Palo cruel al Promesas ante el Guijuelo

Tampoco debe ampararse el equipo en la desgracia. Su juego durante más de dos tercios del partido fue entre malo y peor, aquejado por la modorra posterior a los festejos navideños; una pasividad que le pudo costar cara a los tres minutos, cuando Juan Antonio tuvo tiempo y espacio para controlar, girarse, chutar y ver cómo la pelota rebotaba en el poste. Aunque luego marcase dos goles, fue la única ocasión de verdad del Guijuelo en toda la mañana. El Promesas no arrancaba, sin tener claro si acelerar para aprovechar su mayor velocidad, o si frenar para hacerse con el control de las operaciones; con Koke metido en la medular, Frimpong concentraba en exceso la posesión, Pozo se empeñaba en llegar a la mejor zona de disparo y se perdía en el camino, y Cédric se ofuscaba en el área con remates sin vitaminas o en vuelo al Carrefour.

El Guijuelo, con su uniforme jamonero, más propio de un plato que de una camiseta, enderezó su blandura defensiva inicial, se limitó a ver el paso del tiempo y solo se animó con las faltas que botaba el buen pie de Alberto; el Promesas se equivocó también ahí y, al filo del descanso, concedió una bola extra a los salmantinos, Cedenilla amagó con el centro por dentro y Alberto golpeó con maestría por fuera. La acción sorprendió a todos, al que más a Fer Pérez, que reaccionó con el balón camino del 0-1.

La dinámica no cambió con el paso por vestuarios, sí lo hizo con las sustituciones de Álvaro Rubio. Chuki, en el círculo central, y Víctor, en la media luna, son de los que piden el balón y salen de la rutina burocrática del guion; su entrada en el campo coincidió con el primer aviso serio de los blanquivioleta, rebasada ya la hora de partido, con un cabezazo de Peralta que no encontró portería. El Guijuelo vio las orejas al lobo y ofició el 'otro fútbol', esa forma retórica de llamar al antijuego, con Juan Antonio y Diego desplomándose en el césped para ensuciar el ritmo y desquiciar al rival. Si se hace en Primera, imagínense en Segunda Federación.

También es una elección con riesgos. Cada paso hacía el minuto 90 achicaba al Guijuelo un metro más cerca de su área, y tampoco es bueno enfadar a futbolistas con recursos y los del Promesas los tienen; otra cuestión es que la suerte te de dos bofetones, primero en una mejilla y después en la otra. En el 75, Dani Fernández lanzó con veneno un tiro raso que entre el poste y Rabanillo desviaron a córner; en el 77, de nuevo Tito Peralta ganó la acción en el área y su testarazo salió por encima del larguero; en el 79 fue Pozo el que chutó y el balón, tras rozar en un defensa, sombreó una de las maderas; en el 85, el capitán volvió a lanzar con tensión desde la esquina y Paredes, en su primera pelota, estrelló el remate en el larguero; en el 88, una falta lateral de Pozo la peinó hacia atrás Quintana y Rabanillo evitó el empate con un paradón. De haber llegado el 1-1 en alguna de estas ocasiones, había tiempo suficiente para lanzarse a por la remontada, como en la anterior cita ante el Langreo, ya que era de prever una minutada de prolongación.

Se entró en el 90 con la esperanza de salvar al menos un punto, pero justo ahí la fortuna se burló con crueldad del Promesas. El lateral Boigues se quitó de encima un pelotazo en el centro del campo y lo despejó de cualquier manera, el balón cogió altura, se dirigió hacia el área de Fer Pérez y a este, primero confiado y luego cegado por el sol, se le escurrió la pelota hasta acabar más allá de la línea de gol. Las cosas del fútbol. De buscar y merecer el 1-1 del empate a estrellarte con un 0-2 frente a un rival con un montón de billetes premiados de lotería en su mochila. Era el minuto 93, con cinco minutos todavía por delante, pero la mañana estaba de nones; casi nada más sacar de centro, Yago Paredes empaló un nuevo remate. ¿Saben dónde acabó? Exacto. En la madera.