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No podía ser eterna, y la racha triunfal que defendía el Real Valladolid desde el pasado 3 de diciembre se esfumó en Oviedo, en un partido que estaba llamado a aupar a los de Pacheta a una de las plazas de ascenso directo en el ... mayor desplazamiento de aficionados de esta temporada. El chasco fue de órdago, y las explicaciones no deben encontrarse solo en la acción que condicionó el partido a los trece minutos de juego. Con 80 minutos por delante, la expulsión de Raúl Carnero provocó una desconexión como hacía meses no se recordaba. Con diez jugadores sobre el campo, el Real Valladolid se evaporó y dimitió sin mediar explicaciones convincentes.
El Oviedo, apocado y casi temeroso hasta entonces, agradeció la confianza prestada y fue ganando metros hasta firmar una secuencia de tres goles que bien pudo ser alguno más. Cien días después de besar la lona por última vez (en Huesca, por 3-2), el Valladolid ponía fin a su racha (8 victorias y 3 empates) ante el mismo rival con el que la inició.
Nada había pasado, unos y otros estaban desperezándose, buscando su sitio en el campo, cuando una de esas decisiones tomadas desde la pantalla, una de esas frías fotos fijas que no retratan intención ni intensidad, cambió el rumbo del partido. Raúl Carnero no mide en su persecución a Viti y acaba atropellándole en zona de nadie sin saber con qué parte del cuerpo le derriba. La sala VOR le iba a sacar de dudas. A él, a Iglesias Villanueva y a su juez de línea, a los que -como sucediera en Almería- se les pasó por alto una acción supuestamente tan flagrante que acabó con tarjeta roja y con Raúl Carnero en la caseta.
Más sobre el partido
Sin nada que llevarse a la boca en un partido que hasta entonces parecía de pretemporada, esa instantánea obligó a Pacheta a mover ficha. Y con ese movimiento, también un planteamiento que animaba a jugar con cabeza y a no cometer más errores. Se había cumplido el minuto 13 y tras unos segundos con Toni de lateral izquierdo, Nacho pasó a ocupar su puesto a costa de ceder esa banda a Sergio León en situaciones ofensivas.
La inferioridad blanquivioleta podía intuir cierta obligación en el equipo de Ziganda, además de por su condición de local, pero nada más lejos de la realidad. El Oviedo tenía una plan de partido de ritmo cansino, pausado, pastoso, sin contemplar la posesión de balón, y de ese guion no salió pese a tener un jugador más en el campo. Había planteado un encuentro de contención, difícil de masticar para su rival, a la espera de una contra para lanzar a Borja Bastón, y de repente se topó con un escenario más favorable que le costó gestionar. Aún así, con el paso de los minutos fue ganando presencia en el área visitante gracias a la movilidad de Brugman y la omnipresencia de Bastón.
Fue el uruguayo quien avisó por dos veces antes de alcanzar el descanso, pero sus disparos no cogieron portería. La primera alarma saltó justo antes de que los dos equipos enfilaran el camino de vestuarios rumiando la jugada de marras.
A la vuelta, quien más quien menos esperaba cambios y soluciones ante el nuevo escenario que dibujaba el partido, pero Pacheta, lento de reflejos, decidió apostar por el mismo bloque e idéntica disposición. Craso error porque ese guante lo recogió con gusto el conjunto carbayón para lanzar un segundo e incluso un tercer globo sonda. Fue Borja Bastón quien encendió la segunda de las alarmas, primero con un remate de cabeza que despejó Masip y en segunda instancia con un gol que sería anulado por centímetros.
La tercera alarma ya no sonaría porque de tanto frecuentar el área visitante, el Oviedo encontraría una vía de escape entre las posiciones de El Yamiq y Nacho. Por ahí llegó el primer tanto, en un pase filtrado que Javi Mier no perdonó, y por ahí se desangró también la zaga blanquivioleta en el segundo, esta vez con Borja Bastón cruzando al palo contrario ante la salida de Masip. El pichichi de la liga, que llevaba dos jornadas sin ver puerta, puso la estocada a un Valladolid entregado que casi sin darse cuenta se vio besando la lona sin haber siquiera inquietado la portería contraria.
Ya contra las cuerdas, llegaría la revolución y los giros de pizarra. Pacheta, que minutos antes había dado la manija del centro del campo a la pareja Monchu-Anuar, agotó su última bala dando entrada a Weissman con media hora de juego por delante y para surtirle de balones colocó a Josema en el lateral para que Nacho avanzara metros en la banda izquierda. Tampoco surtió el efecto esperado. Estaba claro que no era el día puesto que ni el balón llegó limpio a las bandas, y por lo tanto tampoco el israelí encontró vías para probar a Femenías, inédito hasta entonces.
Hubo que esperar a los minutos 66 y 71 para asistir a las ocasiones más claras, ambas en balones llovidos que merecieron mejor suerte. En la primera Sergio León no remata por centímetros, mientras que en la segunda Anuar remata desviado de cabeza una falta botada por Monchu.
Ya con el partido en el descuento, y la defensa blanquivioleta fuera de sitio, Montiel iba a cerrar el partido en jugada individual con Monchu como única oposición dentro del área pequeña.
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