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Mendilibar celebra el ascenso con la camiseta conmemorativa en el césped del Heliodoro Rodríguez, en 2007. Ramón Gómez
Las nueve estaciones del tren a Primera del Real Valladolid
De Primera

Las nueve estaciones del tren a Primera del Real Valladolid

El club blanquivioleta ha sido campeón de la Segunda División tres veces en los años 1948, 1959 y 2007

J. C. Cristóbal

Miércoles, 22 de mayo 2024, 00:14

Que Valladolid no celebre títulos no significa que a la ciudad le falten Cibeles, Canaletas, Neptunos o gabarras donde los pucelanos festejan los triunfos de su equipo de fútbol. Aparte de la Copa de la Liga del 84, nuestros títulos son los ascensos.

Los aficionados celebran el ascenso de 2018, en la Plaza de Zorrilla. Rodrigo Jiménez
La plantilla del equipo del ascenso de 2018, liderada por Sergio, en la Leyenda del Pisuerga, al paso por el Puente Colgante. Alberto Mingueza

1947-1948

Los puristas dirán que fue el Hércules el primer equipo en firmar un doble ascenso de Tercera a Primera en dos temporadas, entre 1933 y 1935. Y no les falta razón; con matices, claro. El primero de ellos fue en los despachos como consecuencia de una remodelación de la categoría. Así que el Real Valladolid tiene el derecho a presumir de ser el primero en hacerlo sobre el césped, entre 1946 y 1948. En 1948 el Real Valladolid cumplía veinte años de vida sin pena ni gloria. Aunque acababa de estrenar su estadio en el Paseo Zorrilla, el descenso a Tercera y la muerte del presidente y protector José Cantalapiedra abrieron un abismo en el club en 1944, al que no se precipitó gracias a la vuelta a la división de plata en 1947.

El ascenso a Primera, un año después, se produjo con dos jornadas de adelanto, un 28 de marzo, Domingo de Resurrección, contra el Murcia, al que se ganó 5-3. La crónica de El Norte de Castilla, firmada por Ceese, lamentó la indiferencia con que se celebró la gesta: «Pero en Valladolid somos así de fríos y pasivos»; los festejos llegarían más tarde. Junto al Real Valladolid daría el salto a Primera el Coruña.

Aquí empezó la edad de oro del club, con diez temporadas consecutivas en la elite y una final de Copa. En 1948, con una España aislada en el panorama internacional, el régimen franquista, a falta de pan, ofreció mucho circo con toros y fútbol: Madrid acababa de construir un gran estadio, Chamartín, al final de la Avenida del Generalísimo, Kubala y Di Stéfano iban a abrir una década prodigiosa con el Barça de las Cinco Copas y el Real Madrid de las Copas de Europa. Y el Real Valladolid fue testigo en primera línea y contribuyó de forma directa al desarrollo de la ciudad en los cincuenta.

1958-1959

La felicidad tiene fecha de caducidad, y en el caso del Real Valladolid lo hizo en diez años. Sin embargo, bastó una temporada para volver a sentarse en la mesa de los grandes; eso sí, por aplicar un símil urbanístico que tanta piqueta trajo en ese periodo, sin cimientos sólidos ni planificación, entre 1958 y 1964 el Pucela sufrió tres descensos y disfrutó dos ascensos. Algo a lo que estamos acostumbrados en estos tiempos.

El ascenso, y el título de campeón, se conquistó en la penúltima jornada con un 5-0 al Tarrasa en un abarrotado Zorrilla. No era fácil subir en esos tiempos, con una Segunda dividida en dos grupos, solo ascendían de forma directa los campeones (Real Valladolid y Elche) y jugaban una promoción los segundos; el Pucela arrancó el curso a toda mecha, con una serie de dos empates en las jornadas 1ª y 9ª y siete victorias consecutivas entre medias, la mejor serie de su historia (igualada por otra en 2007); como curiosidad, entre la jornada 10ª y 30ª, la última, ya no hubo más empates, solo victorias y derrotas.

1961-1962

No sé si fue el ascenso más inesperado, sin duda el más extraño. El Real Valladolid, que fue segundo por detrás del Coruña, se lo jugaba todo en la promoción contra el Español. El Real Valladolid tenía un gran equipo, preámbulo de los monaguillos que consiguieron la mejor clasificación liguera un año después. La alegría de ese 6 de mayo fue indescriptible, bien reflejada en la crónica de Ceese y las fotos de Cacho en las páginas de El Norte: un día soleado con un Zorrilla donde no cabía un alfiler, la alegría de García en el suelo festejando el 1-0, Heriberto Herrera y Ramírez saliendo a hombros de los aficionados.

La fiesta del Zorrilla tuvo su continuidad al día siguiente, y es que el estadio abrió sus puertas, y volvió a llenar sus gradas para presenciar la llegada de una etapa de la Vuelta a España en un velódromo portátil donde ganó al sprint Stablinski; en el pelotón había ases como Anquetil, Altig, Julio Jiménez o Pérez Francés, que recibió de El Norte el premio Lapize en memoria del cronista ciclista del periódico, fallecido meses antes.

El ascenso tuvo sus consecuencias. La euforia en la ciudad fue general, hubo recepción oficial en el Ayuntamiento, y quizá en ese encuentro entre el alcalde Santiago López y el presidente José Miguel Arrate, entre abrazos y palmadas en la espalda, se fraguó que semanas después el Consistorio le permitiera al club de fútbol portar en su escudo la Cruz Laureada de San Fernando que Franco concedió a la ciudad y de la que tanto se ha hablado en los últimos años.

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1979-1980

Parecía imposible. Dieciséis años fuera de Primera, quince en Segunda y una en el infierno de Tercera (con el Carabanchel, Chantrea, Plus Ultra o Calvo Sotelo como rivales). La temporada anterior fue frustrante, no se subió con los mismos puntos que el Betis, que sí lo hizo, y uno menos que Almería y Málaga, que también; se llegó a semifinal de Copa, donde el árbitro Soriano Aladrén fue más dañino que el Valencia de Kempes y Bonhof; la plantilla perdió a parte de los cedidos que habían rendido a gran altura (Estella, Rincón o Serrat) y, pese a todo, el Real Valladolid ascendió, por detrás del Murcia y por delante del Osasuna, que le acompañaron a Primera.

El equipo encontró su mejor momento entre finales de marzo y mediados de mayo, con una serie de nueve jornadas invicto con siete victorias; la firma del ascenso se puso el 18 de mayo con un 1-0 al Racing, con dos jornadas de margen; y como Valladolid es así, a la semana siguiente, y tal como título Javier González en El Norte de Castilla, «la fiesta terminó en comedia», con una derrota por 0-2 contra un Palencia que se salvó en Zorrilla gracias al partido 'amable' de sus vecinos. La tribuna coreó el «¡que se besen, que se besen!» que puso un triste epílogo a la larga travesía en el desierto de Segunda.

1992-1993

La Plaza Mayor de Valladolid, abarrotada para celebrar el ascenso. Ramón Gómez

Un año raro, perdido entre doce temporadas seguidas en Primera por detrás y luego once más por delante. El club pagó caro los aires de grandeza que trajeron al Pisuerga al clan de los colombianos, y se quedó al límite del desahucio de no mediar la intervención del alcalde Rodríguez Bolaños, que embarcó en el proyecto a un grupo de empresarios con Marcos Fernández a la cabeza.

El ascenso parecía imposible a mitad de curso, hasta que un acelerón final sin derrotas en los últimos once partidos, tres empates y ocho victorias, la última un 20 de junio en Palamós (1-2), certificó el ascenso, por detrás del Lleida y con los mismos puntos que el Racing. En El Norte, los reportajes gráficos de Ramón Gómez y Travieso reflejan el mítico tren a Palamós, en el que viajó el propio alcalde, la ducha al presidente Marcos Fernández o los dos goles de penalti de Iván Rocha.

2006-2007

Mendilibar se dirige a los aficionados desde el balcón del Ayuntamiento. G. Villamil

Después de tres años seguidos en Segunda, algo que no se vivía desde los lejanos 70, el Real Valladolid disfrutó del año de los records; volvió a ser campeón por tercera y última vez, superó en ocho puntos al Almería y en doce al Murcia, que fueron los que le acompañaron en el salto, se tiró veintinueve jornadas consecutivas sin perder, con dos tacadas de siete y seis victorias, y ascendió con casi dos meses de adelanto, cuando todavía faltaban ocho partidos por jugar.

Fue un 22 de abril en Tenerife. La alegría en la isla desbordó Valladolid el Día de Villalar, con la Leyenda del Pisuerga surcando la ciudad río arriba, con las riberas y los puentes atestados de aficionados hasta desembocar en una abarrotada Plaza Mayor. Nunca se ha vuelto a ver una conexión así entre la ciudad y su club de fútbol.

2011-2012

Djukic, pletórico, con la camiseta conmemorativa. G. Villamil

El Real Valladolid del siglo XXI se ha convertido en un club ascensor, en las últimas veintiuna temporadas, desde 2004, acumula cuatro ascensos y cinco descensos. El de este curso hubo que trabajárselo a fondo, se hizo buen fútbol y se dio de narices contra la puerta que le cerraron Deportivo y Celta, este le mejoró en tres puntos y el Real Valladolid quedó nueve por delante de su perseguidor, un Alcorcón contra el que se midió en la eliminatoria final de la promoción, en la primera se deshizo del Córdoba; el 0-1 de Santo Domingo hizo que bastase, no sin sufrimiento, el 1-1 en Zorrilla del sábado 16 de junio. El gol de Javi Guerra fue «liberador», de acuerdo con la crónica de Encinas.

Nauzet y Nafti celebran el ascenso en el césped. G. Villamil

2017-2018

Jaime Mata celebra el ascenso. G. Villamil

Nadie se lo podía esperar. El club se pudría, literalmente, por cuarta temporada en Segunda, la afición se vio en los espejos del Zaragoza, del Murcia, del Hércules, clásicos que se despidieron de Primera para no volver; el equipo coqueteó con el descenso y no entró en zona de playoff hasta la jornada 40ª, así que el Real Valladolid acabó el curso con velocidad de crucero y, como quinto de Liga, arrasó en la promoción al Sporting y Numancia para coger de la mano al Rayo y al Huesca de vuelta a Primera.

El ascenso llegó el mismo día que seis años antes, el 16 de junio, también con un 1-1. La imagen del año, captada por la cámara de Villamil, es la de Jaime Mata agarrándose a las redes después de anotar su último gol, con el que batió todos los registros del Real Valladolid.

2021-2022

El equipo celebra el ascenso tras ganar 3-0 a la SD Huesca en Zorrilla. Alberto Mingueza

Fue un final agónico a tres bandas, con Almería, Eibar y Real Valladolid, tercero, separados por dos puntos; los blanquivioleta necesitaban ganar su partido y que tropezara uno de los dos de arriba, o jugársela en la ruleta del playoff. Y ocurrió. El Eibar perdió en el último suspiro en Alcorcón y el Zorrilla lo celebró como un gol más del 3-0 con que se ganó ese 29 de mayo al Huesca. En el cambio del 2021 al 2022 el equipo encadenó una racha de ocho victorias y tres empates en once jornadas, y aun así, necesitó ganar las cuatro últimas jornadas para alcanzar el subcampeonato.

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