Eloy de la Pisa
Domingo, 24 de enero 2016, 13:14
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Segunda victoria consecutiva del Valladolid, que se pone en 31 puntos, gana autoestima y confianza y da un paso hacia adelante. Pero, con todo, lo mejor no fue el qué, sino el cómo. El Valladolid mostró que sabe jugar al fútbol, que empieza a saber ... lo que quiere y que ha encontrado el método. Con Del Moral imperial en la media punta y con Rubio y Leao manteniendo la sala de máquinas a pleno renidmiento, el equipo de Portugal no dio opción a los andaluces.
¿Será este el camino?
Se marcó el Valladolid una primera mitad esplendorosa. La mejor de la temporada. Con diferencia. El gol nada más empezar tranquilizó los ánimos locales, que se asentaron definitivamente con el Segundo tanto. El Córdoba, que salió dispuesto a esperar y contragolpear no pudo asumir en los primeros 45 minutos el cambio de escenario que determinaron los tantos de Del Moral y Silva. Y fue un alma en pena sin soluciones.
El Pucela, por contra, fue todo lo contrario. Comandado por Rubio, Del Moral y Leao, ayudado por la mala presión y la baja intensidad rival, el cuadro de Portugal se situó bien en el campo, controló todos las aspectos del juego con nota alta e hizo las delicias de una grada deseosa de congraciarse con su equipo. A los blanquivioletas les salía todo. Y les salía bonito además. El balón circulaba con seguridad, sin errores, con fluidez.
Al Valladolid le funcionó casi todo: el enganche de Del Moral, la claridad de Rubio y Leao y la complicidad de Villar y Rodri desarbolaban una y otra vez a los andaluces. Cisma, Luso, Xisco y Víctor Pérez estaban desquiciados y los centrales no podían frenar la llegada de los delanteros. Las oportunidades se sucedían una y otra vez, y Rodri desperdició la más clara, la que hubiera supuesto el 3-0, pero el Valladolid estaba muy seguro de si y la superioridad en el centro del campo le permitía manejar el choque a su antojo.
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La segunda parte fue otro cantar. Oltra intentó con los cambios que su equipo se despertara. Y lo hizo. A ratos, eso sí, pero tuvo la suerte de que el Valladolid no pudo o no supo rematar el encuentro. La apuesta de irse hacia arriba dejó tantos huecos atrás que Manu del Moral y Rodri y Villar, y a ratos Mojica, encontraban autopistas continuamente. Pero no aprovecharon ninguna. Razak se hartó de detener balones y tanto ocasión marrada hacía temer lo peor. ¿Se cumpliría el axioma futbolístico por excelencia de que perdonar es perder?
Afortunadamente no fue así porque apareció Kepa, que en dos soberbias paradas frustró los posibles aprietos y miedos. No hubiera sido justo, pero esto es fútbol de segunda, y no una audiencia legislativa.
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Al final el público encantado, el equipo satisfecho, Portugal feliz, el presidente sonriendo y los jugadores ovacionados. Debutó Rennella, que mostró algunas cosas interesantes y se vio un equipo distinto y con capacidad de enamorar. Quizá eso fue lo mejor y lo más ilusionante.
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