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Eloy de la Pisa
Domingo, 6 de marzo 2016, 18:20
El Valladolid abandonó prácticamente toda esperanza de meterse en la zona que da opción a volver a la Liga BBVA. La derrota ante el Huesca no cercena nada en el plano matemático, pero deja unas sensaciones tan pobres, deja una imagen tan paupérrima, una impresión ... tan diluida y etérea, una impronta tan vacua, que parece imposible que pueda aspirar a algo visto el nivel futbolístico que muestran los de arriba. Pero esto es fútbol, luego llega una Victoria en Oviedo y todo lo que ha ocurrido en Zorrilla este domingo se olvida. Pero parece algo harto complicado.
El equipo venía sacando las cosas con dignidad lejos de Zorrilla, pero en su estadio se ha convertido en un equipo blandito y torpe, que juega en horizontal, sin apenas velocidad, con los jugadores muy estáticos y siempre de espaldas a la portería. La supuesta calidad de los refuerzos de invierno no apareció ante el Huesca, y habrá que pensar que las palabras de Juanpe durante la semana de que el equipo estaba muy bien han sido un error de tiro.
La primera parte del Valladolid fue de esas que solo piensas que se puede producir como producto de una indigestión de garbanzos. Sin cohesión en las líneas, sin presión, sin ataque, sin acierto en los pases, con la brújula perdida y la defensa temblona. Los blanquivioletas fueron un flan extraño desde el minuto uno, en que ya Kepa tuvo que sacar un balón comprometido. Para más inri, cuando el equipo se asentaba se lesión Leao, salió Borja y el grupo volvió a desestabilizarse. No por la salida de Borja, claro, sino porque no encontraba el rumbo que deseaba.
El equipo estaba tan mal que se veía llegar el gol del Huesca. Y llegó claro. Y con él se ahondó el agujero futbolístico en el que estaba inmerso ya de por sí el equipo local. Portugal, valiente, intentó hacer algo para cambiar la dinámica del grupo y retire a Rennella -ineficaz y desaparecido- por Óscar y a Del Moral-voluntarioso pero mermado físicamente-, por el renqueante Mojica. La segunda parte debía dar respuesta a la cura de urgencia del técnico.
Porque lo cierto es que Anquela había dado un repaso táctico importante al exjugador del Real Madrid. Fran Mérida, libre como los ángeles, se hizo el dueño del partido y del ritmo del encuentro e hizo bailar a todos al son que le apetecía en cada momento. Roger, aislado- y Villar -desesperante en la continuidad del error-, apenas ayudaban. Los pitos del respetable solo eran la expresión de la frustración.
Quedaba la segunda mitad y se esperaba algo. Pero no hubo nada. Nada de nada. Los cambios no surtieron el efecto que buscaba Portugal y el equipo siguió siendo plano y plano y plano. Óscar intentó algo, Rubio siguió perseverando, Borja puso voluntad y poco más, porque nadie se desmarcaba, nadie buscaba superioridades en los laterales. Todo funcionaba mal. Tan mal que cuando los oscenses se quedaron con 10 ni siquiera pudo dominar con criterio el encuentro el cuadro de Portugal. De hecho la mejor jugada de la segunda mitad la protagonizaron los visitantes. Todo un síntoma de que el Valladolid estaba fuera de onda y de sitio.
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