Un partido que bien pudo ser una serie de acción
La Contracrónica ·
Málaga y Real Valladolid protagonizaron un duelo de alto voltaje con un coctel de emociones, pero sin llegar a contentar a ninguno de los dosLa Contracrónica ·
Málaga y Real Valladolid protagonizaron un duelo de alto voltaje con un coctel de emociones, pero sin llegar a contentar a ninguno de los dosEl encuentro entre el Málaga y Real Valladolid bien podría ser una serie de acción. Esas que no puedes dejar de parar de ver. Los ojos se pegan al televisión u ordenador como si estuvieras poseíodo. Hay una coctelera de emociones, tan pronto surge la ... alegría como el drama. También existen tramas que te dejan boquiabierto. Pues eso mismo le pasó al Real Valladolid en La Rosaleda. El primer capítulo se podría llamar 'El caos defensivo'. No se habían cumplido ni los primeros cinco minutos del encuentro cuando Joaquín habilitó a Febas para que este le sirviese un pase de la muerte a Brandon para batir a Masip. Un equipo que acumulaba cuatro partidos sin ver portería, aproximadamente 360 minutos, para que en menos de cinco ya abofeteara al Real Valladolid.
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El segundo capítulo tendría el nombre de 'Redención'. Los blanquivioletas no se vendrían abajo y responderían con carácter y con un fútbol completo a la vez que ineficaz. Parece que la puntería va por días y de eso no tienen la culpa los de Pacheta. Si la pelota quiere entrar el marcador se agita y no hay freno que sea capaz de parar tal festival. Las tuvo de todos los colores, pero Daní Martín y esos malditos centímetros privaron al Pucela de un empate.
Las esperanzas por empatar estaban intacta hasta que otro capítulo de caos defensivo entró en escena. Tuvo como protagonista a Joaquín. El almeriense no pegará ojo si tienen que recordar los múltiples errores defensivos junto a su compañero Kiko Olivas. En un pequeño hueco del césped, cerca del córner, se encontraban Joaquín, Kiko Olivas y Masip. No se debieron de entender, pero el central almeriense no levantó la mirada y despejó tan mal que el balón le cayó a Vadillo. Parecía una asistencia. El extremo no desaprovechó tal regalo y a puerta vacía puso el 2-0.
La acción dejó sin palabras. Fue tal decepción que se hizo el silencio, no en La Rosaleda, pero si detrás de cada televisor. Solo quedaba negar con la cabeza. Inexplicable. Pero si por algo se caracteriza al equipo de Pacheta es por no rendirse antes de tiempo, si se tiene que morir que sea con las espadas en alto. En tan solo cuatro minutos Weissman marcaría su segundo doblete de la temporada. Se llevó la mano al escudo bordado en la camiseta y rugió como si fuera un león. Todo se congeló cuando se llevó la mano a la parte posterior de su muslo. El hijo predilecto de Valladolid se dolía, quizás al espectador le dolía más. Monchu también tuvo que retirarse por molestias físicas. Aquello parecía un nuevo capítulo en el que el personaje más querido sufría una situación dolorosa, como si le rompieran el corazón.
Los minutos pasaron y las pulsaciones nunca bajaron. El capítulo final en el que suceden muchas cosas, pero sin ser tan sorprendentes. Despúes de tal semejante temporada, el final podría ser feliz, como en la mayoría de las narrativas. Pero en este caso quedaría como una tregua sin dejar contentos ni a unos ni a otros.
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