El Valladolid demuestra su condición de equipo de Primera a la sombra del Camp Nou

Los de Rubi ganaron con solvencia al filial del Barça un partido serio con goles de Hernán Pérez y Jeffren precedidos por un autogol de Gumbau

Fernando Bravo

Martes, 19 de mayo 2015, 21:42

El Real Valladolid demostró en el Miniestadi, a la sombra del Camp Nou, que es legítimo acreedor a una plaza en la Primera División, por la vía directa -con el permiso del Girona, el Sporting y Las Palmas- o resolviendo el trámite del 'play-off', ... algo que no debería ser demasiado engorroso si juega como lo hizo esta noche en Barcelona.

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Un centro de Chica propició el primer gol pucelano, marcado por Gumbau cuando intentaba despejar el balón que puso el lateral derecho del Valladolid -barcelonés de nacimiento- en la frontal del área. Fue una situación recurrente en los encuentros entre ambos partidos, ya que también en la ida Bagnack contribuyó con un autogol a la victoria pucelana. Pero ya para entonces Roger, en el minuto 5 y, sobre todo, Hernán Pérez, antes de que se cumpliera el primero de juego, habían anunciado con sendas ocasiones que el Real Valladolid no iba a hacer ni una concesión y estaba decidido a llevarse los tres puntos de Barcelona.

Rubi había renunciado a cualquier frivolidad, a pesar de que sabe que tiene un fin de temporada complicado por la acumulación de partidos, algunas bajas y, de seguir como ayer, pendiente de las sanciones -cinco tarjetas amarillas a Hernán Pérez, Roger, Mojica, Timor y Samuel-. Dejó a Sastre en el banquillo y apostó por Timor en el centro del campo, como compañero de Leão. Timor hizo lo que se esperaba de él, incluido ese disparo desde fuera del área al que no renuncia en casi ninguno de los partidos que juega. Y que en esta ocasión probó en el minuto 48, antes de que empatara el Barcelona B. Conectó un gran disparo que salió fuera.

Pero antes, en la primera mitad, el Real Valladolid demostró desde el primer momento su ambición y su capacidad para ganar a conjuntos llenos de 'figuras' que no juegan bien en equipo y no cuidan la defensa, empeñados como están en desarrollar la parte más vistosa del fútbol: el gol del que tampoco andan sobrados.

Adama y la reacción

Había jugado los primeros minutos de la primera parte el Valladolid como si lo hiciera en casa. Mejor, si atendemos al último partido en Zorrilla. Pero el Barcelona frenó el ambicioso planteamiento pucelano a partir del minuto 25. Siguieron las tablas y llegó una segunda parte en la que el Barcelona empezó jugando con más acierto. Siete minutos después de la reanudación, Vinyals sacó a Adama al terreno de juego en sustitución de un Joan Román muy activo en la primera mitad que se sorprendió cuando fue sustituido. Con Adama en el campo cambió el signo del encuentro y el Barcelona encontró el camino hacia la portería de Varas. Seis minutos después, Dongou lograba el empate y los fantasmas empezaron a rondar al Pucela. Daba la impresión de que se podía repetir y agravar el encuentro del sábado ante el Osasuna.

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Pero entonces llegó Hernán Pérez, que lo había intentado todo hasta ese momento y, tras llegar al fondo del área convirtió en una increíble vaselina lo que en principio hubiera sido un pase al centro del área. Casi sin ángulo engaño a Suárez y marcó el segundo. No dejó el paraguayo de intentarlo, a pesar de ver una tarjeta y de recibir un golpe que, a la postre, supuso su cambio. Pero aún quedaban 28 minutos y el Barcelona no había renunciado a acercarse a la salvación. Entonces, Rubi sacó a Mojica del campo y le sustituyó por Jeffren, que lo conocía bien por su experiencia en la Massía. Y Jeffren no perdonó. A falta de 9 minutos para cumplirse los 90 llegó a la frontal, un poco escorado a la izquierda, y cuando parecía y iba a pasar el balón a Roger, conectó un trallazo cruzado que sentenció el encuentro.

Aún tuvo Roger una oportunidad en sus botas. Era el minuto 94 cuando consiguió enviar el balón al fondo de la portería defendida por Suárez. Pero el árbitro entendió que estaba en fuera de juego y el gol del pistolero no subió al marcador.

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Efectividad, coraje y un juego lo suficientemente aseado para ganar con solvencia al penúltimo de la tabla.

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