santiago hidlago chacel
Domingo, 28 de diciembre 2014, 10:35
«Norte, Diario!», «¡Norte, Diario!», «¡Norteeee, Diarioooo!». Es un domingo cualquiera. La voz de José Ceinos Vallelado (Valladolid, 1959), al igual que lo hacía antes su hermano Antonio y antes su padre Isaías (y también otros como La Chata en la calle Santiago o El ... Pancho), anuncia el producto a los cuatro vientos. José camina con veinticinco periódicos bajo el brazo por la zona del barrio de San Pedro Apóstol y Hospital. Es uno de los últimos que todavía realizan este oficio de voceador que consiste en una peculiar manera de pregonar y vender la prensa. Comenzó con 12 años. De hecho, es de hace cuatro décadas la llamada que vocea y repite cada cierto tiempo y que alude a dos periódicos: El Norte de Castilla y 'El Diario Regional'. Los voceadores, que también tuvieron mucho predicamento en Bilbao, están ahora en peligro de extinción incluso en países como Argentina, Chile (donde les dicen también canillitas) o México (papeleritos). Allí estos corrían de un lugar a otro voceando las noticias o el encabezado de la más llamativa para vender el ejemplar del día.
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El hecho es que bastantes parientes de la familia de José se dedicaron en algún momento de sus vidas al mundo del quiosco, bien de manera estable en el barrio de La Rubia o Las Batallas o bien más trashumante con remolques, carros, estructuras móviles o bicicletas. Hace aproximadamente 47 años, su padre compró el quiosco de la calle Real de Burgos, esquina doctor Fleming. Aunque José no quería saber nada de él al principio, lleva ya más de treinta al frente del mismo, viviendo de forma personal los avatares de la prensa diaria: la crisis, la lucha contra Internet, la comunicación global o los gratuitos. Todo ello, además de los cambios en las costumbres y en las generaciones. «Antes el día después de la lotería era impresionante la venta de periódicos, pero ahora ha bajado. Hace años en una casa se compraba el periódico el domingo y lo usaban, a mayores de para leerlo, para secar el suelo después de fregar o para envolver el bocadillo», señala José.
La interminable labor diaria sin fines de semana ni apenas descansos que comparte con su mujer en el quiosco la compagina José con salir a vocear los periódicos todos los domingos. «Yo digo siempre que no grito, yo voceo. Para mí es una satisfacción acabar con la venta de El Norte de cada día. Hay personas que el día que no me oyen me preguntan: ¿Oye te ha pasado algo ayer que no te hemos escuchado?».
José es socio del Real Valladolid desde el 1 de septiembre de 1974, aunque a comienzos de los 80, y con motivo del servicio militar, dejó de serlo temporalmente. Sin embargo, este es el fútbol que más le ha colmado: «Me acuerdo de los Llacer, Salvi, Docal, Pérez García, el pobre Fede, que se mató en accidente, la elegancia de Álvarez, la fuerza de Astrain, los goles de Lorenzo, de Lizarralde». Pese a que su ídolo futbolístico ha sido el guardameta del Athletic de Bilbao Iribar, ha reconocido siempre a los futbolistas canteranos de aquí: «Los Borja, Gail. Estoy enamorado de una foto de él rematando de cabeza en un partido ante el Barcelona», y otros como Rusky que «metía la testa como nadie», la picardía de Fenoy, o «los primeros Trofeos Ciudad de Valladolid en el que el Pucela se medía a los mejores equipos del mundo», indica José. Su forma de pensar es «si no eres del equipo de tu ciudad, ¿cómo va a ser este grande?». Así José ha disfrutado también sobre todo de los ascensos como el protagonizado por el equipo de Mendilibar en Tenerife: «Pusimos la radio a todo volumen en el quiosco. Nos juntamos unos cuantos con banderas, bufandas. Vestimos hasta el perro».
El hecho de que desde finales de los 80 continúe como abonado se lo debe fundamentalmente a sus hijas, como él también miembros de la Cofradía del Cristo del Perdón: «La mayor, Henar, es la que más me ha arrastrado. El Pucela, papa, lo llevamos aquí, me dice ella señalándose el corazón. La pequeña pensé que no le iba a gustar porque el primer partido que fue a ver perdimos 0-3 con el Celta de Vigo, pero ahí vamos los tres como socios. Y con nosotros, al lado de la portería de gol norte, otros ocho o nueve más». Todos ellos suben en autobús con la parafernalia de las banderas, bufandas, las pipas o los bocadillos, como en una pequeña romería el día del partido. «Antes si perdía el equipo me cabreaba y sufría. Ahora no. Me lo tomo con calma. Como si fuera un hijo, al Real Valladolid le perdono todo. Es mi equipo y hay que aguantarlo». Sabias palabras las de José, sobre todo en tiempos de zozobra como los actuales. José Ceinos, el voceador, en el campo de fútbol no es de los que precisamente vocea. Ni grita.
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