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J. C. Cristóbal
Jueves, 23 de mayo 2024, 00:00
Nueve entrenadores lograron el ascenso en las treinta y siete temporadas que, sin contar esta, ha militado el Real Valladolid en la división de plata. Cuatro más se quedaron a un peldaño de unirse al grupo. El primero de ellos fue Enrique Orizaola en 1968, que metió al equipo en una promoción contra la Real Sociedad que se saldó con un solo gol en los dos partidos, el 0-1 en Zorrilla que marcó Boronat, que en futuro tendría un paso fugaz por el banquillo. El santanderino tenía en su currículum una final de Copa de Europa con el Barça, la mítica 'de los postes' en Berna, y llegó como sustituto de José Luis Molinuevo, al que solo aguantaron cinco partidos. También se quedó a un paso, a un punto en realidad, Enrique Pérez Pachín, defensa del Real Madrid de los sesenta; empatado con el Betis y solo un punto por detrás de Almería y Málaga, entrenó a un gran Real Valladolid en la 78-79. El de Torrelavega no cuajó en los banquillos, nunca entrenó en Primera, y pudo contar que dirigió a Johan Cruyff en el Levante.
Ya en tiempos del nuevo Zorrilla hay que citar a Abel Resino. El ex portero vino como solución al nefasto arranque liguero de la 10/11 con Antonio Gómez; las cosas como son, el equipo coqueteó con el descenso a Segunda B, reaccionó, se agarró al séptimo escalón que daba plaza de playoff (por encima estaba el Barça B, que no la podía jugar) y se estrelló en el primer cruce contra el Elche de Bordalás (global de 2-3) y el arbitraje de Amoedo Chas. Abel no siguió y acumuló experiencias en Primera, nunca de inicio, con Celta y Granada; no entrena desde 2015. El cuarto nombre es el de Rubi en la 14/15, quinto en liga, desfondado en la recta final y con doble empate insuficiente (1-1 y 0-0) contra Las Palmas en la promoción. Otro entrenador de un año en Zorrilla, con amplio recorrido en Primera en los banquillos de Levante, Sporting, Espanyol, Betis y Almería, el curso pasado.
(1948)
Su nombre quizá no les suene a las nuevas generaciones y, sin embargo, no debería haber discusión en incluirle en la terna de mejores entrenadores de la historia del Real Valladolid, junto a Vicente Cantatore; el tercero ya va en gustos. Barrios fue el responsable de poner los colores blanquivioleta en el mapa del fútbol, el primer técnico en conseguir un doble ascenso de Tercera a Primera.
El getxotarra llegó del Arenas para jugar siete temporadas, cortadas por la Guerra Civil. Con el club a la deriva, recibió el encargo de dirigir al equipo; campeón de grupo, no superó la promoción en el 46, se tomó el desquite en el 47 y alcanzó la gloria en el 48 como campeón. Líder desde la jornada 12ª con un jovencísimo Coque, Vaquero, Ortega y Lasala, o Busquet. El 'premio' fue, cosas de aquí, despedirle para dejar el estreno en manos de un argentino que entrenaba en Francia: Helenio Herrera, que más tarde hará campeón al Atlético, al Barça y, sobre todo, al Inter. 'El Viejo' vivió tres etapas más en Zorrilla: en la 49/50 (para reemplazar a Herrera), en la 65/66 y en la 68/69. Su carrera fue larga y viajera en equipos como Athletic, Atlético, Betis, Español y Elche.
(1959)
Jugador, entrenador, director deportivo, presidente. ¿Hay algún caso similar en el fútbol español? Sin ninguna duda, el hombre más importante en la historia del club. Madrileño del Atlético, fichó para disputar la portería del Zorrilla en Primera, diez temporadas entre los palos, y de un día a otro cambió de vestuario y pasó de ser futbolista a entrenador, como sustituto de Rafa Yusta, aunque no pudo evitar el descenso.
Un año tardó en volver el Real Valladolid a Primera, de nuevo como campeón de Segunda, con diez victorias en las trece primeras jornadas, líder desde la jornada 6ª a la última, con veteranos como Paco Lesmes y Matito junto a jóvenes como Morollón, Chus Pereda y Ramírez. Saso, como hombre de la casa, fue una solución de emergencia cuando vinieron mal dadas en cuatro momentos más: 60/61 (solo siete partidos, fuera de las plazas de descenso fue sustituido por Eguiluz y este por Lesmes; el equipo bajó, le faltó solo un punto), 69/70 (con descenso al infierno de Tercera, aunque fue Coque el que lo certificó), 76/77 y 92/93 (con ascenso a Primera el año de Mesones). Fuera de Valladolid entrenó a España B y sub 21, Español y Mallorca.
(1962)
El caso más extraño de todos. Entró en el santoral blanquivioleta con solo dos partidos en el banquillo, los de promoción contra el Español, derrota por 1-0 en Sarriá y victoria por 2-0 en Zorrilla, uno de los momentos de mayor alegría futbolística en la ciudad. Era el Pucela de Morollón, Ramírez, Sanchís, Rodilla, Molina, Endériz, García Verdugo, Pinto… un ejercicio de nostalgia para los abuelos pucelanos. Para sorpresa de todos, pocos días después de los festejos firmó por el Español, el equipo al que acababa de descender por primera vez a la división de plata. Esa temporada habían dirigido a los blanquivioleta dos ex jugadores: Paco Lesmes hasta la jornada 16ª, con el equipo líder junto al Coruña, y Manuel Soler, que dejó su sitio a HH II (el HH original era Helenio Herrera, por supuesto), que ese año había sido tercero con el Granada en el otro grupo de la categoría. El paraguayo tuvo una larga carrera en España, también como jugador en el Atlético de Madrid, e Italia; en Primera entrenó al Elche, Las Palmas, Valencia y Español, y en el Calcio, con un gran cartel, dirigió a la Juventus, con el que fue campeón en 1967, el Inter y la Sampdoria.
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(1980)
Otro logro inesperado en aquel momento. El Real Valladolid 78/79, uno de los que dejó mejor recuerdo, se quedó meses antes a las puertas del ascenso y de la final de Copa, la plantilla sufrió bajas importantes y el entrenador Pachín, que salió a hombros en el último partido liguero, fue sustituido por Eusebio Ríos, que presentaba como aval una temporada con descenso en el Recreativo de Huelva.El de Portugalete sorprendió, y tras una competición muy igualada, que en cierto modo recuerda a esta, terminó segundo por detrás del Murcia y por delante del Osasuna, años de tres ascensos sin promoción.
El Real Valladolid entró en posiciones de ascenso en la jornada 31ª y ya no salió de ellas; en el equipo había jugadores ya curtidos en Zorrilla, como Moré, Rusky, Llácer o Jacquet, junto a chavales de la emergente cantera como Borja, Gail, Jorge y Sánchez Vallés. Al igual que ocurriera antes con Antonio Barrios y Heriberto Herrera, Ríos no continuó en Valladolid y fue sustituido por Paquito, que ya había estado dos cursos antes. Sí que llegó a entrenar en Primera, al Murcia y al Betis, donde jugó muchos años, con los que sufrió dos descensos.
(1993)
Se repitió la historia del 59; si entonces, tras diez años en la elite, se subió a la primera, en el año que nos ocupa, el paso por Segunda fue también efímero, después de haber estado de forma ininterrumpida en Primera doce temporadas, la serie más larga en la historia. Fue un año difícil porque el banquillo lo ocuparon tres entrenadores: se empezó con Marco Antonio Boronat, que duró cuatro jornadas, se continuó con José Luis Saso, el hombre para todo, y se acabó con Felipe Mesones, que se hizo cargo en la jornada 20ª con el equipo quinto.
Con el argentino, el Real Valladolid dio un arreón final con ocho victorias y tres empates, aunque hubo que esperar a Palamós para certificar el ascenso. Era el Real Valladolid de Caminero, Amavisca, Iván Rocha, Onésimo, Alberto y Cuaresma.Mesones era un veterano. Era su segunda etapa en Zorrilla, la primera en 82/83 no pudo ser peor, destituido después de diez jornadas, colista sin conocer la victoria. Antes conoció la Primera con Murcia, Hércules y Salamanca, entre las dos etapas lo hizo con Elche, y su nuevo paso con el Valladolid en Primera no fue mejor, con el equipo penúltimo, fue cesado y dejó su sitio a Pepe Moré.
(2007)
Pocas veces conectó la grada pucelana con el banquillo como con el de Zaldibar, que batió todos los registros en un momento difícil, el del tercer curso consecutivo en Segunda: una racha de veintinueve jornadas sin perder, una serie de siete victorias y otra de seis, con el ascenso sellado con ocho partidos por delante por jugar; una temporada redonda con los Víctor, Joseba Llorente, Sisi, Marcos, Borja y Álvaro Rubio.
Mendilibar, de la cantera del Athletic, rozó un ascenso con el Eibar que le valió la llamada de San Mamés, quizá demasiado pronto, y solo le aguantaron diez partidos. Sus cuatro temporadas en Zorrilla, cesado para dejar su sitio a Onésimo, fueron suficientes para seguir en Primera con Osasuna, Levante (paso breve), otra vez Eibar, y Alavés, equipos con los que descendió; parecía que su carrera estaba cerrada cuando le llamó el Sevilla y le hizo campeón de la Europa League, y cuando el despido del Sánchez Pizjuán era un adiós definitivo, se reinventó, se fue a Grecia a entrenar al Olympiakos y le ha metido en la final de la Conference League; el día 29, contra la Fiorentina en Atenas, puede conseguir su segundo título europeo.
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(2012)
Quizá el último entrenador de consenso en las gradas del Zorrilla, el que siempre sale en los corrillos cuando se corea el clásico '¡veta ya!' al ocupante del banquillo. Como se suele decir, Djukic la rompió en el banquillo del Real Valladolid y desde entonces no ha vuelto a brillar como técnico como lo hizo en Zorrilla.
El serbio, central de culto en Valencia y La Coruña, ofreció un gran fútbol, se quedó fuera del ascenso directo en el duelo a tres bandas con los gallegos Deportivo y Celta; no le sirvió de nada el sprint hasta la penúltima jornada con una tacada de diez victorias y cuatro empates en catorce partidos, la del Celta fue igual; al menos hizo valer su condición de gran favorito en las eliminatorias contra Córdoba y Alcorcón. Fue el Pucela de Javi Guerra, Óscar, otra vez Sisi, Nauzet y Jesús Rueda. Djukic mantuvo el equipo y recibió la llamada que no pudo rechazar del Valencia, donde no cuajó en un club en permanente estado de mascletá; le reclamó el Córdoba como solución de emergencia y fracasó.
Antes de llegar a Valladolid, no pudo evitar la caída del Hércules. No volvió a Primera; su última experiencia en España fue en Gijón en 2020.
(2018)
¿Ustedes creen en los milagros? Lo harían de vivir en Valladolid en esos meses de primavera. Cuarta temporada consecutiva en Segunda y en tierra de nadie. Despido de Luis César Sampedro y llamada a Sergio con ocho partidos por jugar, el primero con derrota en casa. El centrocampista, perico y deportivista, tenía la experiencia de año y medio en el banquillo del Espanyol.
Entre su jersey mágico y el acelerón final, propios y rivales asumieron que si el Real Valladolid entraba en las eliminatorias de playoff iba a ascender. Y así fue, que pregunten en Gijón (5-2) y Soria (4-1). La base la formaron los Mata, Plano, Olivas, Borja, Hervías y Masip, en su primer ascenso. Sergio estaba en el pedestal de la afición, sentado a la derecha en la mesa de Vicente Cantatore, con un ascenso y dos permanencias, un club que parecía más asentado todavía con la llegada a la presidencia de una leyenda del fútbol como Ronaldo Nazario. Tiempo para crecer, y no, gestionó de mala manera su cuarto curso y el Valladolid se fue a pique de forma tan inexplicable como su ascenso de tres años atrás. En el Cádiz ha repetido la historia, dos temporadas buenas y media muy mala.
(2022)
Tuvo el mérito de ascender a la primera y, en un desenlace apretado, regar la flor que siempre se le atraganta al Eibar en las últimas jornadas; llegó al final en desventaja, pendiente de la radio, y se ahorró la promoción, los armeros se pegaron un tiro en el pie en Alcorcón y Zorrilla lo festejó con un 3-0 al Huesca. El Real Valladolid, con Weissman, Plata, Roque Mesa, Aguado, Nacho y un montón de jugadores que siguen en la plantilla (Masip, en su segundo ascenso, Luis Pérez, Monchu, Iván Sánchez, Anuar, Javi Sánchez), estaba en camino de convertir en un paréntesis el descenso de 2021, pero no fue así.
El castellano de Salas de los Infantes fue despedido después de un lamentable 6-0 en el Bernabéu, con el equipo fuera de descenso, bien es verdad que en caída libre, para dar entrada a un técnico desconocido en España, Paulo Pezzolano. Con el Elche firmó un doble ascenso de Segunda B a Primera en tres años; antes y después, no pudo evitar los descensos del Numancia y del Huesca, ambos como recambio del entrenador titular, y tras salir de Zorrilla, solo le aguantaron ocho partidos en Villarreal, en lo que parecía un salto de calidad en los banquillos.
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