No quiso esperar la dirección deportiva a que se firmaran salidas para acudir a la ventana del mercado invernal, y esa apuesta de incorporar jugadores de refuerzo lo antes posible para acelerar su proceso de adaptación -de riesgo seguramente- surtió el efecto esperado. Por encima, ... incluso, de las expectativas creadas.
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El gol lo fabricó Darwin Machís y lo empujó Cyle Larin, pero no cabe duda que en ese trance algo tuvo que ver Fran Sánchez y su equipo de trabajo, acelerando las llegadas de venezolano y canadiense en busca de una reacción que se hizo esperar tanto como otros 90 minutos. Un partido entero pleno de tensión y altibajos que se encargó de resolver el último en llegar, quince minutos después de pisar por primera vez el césped de Zorrilla. No necesitó más Larin. Un balón al área, un remate de delantero centro puro y un gol que rompía una mala racha de cinco derrotas consecutivas y 590 minutos sin marcar.
El delantero de origen jamaicano se llevará los honores, pero los reconocimientos apuntan a Machís, cuya verticalidad y tino a la hora de llevar el balón al área resultaron fundamentales en el cambio de fisionomía del conjunto blanquivioleta. El venezolano acabó como el mejor de un partido que saca al Real Valladolid de puestos de descenso y agrava la crisis de un Valencia cada día más apremiado por la caída libre en la que se encuentra inmerso -una victoria en las nueve últimas jornadas-.
Real Valladolid
Masip; Lucas Rosa (Luis Pérez, minuto 46), Joaquín, Javi Sánchez, Olaza; Aguado, Roque Mesa, Kike Pérez; Óscar Plano, Machís y Sergio León.
1
-
0
Valencia CF
Mamardashvili; Foulquier, Comert, Christian, Cenk, Gayá, Musah, Almeida, Lato, Castillejo, Lino y Cavani.
Goles: 1-0 (minuto 90): Cyle Larin.
Árbitro: Figueroa Vázquez. Amonestó a Javi Sánchez, Aguado y Roque Mesa por los locales, y a Almeida por los visitantes.
Incidencias: Jornada 19ª, última de la primera vuelta del campeonato. 19.675 espectadores en las gradas del estadio Zorrilla.
El prepartido tuvo su peso en lo sucedido sobre el césped de Zorrilla. Los dos equipos saltaron con varias mochilas a la espalda por su pasado reciente, y en los primeros compases quedó bien patente que el Real Valladolid iba a soportar más kilos, toneladas incluso, por el hecho de jugar como local. Enfrente, el Valencia dejó en casa la que sufre cuando se emplea en Mestalla y eso le proporcionó una tranquilidad que no tardó en trasladarse al campo.
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Mucho más cómodo y hasta ligero, la ausencia de esa presión con la que le sobrecarga su afición le dio cierta pausa y un control desconocido en sus últimas apariciones. No necesita de la posesión el equipo de Gattuso como puente para llegar al área contraria, y en Zorrilla en cambio la primera media hora fue de su dominio. Sin el aguijón afilado, pero con un poso suficiente como para apuntarse cuatro ocasiones en los primeros veintidós minutos de juego.
La más clara, un mano a mano de Musha con Masip que el meta catalán desvió cuerpo a tierra. Vía de agua que llegó por banda derecha, donde Olaza evidenció su falta de ritmo y partidos, un punto por debajo del resto del equipo. El resto de ocasiones ché llegaron a balón parado, en sendos remates de cabeza de Christian y Cenk que vieron más cerca el palo que las manos de Masip.
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Sin rastro hasta entonces del equipo de Pacheta, el partido pasó entonces por un tramo más insulso, también igualado, en el que el protagonismo recayó más en los centrales que en los delanteros de ambos equipos. Un ida y vuelta desabrido e insustancial que sirvió para que el Pucela se sacudiera el dominio visitante, ¡y de paso la caraja!, sin que ello le diera ningún rédito.
Descorazonador panorama con el que llegó al descanso, sin amenaza ni ocasiones de gol que animar a la grada, y con la sensación de equipo estancado en la nadería. Apocado, tristón, desprovisto de alma,... el peso de las derrotas en un grupo desconocido tras el Mundial hacía mella, y ni siquiera el debut de Machís -tan activo como poco activo- le sacaba de pobre.
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El partido pedía cambio de discurso, y la salida de vestuarios deslizó alguna señal a la que agarrarse. Concretamente la primera amenaza blanquivioleta, en un disparo lejano de Óscar Plano que obligó a Mamardashvili a lucirse. Poco caramelo para llevarse a la boca después de 46 minutos de juego, y sin embargo un primer paso para hacer granero ante un rival que fue desinflándose hasta perder todo el control y fluidez con la que se desenvolvió en la primetra mitad.
Le faltaba al Real Valladolid un interruptor que le acercara a la portería visitante, y el cambio de posición de Óscar Plano -como media punta tras la salida de Plata al campo- arrojó la luz necesaria para merodear el gol. El peligro empezó a asomar. Primero por la izquierda a través de un disparo cruzado de Machís que salvó el meta georgiano; acto seguido Plata por la derecha, en la ocasión más clara de todo el partido que el ecuatoriano definió de la peor manera; y en un margen de cuatro minutos también Óscar Plano, entre líneas, en un mano a mano resuelto con un pase de la muerte que no encontró rematador.
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No llegaba el gol y, sin un '9' de referencia, Pacheta optó por dar entrada a Cyle Larin para cazar algún balón huérfano. El canadiense es de esa raza de jugadores que solo necesitan media ocasión para marcar, y la máxima la llevó en esta ocasión hasta las últimas consecuencias. El Pucela tenía velocidad punta en las dos bandas y solo necesitaba de un rematador que conectara bien con Plata, cien con Machís.
Tan sencillo como esa vuelta a los orígenes que promulgaba el técnico de Salas en la previa. Tan básico como el propio fútbol. Balón a banda, balón al área, balón al fondo de la red. Y después de 90 minutos con ambos equipos dando vueltas al partido, eso es lo que sucedió.
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Con el Real Valladolid volcado sobre la banda de Machís, fue el venezolano quien colgó un nuevo centro afilado al corazón del área para que 'Laringol' acertara a las primeras de cambio, en un escorzo propio de delantero centro.
Se cumplían 590 minutos sin celebrar un tanto, suficientes para cortar la mala racha de los de Pacheta. Suficientes para que el estadio explotara de alegría. Y suficientes para que el Real Valladolid retome la senda de la victoria y abandone -momentáneamente- la zona de descenso.
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