Santiago chacel
Sábado, 9 de enero 2016, 13:26
El sueño del niño leonés del barrio de Puente Castro se cumplió un día. Un coche grande, desconocido, a la puerta de su casa. Jorge llegó después de trabajar. Por la mañana se entrenaba en el equipo juvenil del Atlético León, que presidía su tío; ... por la tardes, tenía un empleo con el llevaba dinero a casa. Su madre le decía que saludara a los vecinos que se postraban en la puerta de las viviendas molineras. Tímido o serio, a Jorge le costaba levantar la cabeza. Cuando vio el coche y dos personas en su casa, supo que venían a ficharlo. Un sueño, como un cuento, no de Navidad sino de verano. Ramón Martínez y Santi Llorente venían a por este chico de 18 años para llevárselo al Real Valladolid. Allí estuvieron hablando y, quizás sorprendiendo a sus interlocutores, Jorge aceptó ir a Valladolid en esos comienzos de agosto de 1978, pero con una condición: debían de buscarle un trabajo para seguir mandando dinero a su madre.
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Ese año Jorge jugó con Tejedor en el equipo juvenil. Lo compaginó también junto a Lolo en el Valladolid Promesas para que en la recta final este no descendiera y debutó con el primer equipo en la eliminatoria de Copa del Rey frente al Español, en el que un conjunto plagado de juveniles y chavales eliminaron al cuadro periquito. Fue una temporada fantástica ya que, además, Jorge fue convocado por la selección española juvenil. "Debuté frente a Portugal y esto me sirvió para que en el Valladolid se me tuviera más en cuenta. Empecé a entrenar con ellos con regularidad", relata.
Desde su banda izquierda, bien de interior, bien de media punta, siempre muy vertical, el buen año de Jorge le condujo al año siguiente a formar parte de la primera plantilla que con Eusebio Ríos lograría el ascenso a Primera división. Otra meta conseguida. Otro sueño.
Con Paquito como entrenador, Jorge empieza a llevar el número cuatro a la espalda, pese a jugar mucho más adelantado. También o antes, a Jorge comienza a llamársele entre el aficionado El Maradona vallisoletano, aunque a eso él no le diera más importancia. Jugador de partidos, más que de entrenamientos, es el Indio Jacquet el que le allana el camino para asentarse en el equipo. Con los veteranos Moré, Llacer, Santos y Rusky siempre guardé buena relación pero fue Jacquet el que me acogió como si fuera mi padre futbolístico", dice. Pese a acordarse de la temporada de su llegada y del estreno en Primera, para Jorge su mejor campaña fue la 84-85 con Fernando Redondo. Hice 11 goles y sufrimos pero nos salvamos en el último partido en Sevilla. Ese día Fernando Redondo le dio una de las lecciones más importantes en el mundo del fútbol. "Le pedí el cambio porque se me subían los gemelos en la segunda parte, pero no me hizo caso. Marqué el 0-2 y todos los compañeros se me tiraron encima. Pensé que me moría. Con el tiempo y la experiencia me di cuenta de que aunque estaba medio cojo el equipo me necesitaba en el campo".
De vestuario para dentro, Jorge se mostró ya desde que llegó como una persona seria, poco dado a las bromas y defensor de sus intereses. Hasta tal punto que en la comisión que negociaba las primas, junto a Moré y Santos, estos quisieron que el leonés también estuviera. "Con 18 años ya nos ponías contra la espada y la pared", le decían.
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Jorge fue conocido por los presidentes por ser un jugador con personalidad y duro a la hora de firmar sus contratos. Gonzalo Alonso en dos ocasiones le echó materialmente del club por no rubricar lo que se le ofrecía. También, el presidente rechazó una oferta de 65 millones del Atlético de Madrid por Jorge que le presentó el Doctor Cabezas pensando en que con el tiempo esta cifra aumentaría, aunque Jorge recuerda una vez que con motivo de una renovación le puso una cifra a Gonzalo Alonso: "Eso no lo gana ni el Pato Yáñez. Eres bueno pero no para ganar como él", le contestó.
Tras nueve años en el club, volviendo de un desplazamiento en el autobús con Fenoy y el presidente Miguel Ángel Pérez Herrán, el argentino le preguntó cuándo les iban a llamar para renovar a él y a Jorge. "A ti, esta semana, le dijo; A Jorge me han dicho que es peligroso en estos temas", le contestó. Aquello ya le sonó mal. Le ofrecieron solo un año, cosa que Jorge no aceptó por considerarlo insuficiente y pese a que a la semana el club ya le ofrecía tres, decidió cumplir con la palabra dada y marcharse al Logroñés que acaba de ascender. Luego, tres años en Salamanca donde se sintió muy querido y valorado, más que en Valladolid donde tenía defensores, pero también adversarios. "No pasaba desapercibido", señala. El leonés no se arrepiente de nada de su carrera, aunque quizá le hubiera gustado "llegar a jugar en un club con más aspiraciones".
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Sacó el título de entrenador y pronto también se dio cuenta de que no le gustaba dirigir a niños, precisamente porque no se lo tomaban en serio y tampoco podía trasladar la confianza que trasmitía Paquito, la mentalidad de jugar siempre igual en casa o fuera de Cantatore, las ideas innovadoras de Fernando Redondo o las broncas que le echaba García Traid.
En el partido de inauguración del Nuevo Estadio José Zorrilla con la televisión en directo, el técnico Paquito decidió que Jorge no iniciaba en el once el encuentro frente al Athletic Club. Le tocó calentar banquillo. "No me lo esperaba. Llevaba jugando toda la temporada de titular y anotados seis goles. Durante la semana no me dijo nada. No sé si fue un escarmiento o un mensaje a la plantilla. Nunca se lo pregunté y quizá es una cosa que me hubiera gustado saber", dice Jorge. Cuando entró en el campo, iba a saltar la sorpresa a falta de seis minutos para la conclusión del partido. Su gol, primero en el nuevo estadio, como él señala ahí quedará hasta que derriben el campo. Sin embargo, Jorge Alonso se quedó en su memoria con las palabras de su compañero Gail después de marcar el único gol del partido y de la victoria a Zubizarreta: "¡Te lo mereces, te lo mereces, te lo mereces!", le repitió en la piña que formaron todos los futbolistas. Seguía soñando
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