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El Pucela hizo méritos sobrados para empatar y, sin embargo, salió de Zaragoza con la primera derrota del curso en la mochila, víctima de su falta de pegada en las dos áreas. Un viejo axioma del fútbol que no necesita ninguna explicaciones. Sin un líder ... en la zaga con mando en plaza ni un '9' rematador en área contraria es poco menos que imposible ganar un partido, porque el primero te puede dar un punto si no hay nada arriba y el segundo se lo puede quitar al rival si consigue burlar tu defensa sin la solidez del primero. A día de hoy, salvo los fuegos de artificio de Cédric en pretemporada que se apagaron en Zaragoza, el Valladolid no tiene ni uno ni otro.
Con el mercado de fichajes al 50%, los blanquivioleta necesitan más pólvora si quieren vulnerar campos como el de La Romareda. El partido le llegó demasiado pronto al equipo de Pezzolano, falto no de rodaje sino de mimbres para armar un cesto de garantías.
Real Zaragoza
Christian Álvarez; Fran Gámez, Jair Jr., Francés, Aguado, Iván, Maikel Mesa (Germán Valera, minuto 91), Bakis (Mollejo, minuto 82), Francho, Nieto, y Toni Moya (Grau, minuto 82)
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Real Valladolid
Masip; Luis Pérez, Boyomo (Montiel, minuto 58), Quintana, Escudero (Lucas Rosa, minuto 46), De la Hoz, Monchu, Iván Sánchez, Tunde, Raúl Moro (Kenedy, minuto 46) y Cédric (Sergio León, minuto 58).
Goles:
Árbitro: Ávalos Barrera. Amonestó a Toni Moya y Christian Álvarez por los locales (también Sergi Enrich, en el banquillo) y a Iván Sánchez y Quintana por los visitantes.
Incidencias: Segunda jornada de la Liga Hypermotion, disputada en el estadio La Romareda.
El partido dejó mensajes, antes incluso de su inicio. Pezzolano dejó fuera de la convocatoria a Amallah, a un paso de irse al Valencia, a Fresneda, portada en los diarios portugueses este jueves, y a Sergio Asenjo, descartado para el uruguayo y pendiente de buscar un pretendiente que se ciña a su emolumentos en Valladolid. Tampoco entraron en la lista -por segunda semana consecutiva- Hugo Vallejo, Malsa y Narváez, probablemente blanquivioletas hasta el último día de agosto.
Eso, de los ausentes. De los presentes, que también son los importantes, el técnico apostó por el mismo planteamiento y casi el mismo once del debut, con la salvedad de Víctor Rofino, que pagó con el banquillo su indecisión e inseguridad en el estreno. No es hombre de medias tintas Pezzolano, que en su búsqueda de rendimiento prefiere un centrocampista fuera de sitio pero que responda antes que un jugador inestable en su posición natural. En esa balanza pesó más la segunda parte de Quintana ante el Sporting, y el chaval del filial partió de inicio en el centro de la zaga junto a Boyomo.
Un retoque que no alteró el dibujo ni la intención del Real Valladolid, que salió mandando con las mismas armas (menos una) que en el debut en liga una semana antes. Liderazgo de Monchu en la zona de creación, la solidez de De la Hoz tras pérdida, y la amenaza de Iván Sánchez en banda derecha... con el único déficit en el corazón del área, donde Cédric no encontró desmarques ni balones para poner el acento al control blanquivioleta. Y en fútbol, especialmente en Segunda, el 99% de la posesión no garantiza siquiera un empate.
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En ese uno por ciento restante cabe un balón muerto en el área a la salida de un córner, un error defensivo y, como consecuencia, un remate a placer del rival a dos palmos de la portería. Exactamente eso es lo que le pasó, y pagó, el Valladolid en una primera parte insulsa con apenas veinticinco minutos de juego efectivo. Marcó Francés en el minuto 31, aprovechando el error en la marca de Luis Pérez, y acto seguido el Zaragoza se dedicó a congelar el reloj, a dormir el partido y a desquiciar a un rival ahogado desde entonces en su ansiedad. A ese estado de angustia colaboró en su medida el árbitro (y la sala VOR), que detuvo el partido un puñado de minutos por un penalti meridiano... para acabar mandando a Ávalos Barrera a la banda (pantalla) ¡para pitar un fuera de juego en el arranque de la acción! Un arranque en el que Francés agarra y se lleva por delante a Cédric. Al colegiado le asaltó, entonces, la pregunta '¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?', y su respuesta fue despejar el problema pitando 'offside'.
El descanso pedía soluciones, y el técnico, lejos de arriesgar, aplicó la lógica dando entrada a Lucas Rosa en banda izquierda -por un tocado Escudero- y a Kenedy en la derecha en busca de una profundidad que no había aportado Raúl Moro. Cambios tibios y respuesta tibia de un once, más apocado que el inicial, que se dejó comer todo el terreno ganado en la primera parte. La consecuencia no tardó en llegar. Balón por la derecha que se pasea por todo el área -sin una sola pierna mediante- que acaba en el segundo palo para que Maikel Mesa, libre de marca, marque el segundo de la noche. Solo la posterior revisión desde la sala VOR iba a dar una bola extra al Valladolid que, sin merecerla en la reanudación, esperó la llamada a arrebato de su técnico para dar un paso adelante.
Era riesgo o derrota. Y con el partido ya perdido, sin una sola señal que llevarse a la boca, Pezzolano tiró de memoria para mandar a De la Hoz a sus orígenes, o sea a la posición de central -segundo cambio de Boyomo en dos jornadas-, y lanzar al equipo enganchado al debut de Joni Montiel, con Sergio León en el puesto de Cédric.
Decisión coherente en la pizarra que necesitaba refrendarse sobre el verde. Tiempo había, piernas también. Faltaba saber si con el mercado a medio hacer, había jugadores en el campo capaces de materializar esa apuesta. Los había. O al menos los hubo para fabricar dos acciones muy claras de gol que se fueron al limbo por milímetros. La primera, en un disparo de Iván Sánchez que hizo temblar el larguero a servicio de Sergio Léon; y la segunda, en un remate raso de Lucas Rosa dentro del área que lamió la cepa del palo izquierda de la portería de Christian Álvarez.
Se había superado el minuto 81, con el partido ya en modo ida y vuelta y el Valladolid lanzado a tumba abierta en busca del empate. Balón a los 'jugones' (Kenedy, Montiel, Iván Sánchez, Monchu,...), y cruce de dedos. Una esperanza que se quedó en el chasquido, evidenciando que el partido de altos vuelos que se presumía le llega demasiado pronto a un Real Valladolid en mantillas, no en intención y juego pero sí en plantilla y estructura de equipo que pretende ser competitivo. Al puzzle le faltan piezas para terminar de encajar entre los llamados a pelear el ascenso.
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