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Real valladolid

Los interiores de entonces

javier yepes

Lunes, 8 de diciembre 2014, 11:22

El partido terminó en triunfo y se rompió una racha negativa que había llegado a preocupar de manera importante. Hasta ahí, el resumen de lo más trascendente acaecido ayer si traducimos el fútbol a goles, estos a puntos y, con ellos, a posición en la tabla en busca de ascenso.

Sin embargo, tratando de ir un poco mas allá y sin que esto influya en la clasificación, bien podríamos decir, sin faltar a la verdad, que el partido fue aburrido; el rival, muy flojo, y la victoria, justa. Y puestos ya a decir, incluso que el juego del equipo fue de nivel muy pobre, con un perfil muy bajo en lo que a intensidad y a ritmo de juego se refiere, y que el tridente zurdo que conformó el ataque solo brilló, y a ráfagas, por la zurda de Mojica precisamente.

De cualquier forma, el Recreativo me pareció una vulgaridad como equipo, en el que Álvaro Antón ponía las únicas gotas de cordura técnica destiladas por los onubenses, ayer disfrazados de selección española de fútbol sala.

Se les llamaba interiores; y eran los encargados de incorporarse desde el medio campo hasta las inmediaciones del área, llegando incluso a pisarla, como hace pocas fechas me recordaba Carlos Ramírez el genial 8 vallisoletano de los 60, para acompañar y finalizar el ataque con un pase, un remate o un tiro; y además, puestos ya a rizar el rizo, a coger el rechace de la segunda jugada.

Hoy el fútbol son otros López y estos responden al estereotipo de cuatro jugadores en línea defensiva con dos escuderos del mismo porte por delante, tan flojos de recorrido, como menguados de ansia atacante.

Así las cosas, y a efectos de que alguien enlace con el centro delantero, se destina al volante atacante por antonomasia es decir al Óscar de turno a posiciones adelantadas para que «pueda hacer daño» y no deje en soledad al eximio rematador.

La táctica en cuestión surte el efecto perverso de romper el conjunto en dos bloques, al conformarse dos grupos de seis y cuatro jugadores aislados entre sí, para morir en el instante el juego asociativo. Y entonces, se juega a impulsos de velocidad individual, que no colectiva, y se enflaquece de tal forma el medio campo que aísla a los dos volantes del resto del equipo y del juego. Llegada la necesidad de poseer el balón y mantener el marcador, aparece el tercer volante defensivo para cerrar el espacio. ¿En qué quedamos?

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