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Jose y Bellvís disputan el balón
Real valladolid

La victoria que acaba con la pesadilla

Dos goles de Jose en quince minutos de ensueño devuelven la confianza al cuadro blanquivioleta, que esta vez supo nadar y guardar la ropa

Eloy de la Pisa

Sábado, 8 de octubre 2016, 18:12

Fin. Victoria. Punto final a los nervios y a la desazón. Al menos por esta semana. El Valladolid de Paco Herrera sacó adelante un partido que se antojaba crucial gracias a 15 minutos de ensueño, a un rival descentrado y desconcentrado y a, esta vez ... sí, más madurez que en ocasiones anteriores a la hora de sacar el colmillo para frenar los momentos en lo que el rival se fue arriba.

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Ahora bien, ¿qué cambió respecto a otros partidos en los que se jugó bien y se perdió? En primer lugar que planteó de entrada Herrera un rombo en el centro del campo que, en el primer cuarto de hora, le dio un resultado excelso. Y a raíz de los goles, esa misma disposición permitió que Leao y Álex López no se estorbaran y encontraran la manera de sacar el balón con criterio. A ello se le suma la solidez de Jordán a la hora de ayudar a lo que sea menester, y tenemos la mayoría de las respuestas

La velocidad de Jose y la finura en el pase de Villar destrozó en dos acciones a los centrales alfareros. Era el inicio soñado para un equipo que acumulaba cinco derrotas y que estrenaba pareja de centrales. Todas las angustias y miedos se fueron por los desagües en ese primer cuarto de hora. Justo lo que necesitaba el equipo, que empezó a sentirse cómodo y a llegar con orden y peligro al área rival.

El Real Valladolid, en la primera mitad, tuvo dos virtudes: chutar dos veces y marcar dos goles . Lo que no había pasado hasta entonces. Las cosas del fútbol. Pero sí es de destacar que Herrera buscó la manera de hacer cosquillas a un equipo, el Alcorcón, que juega al límite, que presiona mucho, pero que no tiene centrales rápidos. El plan no pudo salir mejor.

Porque el equipo de Herrera tiene mucho fondo de armario, mucha versatilidad, muchas opciones. Y el técnico sabe utilizarlas.

La segunda mitad fue otro cantar. Pero no por dejadez o falta de madurez del Pucela, sino por todo lo contrario. Los blanquivioletas salieron algo timoratos, y un par de sustos intrascendentes les despertaron. La entrada de Sergio Marcos por un Villar inspirado pero lejos de su mejor forma y sin ritmo fue aposentando al equipo en el centro del campo y dándole la pausa necesaria para que transcurrieran los minutos sin agobios y el público, esta vez sí, no viera peligrar el resultado.

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En cualquier caso no es momento de volver a euforias agosteñas. Este equipo tiene mimbres para crecer, y ante el Alcorcón mostró algunas de sus virtudes, pero también los defectos: escasa contundencia, problemas en los contrataques y cierta desconexión por momentos entre el centro del campo y el ataque. Todos asuntos solucionables con el tiempo. La actitud no solo no ha cambiado, sino que se percibe al equipo cada vez más a gusto con el tipo de juego que practica.

Tarragona es la próxima parada para ratificar el crecimiento. Veremos.

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