El Promesas encuentra el buen camino

Álvaro Rubio ha diseñado un sistema en el que sus jugadores están cómodos, con una defensa de tres en la que Quintana tiene jerarquía para saltar al centro del campo y crear superioridades, y una delantera también de tres en la que Chuki tiene movilidad para meterse por dentro a recibir. Fueron veinte minutos vibrantes, con el colchón del gol tempranero; Verde lanzó un pase profundo, Chuki se desmarcó y cruzó su zurdazo, Pato Guillén no sujetó la pelota y Arnu entró como un cohete para estrenarse como goleador en los Anexos.

Los blanquivioleta advirtieron las manos blandas del portero santiagueño y le pusieron a prueba con lanzamientos desde fuera, y así lo intentaron Íker Pérez, Javi Martínez y Raúl Chasco, el de este en busca de la escuadra. Hablamos de tres nombres diferentes que, unidos a los otros tres que generaron el 1-0, reflejan un juego coral del Promesas, en el que todos pueden sentirse protagonistas de la victoria. Para entenderlo mejor, y por citar otra vez a sus mayores, el filial no fue un 'Amath y diez más'.

El heredero del viejo Compos, rival directo del Pucela entre 1994 y 1998, se sacudió el acoso y empezó a crecer a partir de Parapar, que buscaba la espalda de su lateral, y de Manu Barreiro, que ejerció de faro para descargar. No fue suficiente para encontrar los tres palos de Rafús, casi inédito en los 99 minutos de partido, pero sí para merodear el gol del empate cuando caían los últimos granos de arena de la primera parte, cuando ni Soto ni Barreiro remataron con claridad.

Regresó de los vestuarios un Promesas más impreciso, con la sensación de que el partido se le iba a hacer largo, momento en que el juvenil Iago Parente aguantó y taponó una colada peligrosa de Parapar; una acción defensiva de las que también suma puntos y que, además, espoleó a sus compañeros. Íker Pérez encontró una autopista por su derecha y metió dos balones con música de gol que no sellaron ni Arnu ni su sustituto Paredes; también Chuki rozó el segundo con un disparo ajustado que rozó la madera.

El partido estaba en ese tópico que dice que si no sentencias, lo pagas; el Compostela agitó el árbol con un triple cambio que incluyó a un segundo delantero muy grande junto a Manu Barreiro; y suspiró con el 1-1 de la forma más inesperada, un golpeo de falta directa de Casas desde medio campo que envenenó el viento y sorprendió a Rafús; por suerte, la pelota no cogió palos.

Era el minuto 69 y el juego se desordenó, consecuencia de las sustituciones, las entradas a destiempo y la falta de fuerzas. Manu Barreiro mandó el balón a las mallas en el 76 desde la atalaya de sus 191 centímetros y la experiencia de sus 37 años, aunque para llegar al gol necesitó cargar a Rafús en su área pequeña. El árbitro, pese a las protestas compostelanas, no dudó. El partido entró en una peligrosa fase de zozobra, Barreiro volvió a ganar una pelota aérea, y el Promesas no respiró, y estalló de alegría, hasta una nueva conexión de equipo entre Koke, Paredes y Sergi Esteban. Y la afición, que no compra la sopa de sobre como alta cocina, rompió a aplaudir.