La venta del Real Valladolid
La estrepitosa caída de la imagen de Ronaldo en ValladolidEn siete años, Ronaldo Nazário ha pasado de ser considerado un héroe en la ciudad a un villano, de prometer pelear por jugar en Europa a dejar abandonado el club y ganarse a pulso una fractura irreconducible con la afición
José Anselmo Moreno
Viernes, 23 de mayo 2025, 18:28
Es un caso claro de aquel dicho tan manido que reza «de héroe a villano». En septiembre de 2018, Ronaldo Luís Nazário de Lima llegó al Ayuntamiento de Valladolid en loor de multitud y casi bajo palio. Ese día no prometió, solo insinuó que volvería el Europucela. Dijo que ese era el principal objetivo y lo tuvo que decir muy alto porque la pregunta se la hizo quien firma desde las últimas filas de un salón de recepciones donde no cabía ni un alfiler. Prometer, lo que se dice prometer, pelear por Europa y hasta por entrar en Champions lo hizo 24 meses después. Tras casi 7 años, tiene actualmente al club asomándose el abismo. Esta temporada hubo un partido en el que casi 2.000 aficionados no entraron al estadio durante la primera parte. Ronaldo hasta ha dividido a la afición, igual que con el cambio de escudo. Vender a jugadores importantes hasta casi descapitalizar deportivamente un club, en muy poco tiempo centenario, también ha dolido. Y mucho. Tanto como las goleadas de esta temporada.
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Pero vamos por partes porque, en mi opinión, esto ha tenido dos partes. Durante años, Ronaldo fue un ídolo de masas como jugador, cada gol suyo era poesía y provocaba explosiones de alegría en las gradas. O Fenómeno fue símbolo y referente del Real Madrid galáctico y, en este contexto, llegó a Valladolid como un héroe indiscutible para la afición. El día de su presentación en el Consistorio como nuevo propietario del club fue una especie de Bienvenido Mister Marshall. Todo el mundo quería una foto con 'Ronnie'.

Sin embargo, cuando te pones al frente de un club de fútbol ya no se trata de meter goles, es ya un juego de decisiones. Al principio mientras se percibía ilusión en el nuevo presidente esas decisiones no fueron malas, salvo el fichaje de Stiven Plaza, un capricho caro. Estuvo bien quitar el foso del estadio, adecentarlo por fuera y por dentro, poner una visera a los Campos Anexos o incluso mantener a su equipo de trabajo para conseguir dos permanencias apuradas, pero nada que ver con lo sucedido después. Tal vez su primer gran error fue mantener a Sergio en lo que ya era una destitución de manual. Esa paciencia no la tuvo después con otros.
Antes de su llegada, el club había atravesado por problemas económicos evidentes que, con dos años consecutivos en Primera División y varias ventas millonarias de futbolistas, fueron desapareciendo. En el aspecto de modernizar la entidad, tampoco hay nada que oponer salvo el error del cambio de escudo que fue la primera gran brecha que se abrió entre la propiedad y la afición.
No se consultó con nadie y aquello era como una afrenta. Fue como esas camisetas con el nombre de un jugador que se tiran a la basura, solo porque ha fichado por el eterno rival. Toco la línea de flotación de los sentimientos. En estos casos los cánticos de amor se transforman en odio, pero daba la impresión de que a Ronaldo no le importaba. No se dio cuenta de que el cariño de los aficionados nada más llegar era condicional y, al menos, se esperaba de los dirigentes no pisar lealtades, como el cambio de una señal histórica.
Esa circunstancia y un par de ruedas de prensa en las que Ronaldo hablaba en modo presidente, no de sus graciosas anécdotas futbolísticas, acabaron de rematar la desafección del presidente por el Real Valladolid y por Valladolid, donde llegó a residir, y también de los aficionados hacia él, a quien veían como un ídolo que iba a poner Valladolid en el mapa y que, además, dijo que en cinco años opositaría a Europa. Otro error.
Pasaron esos cinco años y el club estaba en Segunda División de donde iba y venía como las olas llegan a la playa. Con el último ascenso, aún Ronaldo podía pasearse con la camiseta del Pucela y subir al balcón de Ayuntamiento, pero esta temporada se rompió todo. Fue cuando los cánticos de 'Trilero, dónde está el dinero' se acrecentaron, fue cuando el equipo rompió moldes históricos para mal e hizo números que avergonzaron a la mayor masa social de su historia: 24.000 abonados. Algunos iban a cada partido con su pancarta 'Ronaldo go home'. El violeta se tornó amarillo en algunas zonas del estadio.
Es curioso, mientras había más afición que nunca, el equipo estaba en caída libre. Ronaldo jugaba al tenis al tiempo que sus jugadores hacían el ridículo en algún campo de España. El astro brasileño, que ya no pisaba por aquí, se cansó de su juguete y dejó de lado cualquier acercamiento el club, delegando en personas que tampoco estuvieron a la altura. Esas personas fueron abandonando la entidad paulatinamente hasta dar una imagen de cierto abandono institucional ante la falta de comparecencia pública de los responsables. El club, obviamente, no estaba vacío pero parecía que funcionaba con el piloto automático. Capítulo al margen, son las decisiones deportivas de Catoira que, inducidas o no, han sido calamitosas en la mayoría de los casos. Hasta aquí nos ha traído esta historia que termina con una venta esperada y deseada por todos. Al final se cumplió: 'Ronaldo go home'.
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