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Real valladolid

Renacer

jesús moreno

Jueves, 2 de junio 2016, 09:01

La situación recordaba a la de Vito Corleone después de ser acribillado por la espalda mientras compraba fruta: un hospital vacío, fantasmal, alejado de los lujos de aquellas otras clínicas de primera a las que no hace tanto acudía. En la puerta, a modo de ... guardaespaldas, unos pocos valientes dispuestos a simular una pistola en el bolsillo del abrigo o a poner la otra mejilla si con eso evitan que el Don sea rematado pues, al fin y al cabo, no dejan de sentirlo como parte de la familia. Y, por fin, un enfermo -otrora respetado- viejo y cansado, tan acosado por todo y por todos que le han dejado en la frontera entre una vida y la otra. Moribundo, traicionado por alguno de los suyos y tan debilitado que con cada nueva intervención que sufre se le escapa como agua entre las manos los últimos alientos de vida, por más que se empeñe en poner sus fuerzas al servicio de la existencia, de la suya propia. Esa era la situación del Real Valladolid antes del inicio del partido del pasado domingo. La de un equipo triste y desamparado que pelea, cuando todo parece perdido, por seguir viviendo.

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