El Promesas aprieta demasiado tarde

Álvaro Rubio cambió el dibujo y el equipo no se adaptó a la variante de dos delanteros, sin que Arnu supiera descolgarse para enganchar con el medio campo. Los centrales charros, ambos con pasado blanquivioleta, estuvieron sobrados y consiguieron que su portero Éric no pasara por ningún apuro, todo lo contrario que Aceves en el área contraria. Nada más empezar el partido, Cristeto sacó el tiralíneas para meter un gran balón a Emaná, el camerunés ganó el espacio, pero su tiro salió muy blando de sus botas.

Insistió el Salamanca, que no marcó porque Ortuño a ras de césped y Hugo San de cabeza estuvieron rápidos para ganar la acción antes del remate de sus delanteros; llegadas que no suman en la estadística de oportunidades y que llevan más peligro que muchos tiros a puerta. El colombiano Juancho encontró un minuto de lucidez que tampoco sirvió para abrir la jaula blanquivioleta, primero metió un pase con veneno a Emaná, que volvió a chutar, ahora con más picante, para obligar a la parada de Aceves, y después buscó un ángulo para pegar un derechazo que estrelló el balón en la madera más alejada.

Nadie se podía creer el 0-0, así que todos asumieron que el gol terminara cayendo en el cesto, aunque lo hiciera en un ataque inesperado. La pelota salió rebotada, suelta, y cayó a los pies, que decidió que el tercer intento no se le podía escapar y tiro de sutileza ante la salida del portero. El Promesas no había aparecido, tenía su listado de llegadas en blanco, y sin embargo rozó el empate en un testarazo de Ortuño contra la madera tras un saque a balón parado desde el lateral. No hubiera sido justo.

La segunda parte comenzó con una jugada en la que el árbitro fue más político, de los malos, que juez. La amarilla de Cristeto era de manual, pero era la segunda, y Cenis Martínez decidió que con pitar la falta era suficiente. Tan claro lo vio el técnico visitante, el mexicano Chiapas, que no tardó en sustituirle para evitar la compensación en una jugada posterior.

Rubio había removido otra vez las piezas, con Verde en el césped como primer escalón para sacar el balón, insertado entre los centrales y con los laterales más arriba, pero el Promesas seguía sin cogerle el aire al partido, faltaba ese enlace con la zona de ataque, y nadie podrá discutirle al técnico local que no lo intentara, ya que a falta de veinte minutos realizó un nuevo ajuste para incrustar en esa parcela a Sergi Esteban un futbolista que se ajusta mejor a la posición que Maroto, más distribuidor, y Frimpong, más llegador.

Para entonces el Salamanca había acariciado el segundo con un remate de Murua como buenamente pudo, con el balón muy cerca del poste, y a partir de ahí su juego se fue diluyendo con los cambios. Dejó vivo al Promesas y a punto estuvo de pagarlo muy caro. Koke ganó bien la línea de fondo, tenía campo libre, pero prefirió centrar y la defensa alejó el peligro; ya con el partido roto, Amaro no llegó al corte y dejó el mano a mano entre Delgado y Éric, que ganó la partida, el balón salió rechazado y Peña no encontró portería con todo a su favor; y casi sobre la bocina Alin enganchó un cañonazo que buscaba la escuadra y se encontró con una mano sensacional del portero salmantino. No se jugó más, el Salamanca tiró de picaresca, o de marrullería, como prefieran, el árbitro se puso gallito con cuatro amarillas en la misma jugada, después de comerse la importante, la del minuto 47, y el Promesas tendrá que esperar a otro día para recuperar el buen camino.