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Maturana y Onésimo, ante Caminero, en un entrenamiento del Real Valladolid en Zorrilla
Maturana y Onésimo acabaron con el gafe del Real Valladolid en Bilbao

Maturana y Onésimo acabaron con el gafe del Real Valladolid en Bilbao

La Vista Atrás ·

Más de 40 años después de la primera visita, el 20 de enero de 1991 el Pucela logró su primer triunfo en San Mamés

José Miguel Ortega

Valladolid

Domingo, 20 de octubre 2019, 08:18

20 de enero de 1991. Una fecha que los supersticiosos recordarán, pues ese día lograba el Real Valladolid acabar con el gafe que siempre le había perseguido en sus visitas a San Mamés, desde que los blanquivioletas se enfrentaron al Athlétic de Bilbao en su feudo, cuando en la temporada 1941-42 perdió por 6-1 en la Copa y, posteriormente, en la primera jornada de la temporada 1948-49, en la que el Pucela se estrenaba en la Liga de primera división, con una severa paliza, 7-2, seguramente porque los jugadores vallisoletanos no habían asimilado aún los revolucionarios cambios táctico que Helenio Herrera pretendía imponer.

Es cierto que en Zorrilla, el Valladolid si ganó, incluso con holgura, en algunas oportunidades y que en sus visitas al Bocho empató varias veces y en alguna mereció el triunfo, pero por unas u otras causas, la Catedral se les resistía a los blanquivioletas hasta aquella tarde, 43 años después de la primera vez que ambos equipos se encontraron en partido oficial.

El entonces presidente, Gonzalo Gonzalo, había dado la sorpresa fichando a Pacho Maturana, el técnico de la selección colombiana que había causado sensación en el Mundial de Italia-90, con la innovación táctica de la zona. Y junto a él, uno de los integrantes de aquel equipo, el centrocampista Leonel Álvarez, que se había adaptado muy bien al fútbol español.

El Valladolid de Maturana era un equipo bastante sólido, que no recibía goles con facilidad, de modo que teniendo en cuenta los antecedentes de los resultados de San Mamés, quienes viajamos a Bilbao nos dábamos por satisfechos con un empate.

Y a ese desenlace parecía encaminado el partido en la primera parte, porque aunque el dominio territorial era visitante, los delanteros no terminaban de encontrar el camino del gol. Pero algo debió ver claro Maturana, cuando en el descanso decidió prescindir de Minguela, un centrocampista, para dar entrada a Onésimo, un delantero, para ver si con su aportación se encontraban las vías de peligro que antes habñian estado cerradas.

Y solo cuatro minutos más tarde, llegó el gol. Ayarza, un exleón, robó el balón en el centro del campo, se lo cedió al velocísimo Moya para que éste, viendo desmarcado a Onésimo, le diera el pase final para que el vallisoletano, con la habilidad que le era habitual, batiese a Iru abriendo la puerta de la esperanza para que esta vez sí se pudiera acabar con la maldición que siempre le había acompañado al equipo en el feudo rojiblanco.

Clemente, el entonces técnico del Athlétic, hizo dos cambios buscando la remontada, pero atrás el Valladolid era muy solvente y supo aguantar la presión hasta que el colegiado gallego Bello Blanco pitó el final. No sé si Maturana y sus hombres fueron conscientes en ese momento de la importancia de la victoria, más allá de los dos puntos conseguidos, pero quienes estábamos en el secreto del gafe que siempre había perseguido a los blanquivioletas en San Mamés, respiramos al fin, aliviados, por se cumplía lo de que no hay mal que cien años dure…

Los protagonistas de aquella gesta fueron: Lozano; Cuaresma, Caminero, Luiz Eduardo, Lemos; Ayarza, Leonel Álvarez, Minguela (Onésimo); Moya, Vilchez y Fonseca.

Sin embargo, aquello no fue sino la victoria en una batalla, porque la guerra se iba a complicar mucho, a pesar de que el Pucela terminó la Liga en un cómodo noveno lugar, tres por delante del Athlétic. El presidente, hombre muy dado a los fichajes de relumbrón, se trajo para la siguiente campaña a dos figuras mediáticas como René Higuita y Carlos Valderrama, con la esperanza de llenar el campo cada domingo, pero el resultado fue más bien el contrario. Más gastos, menos socios y resultados muy por debajo de lo esperado, colocaron al club en una situación límite que provocó la dimisión de Gonzalo Gonzalo, la interinidad de Andrés Martín, y la operación salvadora gestada en el Ayuntamiento por el alcalde Rodríguez Bolaños, al involucrar a un grupo de empresarios vallisoletanos, con Marcos Fernández a la cabeza, para evitar la desaparición de la entidad, por culpa de las deudas millonarias, algo impensable después de aquel partido de San Mamés, en el que los blanquivioletas consiguieron algo más que una importante victoria, ya que el gol de Onésimo terminó con 43 años de sequía y la especie de maldición que les había perseguido siempre que jugaban en la Catedral.

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