relata Ramón Martínez. «Gonzalo Alonso fue presidente por aclamación popular. Lo primero que hizo fue rebajar el 33% el sueldo mensual a los jugadores. Polilla da Silva no le conocía y dijo que cómo iba a reducir así el sueldo. Moré le contestó: 'Calla, que con este cobramos'. Era una garantía».
Ramón Martínez salió del Real Valladolid en 1988 para convertirse en secretario técnico del FC Barcelona y posteriormente en director deportivo del Real Madrid, tal era el prestigio que había logrado en Zorrilla. En 1996, y contra todo pronóstico, volvió al club blanquivioleta. El presidente Marcos Fernández Fernández había ido a verle a Madrid en repetidas ocasiones para tratar de convencerle. «Me convencía, sí, pero a los cuatro días lo pensaba y le decía 'no puede ser, me quedo aquí'. A los 15 días volvía y me decía que fuese con mi mujer. En el año 96 tuve una serie de problemas y dije 'como venga otra vez, le digo que sí'. Y ya fue la definitiva. La pena es que solo pude trabajar cinco meses con él».
Ramón Martínez recuerda cómo, volviendo de un partido en Oviedo, adelantó al coche de Marcos Fernández Fernández. Conducía la esposa del presidente y le hicieron una seña para parar. Le explicó que, de repente, no podía conducir por problemas físicos. Los médicos le detectaron una leucemia de la que fue tratado en Estados Unidos, aunque acabó falleciendo el 9 de enero de 1998, una fecha de triste recuerdo para la historia del Real Valladolid.
«En los cinco meses que pude trabajar con él lo más importante fue la construcción de la Residencia de Jugadores. Había quedado con Eusebio Sacristán, entonces en el Celta, para que volviese al Real Valladolid y me acompañó en el viaje Marcos Fernández hijo. Le comenté lo bueno que sería tener una residencia para jugadores. Al día siguiente me vino a ver su padre, el presidente. Se lo conté y por la tarde ya mandó un arquitecto de Parquesol. A las pocas semanas empezó el movimiento de tierras. Fue una cosa excepcional. ¿Qué habría sido del Real Valladolid si hubiese estado más años? Quién lo sabe», se pregunta Ramón Martínez.
«Tenía posibilidades económicas y tiempo porque había dejado una parte de su negocio en manos de los hijos. Además, caía muy bien en la Federación Española de Fútbol y estaba propuesto para entrar allí con un cargo. Era un hombre que se dejaba aconsejar», añade Javier Yepes.
La fecunda conversación entre dos hombres cargados de fútbol acaba con un anuncio. Ramón Martínez se planteó ya hace algunos años qué haría cuando se jubilase. Entonces, pensó en escribir algo sobre el Real Valladolid. Se lo comentó a José Miguel Ortega, el gran historiador blanquivioleta y cronista de la ciudad. «¿Por qué no buscas un tema concreto? Los extranjeros del Real Valladolid, por ejemplo», le dijo Ortega. «Le respondí que lo pensaría. Y al final decidí que sí, que lo haría. Llevo mucho tiempo con ese tema. Ahora que estoy libre, seguramente pueda editar este año el primer volumen de una trilogía: 'La legión extranjera blanquivioleta de 1928 a 1988'.
Ramón Martínez y Javier Yepes aún permanecen un buen rato en la hemeroteca de El Norte, ya con la grabadora apagada, compartiendo más anécdotas, recuerdos y chascarrillos de la época. La gran historia del Real Valladolid pasa por ellos.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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