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¿Y si lo de Oviedo no fue un mero accidente, escudado en la imprudente acción de Carnero a los trece minutos de juego? La segunda derrota consecutiva encajada por el Real Valladolid, también segunda de la temporada en Zorrilla, trasciende mucho más allá del ... resultado y escuece aún más que la sufrida en el Carlos Tartiere. Esta vez el equipo de Pacheta también fue muy inferior, y no solo numéricamente. Tampoco recibió tres bofetones como hace una semana. Encajó solo uno, pero resultó tan sonoro el repaso cobrado durante los 97 minutos por la Unión Deportiva Las Palmas (el mejor equipo que ha pasado por Valladolid esta temporada) que, con diez partidos todavía por disputarse en la carrera por el ascenso, esta derrota sí requiere de una profunda reflexión.
El Real Valladolid ha entrado en el túnel en un momento especialmente delicado y sus síntomas de debilidad son tan evidentes que hasta Roque Mesa, el faro que guiaba y sostenía a los blanquivioleta hasta la fecha, parece abanderar la depresión.
Sin Toni Villa en el campo, supuestamente por covid, los blanquivioleta perdieron chispa y amenaza desde la banda izquierda.
Salió mucho más ambicioso el equipo canario, que especialmente en los primeros treinta minutos tuvo contra las cuerdas a un Real Valladolid desorientado, blando en las disputas y por momentos hasta desnortado por la superioridad visitante en el centro del campo. Esperaba Pacheta una medular con trabajo sucio de Mfulu y galones para Jonathan Viera, y se topó con una más poblada en la que tanto Moleiro como Kirian arropaban al cerebro insular y limitaban de paso el peso que tienen Roque y Aguado en la pizarra blanquivioleta.
En ese primer tramo tal fue el dominio amarillo que hasta la superioridad parecía numérica sobre el campo, con el campo inclinado hacia la portería de Masip y Las Palmas en presión alta atacando con hasta seis jugadores. Bajo la batuta de Viera y con Moleiro abriendo vías de fuga como interior, el baño en la primera parte fue de recordar por lo inédito esta temporada. La necesidad (una victoria en las últimas siete jornadas) multiplicó la ambición de los insulares y sin embargo empequeñeció a un Real Valladolid noqueado por un escenario desconocido como anfitrión en esta liga.
Solo el Sporting los primeros veinte minutos o el Girona durante los noventa le había discutido el balón y el control del partido anteriormente. Los de García Pimienta no solo se sentaron a la misma mesa sino que ejercieron sin miramientos de anfitrión antes de pasar por vestuarios, apabullando en posesión (35% por 62%), pases correctos (115 por 206) e incluso goleando en saques de esquina (2-5). Nunca antes los nervios habían aflorado tanto en Zorrilla... ni los locales habían corrido tanto detrás del balón.
En la grada no eran pocos los que se frotaban los ojos, mientras en el campo fueron mayoría los que se acercaron a la banda a compartir confusión e incredulidad con Pacheta. La superioridad canariona dejó escenas ya olvidadas, como la de Roque Mesa agitando los brazos en varias ocasiones pidiendo calma a sus compañeros.
El repaso era evidente, pero a ojos de todos le faltaba el gol. Ese que lo refrenda todo, que valida superioridades, noquea rivales y hasta pone y quita entrenadores. Y si no llegó antes del descanso solo fue gracias a Masip y a tres intervenciones de mucho mérito. La primera a los 25 segundos de juego a disparo ajustado de Viera; la segunda tras acción individual de Moleiro -la última perla canaria, 18 años le contemplan-; y la tercera casi milagrosa que evitó el tanto de Jesé cuando ya se cantaba gol.
En el área contraria, las ocasiones más claras llevaron la rúbrica de Morci en una acción individual de Plata en banda que el vizcaíno mandó muy arriba desde la semiluna; de Roque Mesa, en un disparo raso que lamió el palo derecho; y en última instancia de Weissman, en un remate de cabeza fallido a centro de Luis Pérez que tomó la dirección equivocada.
Tocaba resetear y aprender de los errores cometidos, por ejemplo, en Oviedo, donde hubo de esperar al tanto del contrario para agitar el árbol y alterar la pizarra. Pacheta se dio trece minutos y otro ¡uy! de Jesé -su remate en el área pequeña lo sacó Nacho bajo palos- para buscar la reacción, que no el plan. Y casi como sucedió en el Carlos Tartiere, la entrada de Monchu y Anuar vino a coincidir con el gol en contra. Merecido, sin ninguna duda.
Luis Pérez no llega a despejar un balón centrado al área, y Sadiku, tras parada de Masip, aprovecha que defensa y portero están en el suelo para marcar a placer en segunda instancia.
Con 0-1 y media hora por delante, también el mismo plan, el Valladolid sí dio un paso adelante con bandas nuevas y tándem ofensivo renovado con la entrada de Cristo. No se entendió la marcha de Sergio León, mucho más activo que un desaparecido Weissman, y la respuesta en el campo vino a dar la razón a la grada.
Los veinte minutos con bandas nuevas y tándem renovado no dio más que para un remate de El Yamiq en acción a balón parado que se fue arriba.
El carrusel de cambios no hizo sino pausar el partido y detener cualquier amago de arrancada blanquivioleta. Daba igual. Aunque los minutos hubieran sido horas, los de Pacheta seguirían buscando una grieta que no existía y golpeándose una y otra vez contra el mismo muro. El que levantó el conjunto insular desde el segundo 25 con superioridad en todos los rincones del campo.
Con la cabalgada de El Yamiq como '9' ganando la espalda a los centrales se ahogó la última de las esperanzas en rescatar un punto. Las islas no son afortunadas para este Valladolid. O lo son para los isleños en Zorrilla, donde Tenerife y Las Palmas han arrancado las únicas derrotas de la temporada.
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