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javier yepes
Domingo, 23 de noviembre 2014, 15:25
Bajaban turbulentas las aguas futbolísticas del Real Valladolid en aquel final de verano del año 1991. Una escisión importante acaecida meses antes en la directiva, presidida por Gonzalo Gonzalo, había terminado con la salida de Andrés Martín, Luis Real, César Lomas y Eduardo López, en desacuerdo con la gestión económica del presidente. Ya en febrero se había producido un roce importante entre ambas partes a propósito de un incidente ocurrido entre José González, gerente proveniente de la anterior junta directiva, y César Lomas. Las cosas, pues, venían feas de atrás.
La venta de Gabriel Moya al Atlético de Madrid había aliviado en cierta manera la situación económica y el grupo mencionado, con Luis Real como principal valedor de Andrés Martín, no estaba por la idea de iniciar un nuevo proyecto con otros extranjeros, y sí más bien con la de jugar la baza de una cantera excelente como la de entonces, y aprovechando lo conseguido por Pacho Maturana y Diego Barragán con la plantilla de la última temporada.
Una temporada, la 90/91, que había consagrado en el fútbol español a las dobles parejas vallisoletanas formadas por Caminero y César Gómez este con la inestimable ayuda del brasileño Luiz Eduardo Quadros Lima, y Leonel Álvarez y Luis Minguela, con la no menos importante colaboración de Andoni Ayarza, cuya lesión forzó la venida de Leonel hasta final de temporada.
Tan importante fue el crecimiento futbolístico de José Luis Pérez Caminero, a quien Fernando Redondo había incorporado procedente del Real Madrid en la operación de Fernando Hierro, que el Real Madrid volvió de nuevo sus ojos hacia él y forzó una negociación para su traspaso. Aquella reunión, celebrada a media mañana y a medio camino entre las dos capitales, y con ambos presidentes y directores de fútbol como interlocutores, terminó en un acuerdo ventajoso para ambas partes posteriormente roto de forma unilateral por parte blanca, y que de haberse respetado hubiera cambiado esta historia y la de algún barrio de la ciudad. Pero esa reunión merece un capítulo único.
En aquel septiembre pues, el Real Valladolid era: su deuda, sus colombianos y ¡tres! de sus jugadores jugando para la Selección Resto del Mundo. Ni más ni menos que Valderrama, Higuita y Caminero jugando en Nápoles con un combinado frente a Italia en el homenaje a Dirceu Guimaraes y, unos días antes, los dos colombianos jugando frente a la Alemania de Berti Vogts. Un Pucela que amenazaba hundimiento tenía representación mundial con tres hombres y uno de ellos era el mejor jugador de América. ¡Ver para creer!
Así las cosas, con Gonzalo dispuesto a dejar el sillón a alguien que pudiese salvar el club, y Andrés y su gente dispuestos a hacerse con él, se elabora un plan salvador que, pasando por Ayuntamiento, consiga llegar a los empresarios de la ciudad. La operación salvación del club estaba en marcha y Andrés Martín se situaba en cabeza. Y con esa decisión personal, tremendamente arriesgada por mor de quedar en agua de borrajas y su valedor en entredicho, es cuando nuestro personaje alcanza, con su gestión única y pionera en el fútbol español, la condición de salvador del balompié de esta ciudad.
Acuerdo de caballeros
No le demos más vueltas; el Real Valladolid se mantuvo porque un acuerdo de caballeros entre el presidente, quien reconoció su impotencia para arreglar el problema, y el vicepresidente, decidido a intentarlo, posibilitaron el salto a la palestra del Consistorio y del resto de empresarios, a 25 millones de pesetas por cabeza. Sin más.
Cronológicamente, los hechos comienzan el miércoles 18 de septiembre con mesa y mantel. A la comida, promovida por los propios futbolistas de la plantilla, inquietos por la situación del club, acudieron Luis Minguela, César Gómez y Mauro Ravnic, como capitanes, y Andrés Martín y Luis Real, como cabezas visibles del grupo opositor. Los capitanes querían saber qué planes tenían los nuevos, y estos, cómo respiraban los peloteros.
A la proposición de los futbolistas de cobrar 60.000 pesetas por punto obtenido, tarifa habitual en la Primera División de entonces, Andrés les responde de forma contundente: «A ver si conseguimos que cobréis el sueldo». Luis Real, de inmediato, replica: «Ni primas ni premios, pero habrá club». Mal lo debieron de ver los jugadores, que aceptaron, bien a su pesar, y pendientes de exponérselo al resto.
Con ese gesto de buena voluntad por parte de la plantilla, que desembocó en una rebaja brutal de sueldos en todos los estamentos del club, aceptada de mejor o peor grado según los casos, empieza la frenética carrera para conseguir entrar en el Plan de Saneamiento, como condición previa a la conversión en SAD. Entre el 18 de septiembre y el 15 de noviembre, 27 días exactamente, se gestó la mayor operación de ingeniería político-inmobiliaria-deportiva, con resultado de gesta, que se ha realizado en esta ciudad. En el siguiente capítulo, iremos a ello.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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