
José Miguel Ortega
Valladolid
Sábado, 10 de noviembre 2018, 09:17
José Luis Mendilibar llegó a las filas del Bilbao Athlétic cuando solo tenía 18 años y se perfilaba como una de las figuras más prometedoras del fútbol vizcaíno. Era un interior con buenos fundamentos técnicos, pero sobre todo, con una extraordinaria capacidad de trabajo.
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Esperó a que un día le llamaran del primer equipo para jugar en San Mamés, el sueño de todos los chicos a la izquierda y a la derecha de la ría del Nervión, pero en vista de que el tiempo pasaba y esa llamada no terminaba de llegar, decidió aceptar una oferta del Logroñés, en el que jugó tres años, antes de volver cerca de casa, al Sestao, donde estuvo siete temporadas con notable rendimiento.
Militaba en el equipo verdinegro, en Segunda División, cuando pisó el césped del nuevo estadio Zorrilla como rival de un Real Valladolid, que había descendido la temporada anterior y pugnaba por recuperar cuanto antes su puesto entre los grandes. Fue el 13 de diciembre de 1992 cuando se jugó aquel choque liguero entre el Pucela y el Sestao, con un claro favoritismo para el equipo local, obligado a ganar sin problemas por historial, presupuesto y plantilla.
Pero el fútbol no es una ciencia exacta y, con cierta frecuencia, se producen resultados inesperados, como aquel empate logrado por el modesto equipo vizcaíno, que se adelantó en el minuto 9, gracias a un penalti cometido por Iván Rocha sobre Mendilibar, precisamente. Lanzado por Menchaca se convirtió en el (0-1) que llevó el nerviosismo a las filas locales, pese a que el árbitro expulsó a Ibarrondo, a los 11 minutos, dejando en inferioridad a los sestaoarras.
Mendilibar fue uno de los hombres de su equipo que más trabajó para mantener la ventaja pese al hándicap del compañero expulsado, de modo que su entrenador decidió sustituirle en el minuto 62, un cambio que no solo no dio resultado, sino que posibilitó el empate local, a cinco minutos del final, con un disparo de Amavisca.
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Saso, que había vuelto al banquillo después de muchos años sin entrenar, reconoció los méritos del rival y que el empate había sido justo, aunque ni en sueños hubiera podido imaginar su entrenador que el Sestao fuese a empatar en Zorrilla. Un Valladolid que aquel día jugó con: Lozano; Cuaresma, Manolo, Caminero, Ivan Rocha; Charles, Javi Rey, Walter, Rachimov; Toni y Amavisca. A los 48 minutos, Onésimo, que fue expulsado poco antes de finalizar el choque, sustituyó a Charles, y a los 77, Damián a Javi Rey.
A finales de enero de 1993, Felipe Mesones sustituyó a José Luis Saso y el Valladolid, ganando 1-2 al Palamós en la última jornada, regresaba a Primera, mientras que el Sestao, penúltimo, perdía la categoría. Mendilibar, con 32 años, dejó el club verdinegro y jugó una temporada más con el Lemona, en Segunda B, para iniciar después su carrera como entrenador, sin duda más brillante que la que había tenido como jugador, pese a ser un hombre de club con una aportación valiosa, sobre todo en el Sestao, donde disputó 275 partidos y marcó 34 goles.
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Sin llegar a ser una estrella como jugador, Mendilibar llevaba el fútbol en las venas y nada más colgar las botas inició una larga trayectoria como técnico que habría de tener en Valladolid su etapa más brillante. Fichó por los blanquivioletas en la temporada 2006-2007, donde se encontró con un antiguo rival de aquel partido que jugó en el nuevo estadio catorce años antes, Caminero, convertido en secretario técnico, y un plantel de jugadores excelentes –Marcos, García Calvo, Sisi, Víctor, Llorente, etc–, además de un hombre sin la vitola de éstos, pero que resultaría clave en el ascenso, Iñaki Bea, que fue la prolongación del técnico en el campo y actualmente es su ayudante en el Eibar.
La simbiosis entre el entrenador y los jugadores fue, pese a que la temporada empezó con un par de tropiezos, la clave del éxito que supuso el retorno a Primera División con números de récord, tanto en imbatibilidad –29 jornadas seguidas sin perder–, como en puntuación –88 puntos–, además de haber alcanzado el objetivo ocho jornadas antes de concluir el campeonato.
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El estilo Mendilibar cautivó a los vallisoletanos en aquella extraordinaria campaña y las dos temporadas siguientes en las que el equipo mantuvo la categoría. El presidente llegó a decir que Mendi podría seguir hasta que él quisiera, pero en la cuarta campaña el idilio comenzó a tambalearse con una serie de resultados adversos que desencadenaron su cese el 1 de febrero de 2010, haciéndose público el nombre del sucesor, Onésimo Sánchez, técnico del filial que, como Caminero, también estuvo en la alineación blanquivioleta de diciembre de 1992, cuando el de Zaldívar pisó el césped de Zorrilla por primera y única vez en su carrera de futbolista.
Los ceses son siempre dolorosos, pero aquel sirvió para dejar patente la devoción que le profesaban los aficionados en la despedida espontánea y emocionante que le dedicaron al abandonar el estadio. Seguro que hoy, cuando ocupe su banquillo, volverá a tener constancia de que la huella que dejó aquí, sigue vigente.
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