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El Burgos CF mandó a la lona al Real Valladolid con tres sopapos en seis minutos. El pujante equipo de Julián Calero, recién subido de la Segunda B, se merendó en un pispás a la escuadra de Pacheta, que no encontró soluciones en ningún ... momento y quedó hecho añicos en tiempo récord. La contundente derrota recuerda que en esta categoría no se gana por heráldica, trayectoria ni plantilla. El Pucela fue un guiñapo en El Plantío, donde salió humillado, y con sensaciones más cercanas a la nefasta campaña anterior en Primera. ¿Es esta la mejor plantilla de Segunda tras el cierre del mercado de fichajes? En El Plantío, desde luego, no lo demostró.
A pesar de las bajas de Joaquín Fernández y Shon Weissman, Pacheta mantuvo el dibujo 3-4-3, con Rubén Alcaraz reconvertido a la posición de central derecho y con Cristo González en la punta del tridente ofensivo. Esta vez la pizarra no surtió efecto, aunque el derbi comenzó por los caminos previstos. El Real Valladolid reclamó la pelota ante un Burgos ordenado y siempre tenso para disparar las transiciones. Janko buscó las primeras percusiones por la banda derecha, con proyecciones poco exitosas, mientras Toni Villa se movía libremente por el frente del ataque. Todo fue un espejismo. El Burgos CF no se inquietó por el dominio posicional visitante y se entregó al ideario de Julián Calero, mientras la grada burgalesa apretaba a los pucelanos.
Un balón largo a Guillermo, recambio de última hora de Álex Alegría en el once, evidenció el peligro que encerraba el juego directo del Burgos. El Pucela comenzó a griparse sin encontrar la manera de deshacer la maraña local. Óscar Plano trató de hacer carburar al Pucela sin éxito, en medio de un juego colectivo demasiado previsible.
El Burgos comenzó a acelerar, en un escenario que había previsto Pacheta, pero ante el que su equipo no encontró antídoto. Saúl Berjón dispuso de un par de ocasiones claras, una de ellas abortada por el guante heroico de Roberto. El partido se torció. El Real Valladolid empezó a vivir lejos de la portería de Herrero, con los consiguientes riesgos. Y, con el Burgos cada vez más estirado, Roque Mesa barrió a Guillermo dentro del área, en una acción que a Moreno Aragón le pasó inadvertida, pero no al VAR, que reclamó la revisión arbitral. El colegiado decretó el penalti y Juanma batió a Roberto por el centro desde los once metros para rubricar el primer tanto del Burgos CF en su vuelta a Segunda.
El 1-0 desestabilizó al Pucela hasta unos niveles indignos de un equipo que quiere volver a la Primera División por la vía rápida. Esta vez, no apareció la versión calmada de Lugo para sobreponerse a las adversidades y mostrar un catálogo dominador. El Real Valladolid se transmutó en un flan viviente y en una verbena defensiva. Los centrales se resquebrajaron y las ayudas desaparecieron. El Burgos olió la sangre blanquivioleta derramada y se dispuso a asestar espadazos sin contemplación.
Roberto Jiménez tuvo que salir a todo tren para atajar una llegada burgalesa a los pocos segundos del 1-0. Javi Sánchez y Guillermo chocaron, por lo que necesitaron atención. Con el Burgos con uno menos mientras los médicos atendían al delantero centro y Sánchez deambulaba con la cabeza vendada, llego el 2-0, tras un grave desajuste defensivo, un centro desde la banda derecha del Burgos y un cabezazo inapelable de Valcarce, sin ninguna atadura en el área.
Con el 2-0, el Real Valladolid decidió dimitir definitivamente. En lugar de volver al orden, mantener el sosiego y recuperar las virtudes perdidas, entregó la cuchara de mala manera en un Plantío vigorizado por la tunda local. En un par de minutos, el marcador ya lucía el 3-0, después de otra barrabasada atrás y mientas Juanma García le cogía la matrícula a Javi Sánchez, se plantaba ante Roberto y descerrajaba el tercer gol local en solo seis minutos.
El 3-0 supuso una montaña infranqueable para un Real Valladolid que mostró en Burgos una imagen doliente que ya consideraba desterrada. Ya solo quedaba agitar mucho el banquillo para probar otras situaciones, más enfocadas al futuro que a revertir una situación que ya se veía como imposible. Pacheta introdujo de una tacada en el descanso a Álvaro Aguado, Luis Pérez, el debutante Diogo Queirós y Nacho Martínez y retiró a los inoperantes Fede San Emeterio, Janko, Javi Sánchez y Rubén Alcaraz. Estos cambios llevaron inicialmente a Olaza a ocupar posiciones más centradas, aunque con la entrada de Hugo Vallejo en el 56, el Pucela viró hacia un dibujo con Toni y Nacho como extremos, y con Vallejo y Cristo como delanteros.
El 3-0 permitió al Burgos mantener el control del partido ante un Pucela roto por los acontecimientos. Roque Mesa intentó una vaselina en vano y buscó algunas internadas infructuosas. El balón volvió a ser blanquivioleta, pero sin ninguna voluntad para dañar a un Burgos que mantuvo el carácter coriáceo, bien sostenido por los cambios de Julián Calero. El Real Valladolid solo opuso algunas conexiones intermitentes entre Aguado y Vallejo y una peligrosa endeblez defensiva que los locales no lograron explotar para ampliar su goleada. Saúl Berjón, por ejemplo, volvió a recorrer una autopista por su banda para servir un balón que se paseó por el área de Roberto sin que nadie acertase a rematar.
El Real Valladolid no pudo oponer siquiera un gol honroso para maquillar mínimamente una derrota sin paliativos. La realidad es que el portero Herrero vivió una tarde plácida, poco exigido por un Pucela sin colmillos por la ausencia de Weissman y sin que Sergio León tuviese aún la opción de estrenarse con la camiseta blanquivioleta. Porque hay un dato demoledor: este Real Valladolid que quiere sentirse protagonista solo logró ajustar un tiro a puerta de los diez que intentó, por los ocho entre los tres palos de Roberto que acertaron los burgaleses. El 3-0 supone un correctivo en toda regla. Hará bien Pacheta en hacer examen de conciencia y tomar medidas.
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