El Promesas se desquita y coge aire con una victoria que hace resurgir el ánimo

El intenso aguacero que caía se paró en cuanto sonó el silbato para decretar el inicio del partido. Una tregua para presenciar tal duelo de pistoleros en unos Anexos con un ambiente espectacular. Solo podía quedar un superviviente, por eso de que los de Álvaro Rubio cuentan con una bala de aquí a final de temporada y un mínimo tropiezo puede ser fatal. El entrenador logroñés hizo solo dos permutas respecto al once que empató ante el Villalbés. En portería se decantó por Rafús, mientras que apostó por adelantar a Quintana a la medular para aportar de ese equilibrio que tanto adolecen los blanquivioletas. Lo logró el Promesas en esos primeros minutos para testear las intenciones de su oponente, aunque en ocasiones flaquea, los cimientos de la defensa no son de todo estables.

Ortuño estuvo fuerte al choque para frenar el ímpetu de Javi Delgado y Tobar, veteranos y curtidos en mil batallas. El Promesas quería tener la pelota, esa voluntad no le falta, pero el aguijón no tiene veneno. Llegaba por los costados, con un Chasco que sabe bien lo que es apurar línea de fondo, pero también meterse por dentro. Se desesperó con Unai, encargado de ser su sombra. La ruta de la Gimnástica Torrelavega era bien distinta, planteaba ser letal con los balones que Dani Sotres mandaba a sus atacantes a la espalda de la defensa blanquivioleta. Con la lesión del Sotres, a los 25 minutos, el juego cogió velocidad. Antes solo hubo un testarazo de Yago Paredes a centro de Chasco que atajó el meta del cuadro cántabro.

La más clara la tuvo Javi Delgado con un envío directo al palo después de que Ortuño cometiera el error de quedarse el balón. El susto aceleró el corazón. El Promesas seguía teniendo el balón, pero carecía de ideas. Se estiraba por las bandas y optó por probar suerte con varios tiros desde la frontal que acabaron en el limbo. La expulsión de Tobar, cuando la primera parte decaía, acrecentó la tensión. Una acción merecedora de tarjeta amarilla.

Las diferencias se quedaron en el vestuario en el regreso al verde. En inferioridad, la Gimnástica se replegó atrás y el Promesas lució un aguijón más afilado. No acertó Yago Paredes y Rafús hizo despertar un grito de pánico al no controlar un balón que cerca estuvo de colarse en la portería. Pero Pozo tenía un plan. Era el minuto 57 y recibió un envió largo. Controló, recortó y directo a la jaula. Al caballo le habían quitado la brida. Solo cinco minutos más tarde volvió a golpear. Mediavilla esperaba para embolsar el balón, pero Pozo se adelantó para meter la puntera. Sutil y eficaz para obtener doble premio. A partir de ese momento, los blanquivioletas se soltaron, jugaron sin tensión. Sacaron los pasos prohibidos. Iker Pérez depositaba balones al área y se asociaba con un Chuki preciso para conectar con sus compañeros.

Para entonces, Álvaro Rubio agitó el árbol. Uno de los cambios fue Xavi Moreno, eléctrico para apurar línea de fondo y servirla al área para que Quintana finiquitara el duelo de pistoleros. No conforme, el Promesas siguió amenazando, el cuerpo lo exigía. No pudo poner el cuarto en el marcador ni tampoco blindar la portería. Ya en el añadido, Alberto Gómez, tras varios rechaces de Rafús puso el 3-1 definitivo. Tapiar la portería sigue siendo una asignatura pendiente.