En el momento que comienza una temporada cualquier seguidor de un equipo de fútbol confía en que su equipo le va a dar decenas de alegría. Durante el periodo de fichajes y durante toda la pretemporada, por lo general, los jugadores que llegan cumplen los ... estándares de calidad y el entrenador suele tener más virtudes que defectos en su curriculum. Es natural.
Publicidad
Como natural es que con las primeras derrotas haga su aparición el malestar, y que cuando se encadenan varias consecutivas el malestar se torne en frustración, en irritación y en un profundo deseo de que los responsables se larguen cuanto antes. Es lógico, el ser humano tiende por naturaleza a cargar las culpas siempre en algo. Como dice el profesor Rodriguez Braun «el mejor amigo del hombre no es el perro, es el chivo expiatorio».
Pero por encima de las reacciones primarias es necesario, en algún momento, introducir el análisis y la reflexión y buscar el punto de equilibrio a lo bueno y a lo malo. De lo contrario uno corre el peligro de caer en el lado del camino que solo tiene curvas y baches.
La situación del Real Valladolid es preocupante, sin duda. Las dinámicas en el fútbol son un río con una corriente fuerte que muchas veces resulta complicado remontar. Pero, a la vez, es extraordinariamente extraño que un equipo dirigido por Paco Herrera sume cuatro derrotas consecutivas. Hay algo, pues, que provoca que el grupo no termine de carburar.
Una explicación sería la bisoñez. Un argumento que no servirá a todos, pero que es perfectamente compatible con ser el segundo equipo más joven de la categoría. Solo un filial, el Sevilla Atlético, tiene menos edad media que el Pucela. Es un dato objetivo. Como también lo es que en la plantilla hay jugadores con experiencia tanto en Primera como en Segunda que deberían dar algo más de poso al grupo.
Publicidad
Otro, claro, sería el de los 17 fichajes y que se necesita tiempo para ensamblarlos. Y esta situación viene directamente heredada de dos hechos: una mala temporada anterior con un vestuario infame y, que no se olvide, la necesidad de contar con un plantel de gente joven y canteranos con hambre y compromiso. La mayoría de la afición lo reclamaba a gritos en el campo y en las redes sociales allá por mayo-junio. Y eso es lo que hay ahora.
Existe, empero, un detalle que además de al optimismo invita a la prudencia: la manera de comportarse en el campo del grupo. Juegue quien juegue. Corre, pelea, mete la pierna, se encorajina ante las adversidades... y tiene una idea de a que quiere jugar que está dispuesto a mantenerla aunque el tiempo se agote y el público se impaciente. El Valladolid huye del patadón, aunque falten cinco minutos y vaya perdiendo. Se ha visto a las claras en Lugo o ante el Huesca, por ejemplo. Y esa personalidad es un dato excepcionalmente relevante en un grupo tan joven.
Publicidad
Igual que se han encadenado cuatro derrotas consecutivas se pueden encadenar cuatro victorias. La Segunda, parece mentira que no lo hayamos descubierto aún, es una categoría peculiar en la que hay mucha igualdad, en la que cualquiera le gana a cualquiera y en la que lo que vale es estar al máximo después de Semana Santa.
La mayor preocupación que deberíamos tener es que, siendo un equipo tan joven, se pueda venir abajo si las cosas no salen y caer en la ansiedad y en la precipitación; que se vuelva dubitativo y desconfiado en sus posibilidades y fortalezas. Sinceramente, no veo que vaya a pasar porque la figura del entrenador tiene un peso especial ahora mismo. Cada jugador está poco a poco reconociendo su papel dentro del equipo y, sobre todo, percatándose de que ese papel puede cambiar si aprovecha oportunidades. A diferencia de otros años, con Paco Herrera es difícil pasar de ser titular a ver el partido en la grada. Puede pasasr, pero no será lo común.
Publicidad
Decía Gaizka Garitano que él nunca miraba la clasificación en Segunda hasta las jornada 10-12, ya que en un equipo con muchos jugadores nuevos hay que dar tiempo y que era normal que a principio de temporada estuvieran arriba las plantillas con menos cambios. Y es una gran verdad. Vamos a mantener la calma y la fe y dentro de seis semanas veamos donde estamos. Mientras, es normal estar enfadado y frustrado, pero los ocho mil fieles seguro que volverán a estar a las seis de la tarde del día 8 de octubre dispuestos a apoyar al equipo ante el Alcorcón, independientemente de lo que pase en Valencia el próximo domingo.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.