El portero que no necesitaba guantes
El cancerbero vallisoletano Luis Menéndez, que no llegó a jugar nunca en el club de su tierra, militó en el Atlético entre los años 1951 y 57, y en el Betis (58-60) antes de retirarse en Salamanca
Más conocido por el Maracanazo que por ser el primero con dorsales, aquel Mundial de 1950 trajo de Brasil un puñado de buenas noticias al fútbol español además de darle el impulso que hasta entonces no había tenido.
El inolvidable gol de Zarra puso a España en el escaparate futbolístico y Ramallets, mejor cancerbero del torneo pese a encajar seis goles de la selección anfitriona, abrió los ojos a los expertos sobre la calidad de los porteros autóctonos. Los de la tierra. En un fútbol ofensivo en el que los únicos que salían en la foto y se llevaban el reconocimiento eran los delanteros, ¡también había porteros!
En Valladolid aquel año de Mundial había uno de postín, José Luis Saso, que había llegado una temporada antes del Atlético de Madrid –antes Atlético Aviación– y se había consolidado en su segunda campaña de blanquivioleta como uno de los mejores de la categoría. Pero había otro que, siendo vallisoletano de cuna, de la calle Arribas, nunca llegó a jugar como local en el paseo de Zorrilla pese a sus innegables condiciones como arquero y una trayectoria para enmarcar.
Luis Menéndez (Valladolid, 1931), de hecho, la tiene enmarcada en el salón de su casa. «Mencía, Tinte, Hernández, Múgica, Lozano, Montes», hace una pausa antes de ir a la fila de abajo, «Escudero, Carlsson, Pérez-Payá, Ben Barek y Juncosa», recita de memoria antes de descolgar otra foto en blanco y negro en la que posa junto a Di Stéfano en uno de los partidos amistosos que por entonces llamaban de la prensa.
Si al final se decide el Real Valladolid a poner en marcha su museo, seguramente no distará mucho, en recuerdos y contenido, del que tiene Luis Menéndez en su domicilio. Allí guarda con mimo y añoranza sus diez años en la elite del fútbol español, especialmente las cinco temporadas (51-57) en las que defendió la portería del Atlético de Madrid. Aunque para entender ese final hay que atender también a sus principios.
Del baloncesto al fútbol
Estudiante del colegio Lourdes, Luis se crió alternando el balón de fútbol con el de baloncesto, y destrozando pantalones en las Arcas Reales, en el seno de una familia en la que fue su hermano César quien empezó llamando la atención. «Llegó a estar en una preselección nacional», apunta orgulloso.
Fue precisamente el baloncesto el que primero llamó a su puerta. «Mi intención era la de ser arquitecto y por eso me fui a estudiar a Madrid donde juego un año a baloncesto». De base. Al año siguiente entra en un Colegio Mayor y después de ver sus condiciones le reclutan para el equipo de fútbol de la Universidad. Sin embargo el destino le lanza un guiño dándolse una oportunidad de jugar en su tierra. «¡Me echo novia en Valladolid!», exclama, «y le doy el disgusto de su vida a mi padre. Dejo los estudios y me vuelvo».
En poco tiempo Luis ya ha cambiado el baloncesto por el fútbol, la carrera de Arquitectura por la de Física y Química, Madrid por Valladolid, y un equipo de Tercera Provincial en la capital por el de su tierra. «Empiezo a entrenar con una ilusión grandísima con gente como Saso, Lesmes o Coque, pero...». Pero Luis es culo de mal asiento y en su camino se cruza un ojeador de la época que pretende que vuelva a deshacer el camino.
– Te vienes al Atlético de Madrid, le soltó.
– ¿Cómo? ¿Al de Helenio Herrera?, contestó Luis.
– A ese mismo.
Dicho y hecho. «En nada me ví entrenando con jugadores que yo tenía en cromos», relata hoy como si fuera ayer, cuarenta y ocho años después.
Helenio Herrera le hizo una prueba y al terminar le espetó: 'Te vas por la tarde al club y si te pones de acuerdo, estás dentro'. Y Luis Menéndez entró. Lo hizo en la temporada 51/52, también en la 52/53 y así consecutivamente hasta la 56/57, llegando a visitar en varias ocasiones el Viejo Estadio Zorrilla. «A pesar de que mi salida fue polémica, cada vez que vine el público se portó bien», recuerda este vallisoletano, tertuliano también en no pocas ocasiones en el bar El Candil, templo futbolístico de la época, y confidente durante muchas noches de Gerardo Coque, su compañero de habitación en las concentraciones.

En la historia del fútbol por el 'taquito' que recibió de Di Stéfano
Era un recurso que siempre tenía a mano Alfredo Di Stéfano y que le proporcionó no pocos goles con la camiseta del Real Madrid. De espuela le marcó al Real Valladolid, con José Luis Saso en la portería, y de tacón también le hizo un gol a Luis Menéndez cuando éste militaba en el Atlético de Madrid, en una imagen que preside uno de los rincones del museo del Santiago Bernabéu. Aquel gol de 'taquito', como lo bautizó el propio Di Stéfano, llegó a cinco minutos del final cuando el derbi se encaminaba al reparto de puntos. El argentino desvió un fuerte disparo de Atienza que confundió por completo a Luis Menéndez, que nada pudo hacer por evitar el tanto.
El 'taquito', y con aquel recurso también el cancerbero vallisoletano, pasó a la historia del fútbol español en el mismo capítulo que el encajado por Saso en el estadio Zorrilla.
Aquella imagen –que ilustra este artículo– descansa ahora en su domicilio desde que su amigo Miguel Salam se la enmarcara como regalo.
Con la camiseta del Atlético ganó unas cuantas batallas, un solo título oficial (la Copa Eva Duarte, lo que venía a ser la Supercopa de España en el año 52), y uno de los dos Trofeos Zamora que tiene en su haber –el otro lo conquistó con el Betis–. Y todo ello con los guantes casi por estrenar. «Solo me los ponía cuando llovía, y aún así me los quitaba de vez en cuando para secarlos», comenta. Le estorbaban –asegura, con la perspectiva que concede el paso del tiempo–, tan excéntrico como Helenio Herrera, uno de los entrenadores con los que coincidió en un vestuario, además de Quincoces, Benito Díaz, Ramón Colón o Antonio Barrios, el técnico que dirigió al Real Valladolid y que le reclamó para el Betis pese a no contar con él en el Atlético de Madrid.

Junto a Herrera vivió un puñado de las muchas anécdotas que dejó a su paso por el fútbol español. Una de las más recordadas, aquella en la que su equipo viajó a Sevilla dispuesto a jugar en un campo hostil por un gol mal anulado la temporada anterior y el entrenador, más psicólogo que preparador en determinadas ocasiones, instó a los suyos a que esperaran en el vestuario: 'Esperadme aquí, que ahora vuelvo'. Helenio Herrera saltó al campo a ritmo pausado, dio una vuelta entera al campo, y a su vuelta, después de recibir todo tipo de gritos e insultos, les dijo a los suyos: 'Ya podéis salir, los he dejado roncos'.
Cuando Luis Menéndez cierra su ciclo en el Atleti recibe la llamada de Antonio Barrios, que lo recluta para el Betis. Es allí, en Sevilla, donde concluye tras dos temporadas su etapa en la máxima categoría del fútbol español. Sus últimos días como profesional bajo la portería los pasa en Salamanca, tras una breve estancia en el Hércules, adonde llega por medio de Vaquero, exjugador del Real Valladolid. «Yo ya estaba de vuelta en Valladolid y él entrenaba», remata él, que terminó también su relación con el fútbol como entrenador aunque no llegara nunca a ejercer.
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