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J. C. Cristóbal
Sábado, 21 de diciembre 2024, 20:06
Era una tarde para que Nazário, Catoira, Cocca y los capitanes estuvieran en las puertas de los Anexos para dar la mano en señal de disculpa y de gratitud a los aficionados que todavía siguen enganchados a este juego llamado fútbol después del último viernes ... negro; son esa raza pucelana que, junto a familiares, amigos y ojeadores, desafían al frío para subir a ver al filial y reconocer las emociones que les llevaron hace muchos años por primera vez a un estadio.
REAL VALLADOLID PROMESAS
Aceves; Alin Serban (Koke, min. 60), Gabriel Rodríguez (Ortuño, min. 80), Arco, Hugo San; Frimpong, Maroto (Ivorra, min. 18); Xavi Moreno, Sergi Esteban (Rulo, min. 80), Neira (Mario Sesé, min. 60); y Delgado.
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COMPOSTELA
Rabanillo; Soto, Crespo, Ocaña; De Prado (Trasi, min. 86), Selasi, Samu (Álvaro Casas, min. 46), Roque (Giuliano, min. 77); Matos (Landeira, min. 77), Fer Cano; y Manu Barreiro.
Árbitro: Puga, asturiano. Rojas por doble amarilla a Selasi (min. 20) y directa al delegado del campo (min. 91). Amarilla a Samu, Crespo y Álvaro Casas.
Incidencias: Anexos. Jornada 17ª en el grupo I de RFEF. Algo más de media entrada. Tarde soleada y fría.
Goles: 1-0 (min. 6): Delgado.
Con eso les basta, ya casi les da igual que sea en Primera o en Cuarta, que sea un fútbol bueno o malo, bonito o feo, quieren sentir las emociones que les empujan a aplaudir la salida de los equipos, a gritar un gol, a echarse las manos a la cara con las ocasiones falladas y a pedir la hora cuando ya se ha cumplido el 90. Al menos, el Promesas-Compostela les reconcilió con ese fútbol de siempre, quizá por eso el microclima de los Anexos se lo agradeció despejando la niebla que cubrió la ciudad durante la mañana.
Muchas de esas emociones se vivieron por la tarde. Son las que debe de haber en las jugadas a balón parado, que no pueden resolverse en el trámite burocrático de devolver el balón al campo. Así lo entendió de salida el Promesas, con Sergi Esteban pateando con tensión un córner, con Arco cabeceándolo hacia abajo y con Delgado recogiendo el rechace del portero para mandar el balón a la red, subido el de Móstoles en esa buena ola de los goleadores en racha y que le aúpan como pichichi del grupo. También lo entendió así el Compostela, que respondió de inmediato con un remate del veterano Manu Barreiro que exigió la buena respuesta de Aceves.
Son las emociones de un equipo que no se viene abajo con el primer revés. El Compos, muy lejos del equipo con el que se encariñó media España hace casi treinta años, se quedó con diez a los veinte minutos por una imprudencia de Selasi, uno de esos futbolistas africanos de catálogo que pueblan nuestro fútbol; el ghanés cometió dos faltas de manual en medio campo, lejos de cualquier zona de peligro. No se descompuso el equipo gallego, recolocó sus piezas y no le perdió la cara al partido, aprovechándose quizá del despiste que le entró al Promesas con la lesión en el hombro de Maroto, un jugador que pone pausa al juego.
Ese desorden también provoca emociones, y deja al descubierto la falta de acierto y madurez para rematar los partidos. El Promesas tuvo múltiples ocasiones para hacerlo, no atinó con ninguna, y eso le metió el miedo en el cuerpo. Xavi Moreno, que ha perdido la finura en el disparo de las primeras jornadas, dio todo un recital de asistencias y bien pudo llevarse al vestuario un hat trick de pases de gol; dos de ellos los colocó en la prolongación de la primera parte, sin que ni Delgado ni Neira encontraran el tino necesario para embocar en el doble mano a mano con el portero compostelano, y Sergi Esteban, ya en la segunda parte, recibió el caramelo del once blanquivioleta y cruzó el disparo para encontrarse con la gran parada de Rabanillo, que manoteó todo lo que le llegaba al área.
La emoción de la grada la llevó a impacientarse porque las contras no llegaban a buen puerto, faltaba ese freno para pararse, levantar la cabeza y entender que a veces es mejor llegar al área contraria es cinco pases que en dos, con un exceso de precipitación. El Compostela respiró al verse dentro del partido y metió picante a su ataque con la entrada del argentino Giuliano, que primero buscó la escuadra con más intención que puntería, y después cayó en el área llevando con un escalofrío la mirada al árbitro, quien confirmó que es de los que dan poco trabajo al silbato; antes bien pudo expulsar con una segunda amarilla a Crespo, pero prefirió mirar a otro lado y archivar con su silencio la jugada. Emociones por un reloj que no parece correr, por ese segundo balón que se patea desde la banda, algo que no está bien, y que sin embargo refleja tensión, nervio, miedo, fútbol.
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