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Reconozco que, cuando mi amigo Martín provocó el tintineo de mi WhatsApp con las entradas, tuve sentimientos contrapuestos. Superpalco. Por un lado, pensé, «y si…» Bah. El Pucela es eso. La sorpresa. Este año casi siempre para mal. Bueno, casi ni sorpresa. Después, me recorrió un escalofrío, algo parecido a meterme en la piel de Morante encerrado con ocho Victorinos de metro ochenta. Si, ocho, porque pisar el estadio del Atleti para el Real Valladolid siempre es algo parecido a someterse a una colonoscopia sin anestesia. Así me sentí, como un reo con el mono naranja antes de cruzar la última frontera y recibir la inyección. Pensé en poner una excusa y borrar el 'whats'. Pero fui, porque el Pucela somos nosotros.
Y sin darme cuenta me encontré ahí, en medio del 'Thunderstruck' de AC DC y las alineaciones con el Speaker a medio gas. Y aparecieron Mazziotti. Y Catoira. ¡Dominguinho! Y después Jorge Santiago y Luis García, que se fueron a la zona más noble de la zona noble. El chófer de Ronaldo grabó el himno a capella con desdén. Sin mirar la pantalla y el móvil como de soslayo.
Los hinchas del Pucela están en un gallinero esquinado. Hay muchos tipos de chaleco amarillo que rodean al grupo. No te creo. Se han traído la protesta al Metropolitano. 'Ronaldo go home' Están sentados, muy quietos, como si hubieran comprado la entrada por eso, porque el Pucela somos nosotros y hay que seguir. No corearon ni la alineación, pero estaban. Siempre están.
Mi colega Miguelito es de apostar. Es matemático el tío. Yo no tengo ni idea, pero tenía que aderezar el 'y si' con un poco de gracia. Tres euros a que gana el Pucela, que lo pagan a 21. ¿Y si…? Un poco cutre la inversión, pero tampoco es cuestión de regalar nada que los de las casas de apuestas manejan mucha tela.
Cuando rueda el balón me vuelve la sensación del tubo entre nalgas. Los hinchas del Atleti no gritan como siempre, lo dan por hecho. Eso es bueno, ahí se mueve bien el Pucela para hacer añicos la lógica. Y de repente un balón en largo, Oblak en tierra de nadie. ¡Que alguien controle eso y pegue a puerta! Nada, Chuki y Anuar se estorban. A seguir creyendo, como si no tuviéramos motivos esta temporada para saber que es imposible. La fe es libre, oiga.
André Ferreira evita el final del partido anticipado en el minuto 5. ¡Vaya, si para y todo! Nos hará falta. A mi derecha, lo que era (o es) el Frente, no para de cantar y tira del carro. Mis paisanos siguen hundidos en la butaca. Saben que es cuestión de tiempo. O no. El VAR les despierta el apetito. También la fe. Y las banderas de Ronaldo ondean, bufandas al viento. ¡Gol! Las corbatas de la zona noble me miran mal, pero no celebrar un gol del Pucela, con la falta que hace y la escasez, es como ir a una sidrería y pedir un tartar de salmón y dos croquetas. Siempre chuletón. Dos minutos duró la alegría. Otra vez el VAR, que siempre está ahí para romper el encanto. Ay, Javi, qué pisotón más tonto. El Pucela, siempre el Pucela. Mazziotti y Catoira llevan la emoción por dentro. Ni festejo ni drama. El chófer de Ronaldo tampoco. Está a sus cosas, como Manucho.
Está mal enfadar al Atleti en casa. «Celebra, que es el único que vais a celebrar de los cuatro que os vamos a meter», me espetó la señora de bien que tenía a mi lado. Ella y su perfume contundente. Ni tres minutos y dos goles. Me acojoné, la verdad. Es la prima de Rappel.
Las gargantas blanquivioletas vuelven al estado de reposo y resignación. «Todo lo que no sea un 6-1 para el Atleti es un fracaso», apostilla el chaval que tengo detrás. Otro visionario. Lo ven muy fácil. Pero seguimos, que queda mucho.
El partido entra en letargo. Solo gritan los de rojo y blanco. Solo corren los de Simeone. Su hijo casi revienta a Machis en quince metros. De locos. El caso es que nos aplatanamos. Como si el 2-1 fuera bastante. Pero el Atleti quiere más. Qué miedito.
Álvaro Rubio va muy fresco. Pitillo y sudadera. Llueve con fuerza y al Atleti ya no hay quien le meta mano. Simeone lleva plumas. Cualquiera se atreve. El día que vaya a Zorrilla se pondrá en manga corta solo para llevar la contraria. Me voy al descanso con la fe hecha jirones, pero las viandas amortiguan el disgusto. Qué le vamos a hacer. Me quedo con el partido hasta el minuto 20, el tiempo en el que el Pucela fue el Atleti y el Atleti fue el Pucela. Después, todo volvió al sitio. Javi Sánchez se redimió con un gol que levantó las bufandas blanquivioletas. 2-2. Mazziotti casi se lo pierde. Volvió tarde de la zona VIP. El chófer de Ronaldo no volvió. Ronaldo tampoco, claro. La segunda parte abrió con ilusión y se abrochó con la resignación habitual. El 'y si' murió por el camino, entre la lluvia. Con Rubio pertrechado con chubasquero y 200 kilómetros de vuelta para los de siempre. Pucela somos nosotros. La señora del perfume caro tenía razón. Volveremos.
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