El primer fiasco madruga y sonroja a un Real Valladolid superado por el colista

Recibió dos, pero a ninguno de los 16.301 espectadores que se acercaron a Zorrilla, y que acabaron pitando al equipo, le hubiera extrañado que la cifra se fuera a cuatro o incluso cinco. Con mucho trabajo por delante, más de lo que le puede aliviar el final de mercado, el Valladolid se presenta en el mes de septiembre con dos derrotas en tres jornadas y la sensación de equipo por hacer.

Había motivos, muchos, para pensar en una mini revolución de inicio, y el técnico dio la razón a las sospechas con cuatro cambios con respecto al once que saltó una semana antes al estadio de La Romareda. Cambio en la portería, obligado por los problemas víricos de Masip -no entró siquiera en la convocatoria-; cambio en el centro de la zaga, obligado por la inseguridad que, de momento, transmite Boyomo; y cambio de pareja de baile para Monchu en la línea de creación, obligado por la necesidad de retrasar a De la Hoz a la posición de central. La lista de damnificados se llevó por delante a Tunde y de pasó atropelló a Quintana, el mejor de la zaga en las dos primeras jornadas.

Un movimiento notable en el equipo titular -probablemente a medio camino del que sufrirá cuando se cierre el mercado- que no iba a tardar en pagar su desconocimiento. Con el balón en los pies afectó lo justo, con posesiones conducidas por Iván Sánchez en banda derecha que se estrellaron contra el muro levantado por el Alcorcón. Y sin balón,... ¡ay sin balón!

Sin balón, los problemas se le multiplicaron al equipo de Pezzolano, que muy pronto empezó a pagar sus desajustes atrás. Descosido a las primeras de cambio, las costuras más visibles las protagonizaron el debutante Gustavo Henrique, fuera de sitio y aún demasiado lento -un veterano como él debería saber paliar esa lentitud con un mejor posicionamiento-, y un Luis Pérez desconocido en este inicio de temporada. De esa confusión bebió rápido el colista, que en un abrir y cerrar de ojos pudo colocarse con un 0-2 en el marcador cuando no había sido capaz de marcar en los 180 primeros minutos de campeonato. Lo hizo Jacobo González superada la primera media hora de juego, aprovechando una imperdonable pérdida de balón de Raúl Moro en la medular para sacudir las telarañas de la escuadra izquierda de la portería defendida por John Maciel; y el mismo Jacobo pudo repetir diez minutos después en una salida y despeje en falso de Luis Pérez que salvó el meta brasileño en el uno a uno.

Dos contras facilitadas por errores propios y un gol para el conjunto alfarero, que poco antes de llegar al descanso iba a disponer de una nueva situación, sin centrales por medio, para echar más tierra de por medio. No lo hizo, esta vez por la aparición de Kenedy en área propia, y el partido se fue a vestuarios con las peores sensaciones en lo que va de temporada.

Una fuga atrás y, casi peor aún, ni un solo disparo a puerta que llevarse a la boca. En 45 minutos ante el colista, nulo bagaje ofensivo.

Pero faltaba toda una segunda parte, y las pertinentes correcciones de Pezzolano en la caseta para alterar el sistema y desestabilizar a un rival que, a medida que caían los minutos, se encontraba más y más cómodo. Encerradito atrás, y con dos líneas muy juntas por delante de Jesús Ruiz, al Alcorcón no solo no le costó demasiado esfuerzo sujetar a un Valladolid demasiado previsible, sino que además supo esperar su momento para buscar las cosquillas a la contra. En una de ellas pudo Artola matar el partido con John vencido y a puerta vacía, pero Luis Pérez sacó el 0-2 bajo palos.

Antes, Iván Sánchez primero y Monchu después bien pudieron lograr el empate en dos claras situaciones de gol, pero sus disparos pecaron de falta de colocación. El de Ivi buscó el palo derecho y se fue por poco, mientras que el del balear cogió el centro de la portería después de una extraordinaria acción de Moro llegando a línea de fondo desde la banda derecha.

Tocaba agitar el árbol, y Pezzolano probó en la última media hora con dos delanteros (Sergio León y Cédric) y Juric para dar más consistencia al centro del campo, y en última instancia deshaciendo su idea original para dar entrada a Quintana y Tunde. Ni uno ni otro movimiento dejaron nada especial, sin respuestas ni síntomas de mejoría.

Ni remate ni amenaza, ni mucho menos gol. El gol que sí acabó encontrando el hasta ayer colista, en una contra que Dyego Sousa mató al segundo intento. Un ex como Víctor García pudo hacer el tercero, pero perdonó... y la sangre se quedó en la orilla.