Era correr y luchar, no asustarse y parar, robar antes que regalar y morir mejor que agonizar.
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Todo esto que parece un rap, malo de solemnidad por cierto, es una verdad palmaria y viene a expresar los sentimientos absolutamente encontrados que se concitaron en Mendizorroza.
Y es que probablemente, si Frank Kafka hubiese presenciado el encuentro, cosa que dudo tanto como que le gustase este deporte allá por el año 15 del pasado siglo, no hubiera vacilado en apropiarse del relato realizado por el Pucela para explicar el cambio ocurrido.
Entre la mutación experimentada de la noche a la mañana por Gregorio Samsa, el protagonista kafkiano, y el aspecto del equipo antes y después del 0-2 puede existir toda una teoría para explicarlo, aunque en ambos casos el cambio está servido.
Símiles literarios aparte, lo cierto es que el Real Valladolid salió al terreno de juego vestido de triste y pobre mendigo del fútbol español para justificar la paupérrima clasificación y el papel de desahuciado.
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Ha sido penoso ver la forma en la que se encajaban los dos primeros goles y glorioso contemplar las caras de rabia que, a medida que pasaban los minutos, iban mutando en esperanza de alcanzar un resultado merecido. Algo que dejase los réditos necesarios para poder creer en que la salvación está a tiro de esfuerzo e inteligencia, como así es.
Cuando en el último suspiro le regalamos al Getafe un punto ya se apreció que el desastre iba envuelto en papel de lucha buena, de esa que te saca de pobre si la sabes mantener en el tiempo.
Me alegro de no haberme equivocado porque lo escribí plenamente seguro. Son muchos años trabajando con futbolistas, como para interpretar si se corre y se juega por convencimiento o solo por obligación.
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Hoy, resultado y goles aparte, el entrenador se consagró. Mantuvo en jugadores todo lo que podía mantener y se atrevió con Joaquín en un lugar donde nadie le hubiese situado. Y es que, quien mejor conoce el percal es quien a diario le toca.
Cierto es que la lesión de Borja facilitó la entrada de Míchel, y éste, como era de esperar, le dio el sentido y la pausa necesarios para que se experimentase el cambio.
Si a un jugador los compañeros le buscan de forma unánime cuando hay que jugar la pelota es por algo. De la misma forma que se busca a Plano en los tres cuartos de campo contrario y a Guardiola en el espacio final del éxito. Y los peloteros, a buen seguro suelen saber lo que hacen.
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El equipo, lo firmo, tiene hechuras suficientes para mantener la categoría, créanme. La vuelta de Toni, ahora que el equipo se resiente en las lesiones, es una magnífica noticia, de la misma manera que lo es la aportación de Waldo. ¡Pero ojo!, éste equipo no puede permitirse esos fallos absurdos que tanto nos lastran. Esos «pequeños detalles» de los que les hablaba el pasado fin de semana. Y sin tiempo de alargar el festejo por el punto, ya pensamos en el Girona de Eusebio y Onésimo.
Para el martes la gente se volcará y animará hasta desgañitarse y el club apelará a esas jornadas especiales de bajo precio y alto aforo para reventar Zorrilla porque lo contrario sería errar gravemente.
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Y ya nadie puede dudar que juegue quien juegue somos solventes para sacarlo adelante. Con portería a cero, errores al mínimo y aciertos los justos. Pero que se puede, no lo duden. Afortunadamente.
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