El entorno del Real Valladolid, eso que Joaquín Robledo semanas atrás acertó a llamar como 'pucelólogos', hace meses que marcó en rojo el partido del próximo sábado como aquel en el que el equipo caería con estrépito ante un conjunto que, si para entonces no ... estaba descendido de forma matemática, no andaría cerca de ser de esos clubes que pasarían a formar parte de la división de bronce, enterrando la temporada y con ello cualquier opción de alargar el curso al menos una semana más en la lucha a vida o muerte del 'play-off'.
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No, esa sensación tan pesimista –o realista dependiendo de lo alegre que se sienta uno cada mañana– no es el resultado, llegado el caso, de una serie de catastróficas desdichas del equipo en momentos puntuales, ni siquiera es el fruto de la experiencia de estos últimos años malos. Es la consecuencia de esa forma de ser tan nuestra, desconfiada y cauta, como si en ese carácter estuvieran marcadas las arrugas de la historia de los campos de Castilla, tan acostumbrados a la derrota que se sintieran ofendidos cuando les hablan de las victorias.
Hoy, a menos de dos días de jugar en el campo del Lorca F. C., en el imaginario del aficionado se aparecen como espectros todos los fantasmas a los que se enfrentará el Real Valladolid además de al equipo de fútbol de la localidad. A los recelos, la congoja y la superstición que puede suponer tener delante a un rival sin nada en juego y ya descendido, se le añade la posibilidad de romper el maleficio de lograr una tercera victoria consecutiva, formando todo ello un conjuro diabólico ideal para caer derrotados que aconseja que entre los convocados para viajar a Lorca aparezcan Los Cazafantasmas, Harry Potter y el Padre Karras.
Más allá de pensamientos negativos y razonamientos esotéricos, no hay nada que invite a pensar que el Real Valladolid caerá en Lorca. Ni por plantilla, ni por clasificación ni por dinámica. Si este club ha estado tantos años en Primera División, si ha conseguido ascensos, clasificaciones europeas y ha jugado finales de Copa del Rey, si por historia se considera un aspirante legítimo a militar en la categoría de oro del fútbol español, es porque ganó más veces aquellos partidos señalados con un asterisco de los que perdió, es porque hizo las cosas mejor que los demás. Y contra eso no hay hechizo, fantasma o pesimismo que pueda.
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