
Minguela, el capitán de todas las batallas
De la final de la Copa de la Liga dice que recuerda el tercer gol, que marcó él, y que el árbitro le expulsó junto a Pedraza por un rifirrafe
J. A. M.
Valladolid
Jueves, 27 de junio 2024, 06:55
Marcó el tercero el día «d» y cerró el marcador. Aunque Jorge Alonso tuvo el cuarto en sus botas y envió el balón por encima del larguero. Minguela estuvo en todas las grandes batallas, incluida la del ascenso del 80, partidos de la Copa de la UEFA, de la Recopa de Europa, la final de la Copa de la Liga y la final de la Copa del Rey del 89. En resumen, estuvo en todos los días grandes y eso que hubo de retirarse con solo 31 años por las lesiones. Los médicos le dijeron que lo dejara porque si seguía forzando tendría una vida después del fútbol «un poco complicada».
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De la final de la Copa de la Liga dice que recuerda especialmente el tercer gol, que marcó él, y que acto seguido el árbitro (Pes Pérez) le expulsó junto a Pedraza por un rifirrafe. Asegura también que aquella Copa ni se celebró. Cree, de hecho, que ni los recibió el Ayuntamiento y ni siquiera hubo una cena entre compañeros porque «cada uno se fue para su casa». Sin embargo, recuerda que aquel equipo era un piña, que físicamente estaban «como motos» y sin entrenar mucho, como pasó luego con Maturana, «que entrenábamos más que nunca y bajamos», recuerda.
Minguela fue un comodín en sus inicios, jugó de interior izquierdo y hasta de lateral un día para frenar a Juan Señor. Eso fue hasta la llegada de Cantatore que le colocó de medio centro y ahí jugó hasta su retirada. Dice que el chileno le hacía sentir «el mejor» porque, al margen de poner a cada uno en su puesto, era «un gran psicólogo».
Aunque en 1984 aún no era titular, disfrutó de aquella Copa de la Liga como el qué más. Igual que hoy en día ve los partidos del Pucela y a veces sufre o es crítico cuando el equipo se lo merece. Lo de jugar lo deja ya para sus nietos y, tras dos prótesis de rodilla, juega por fin sin molestias.
Además de estar en casi todos los partidos históricos, Minguela fue internacional y, al margen del fútbol, ha sido diputado, concejal y alcalde de Laguna de Duero, allí también portó el bastón de mando tras haber capitaneado al Pucela durante muchas temporadas. Fue el primer regidor del PP en la localidad vallisoletana y lo fue en plena crisis económica, aunque él dice que «los tiempos de crisis te hacen trabajar el doble y tirar más de imaginación».
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Jubilado recientemente, el exjugador segoviano (Frumales, 5-1-1960) ni siquiera tuvo que colgar las botas para ser tentado para la vida política. «El PP ya me propuso algo cuando yo aún era jugador y fue entrar en las listas para el Ayuntamiento de Valladolid pero hasta 1995 (se retiró en el 92) no di el sí».
Fue un «one club man», ya que desarrolló la totalidad de su carrera deportiva en el Real Valladolid. Fue también el gran capitán hasta su retirada, tras una temporada marcada por la presencia de varios colombianos y en la que el equipo descendió. Siempre ha defendido que en las plantillas tiene que haber una base de cantera, «no puede ser que lleguen 14 fichajes de golpe y eso cuaje en poco tiempo pero la verdad es que el fútbol ha cambiado mucho, ahora se mueve más dinero y depende de los ingresos por televisión».
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A su juicio, ahora todo se ha mercantilizado y es necesaria «una identificación» con el club, algo que se consigue trabajando con la cantera. Precisamente, el año de su retirada debutaron los once titulares del Promesas en Primera de la mano de Maturana y Yepes. Minguela ponía las cosas claras a los jóvenes al llegar al vestuario, lo que supone ser un profesional, la entrega o cuidarse fuera del campo. En definitiva, lo que viene a ser un capitán.
Con Azkargorta llegó a jugar varias veces de líbero con un sistema de tres centrales que empleó por primera vez en un partido matinal ante el Sporting. El técnico vasco, que acababa de llegar tras dimitir Cantatore, preguntó al descanso que a quién podía poner atrás sin hacer cambios y Santi Llorente le dijo que como central de emergencia había jugado en ocasiones Moré pero él respondió: «Pues yo voy a poner a Minguela». Le puso y como aquel día se ganó (2-0), lo hizo también en otros partidos.
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El de Minguela era otro fútbol. Ahora un internacional tiene la vida resuelta y en aquel tiempo se ganaba dinero pero había que seguir peleando tras retirarse porque la cosa no daba para rentas. Lo que no se puede cuantificar es la reputación y esa es la que hace que lleven el nombre de «Luis Minguela» unos campos de fútbol en Valladolid o una calle en su pueblo. En Segovia Luis era Minguela II, ya que su hermano José Antonio, mayor que él, también era jugador y ha sido entrenador de la Gimnástica Segoviana. Por cierto, que cuando ficharon a Luis Minguela, con 17 años, no fueron a ficharle a él sino a Pablo Gila.
Las referidas lesiones lastraron a Luis y le hicieron poner un punto final cuando aún le quedaba un año de contrato. El técnico Marco Antonio Boronat, que duró mes y medio, dijo que no contaba con él y en plenos Juegos de Barcelona salió la noticia de su retirada. Apenas un breve en la prensa nacional, sin homenajes, sin focos, sin nada. Tenía el título de entrenador y el club le comentó que contaba con sus servicios pero esa propuesta nunca se concretó.
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Aquel segoviano que había debutado con Paquito, además de una rodilla, se rompió la tibia en un partido de Copa en Burgos. Tenía solo 18 años en su primera lesión grave pero siempre se fue levantando, una vez tras otra.
Precisamente, además de las finales de la Copa de la Liga y de la Copa del Rey, Minguela jugó aquel recordado encuentro copero en Sarriá que se decidió con un gol de Gilé y en el que la mayoría de los expedicionarios eran juveniles. El capi, entonces imberbe, ya era uno de los nuestros. Y es que Minguela estuvo en todas las batallas. Eso nunca sucede por casualidad.
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