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El Real Valladolid suma un punto en esta nueva travesía y de paso le mete otro a la frontera que delimita el descenso, además de restarle dos a un Celta que bien pudo haber deshecho el entuerto ante el Villarreal si Aspas no hubiera fallado ... un penalti a veinte minutos del final cuando el partido dormía en botas gallegas. Pero Masip adivinó la intención y de paso dio un vuelco al partido, que igualó fuerzas y volvió a la casilla de salida en la que empezó.
Real Valladolid
Masip: Moyano, Joaquín, Salisu, Nacho; Óscar Plano (San Emeterio, minuto 62), Alcaraz, Míchel (Hervías, minuto 62), Toni Villa (Waldo, minuto 74); Ünal y Sergi Guardiola (Ben Arfa, minuto 74).
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Celta de Vigo
Rubén Blanco; Kevin Vázquez (Brais Méndez, minuto 90), Aidoo, Murillo, Araujo, Olaza; Fran Beltrán, Okay, Rafinha; Aspas y Smolov (Denis Suárez, minuto 64).
árbitro: Gil Manzano (comité extremeño). Amonestó a Okay, Smolov, Murillo por parte visitante, y a Joaquín, Alcaraz y Waldo por los locales.
goles: No hubo
incidencias: Jornada 29ª disputada en el estadio Zorrilla sin público en las gradas. Antes del partido Ronaldo Nazário depositó un ramo de flores en la butaca del socio número 2, Alberto Muñoz Muñoz, fallecido durante el confinamiento, en uno de los guiños que hizo el club como homenaje a las víctimas del coronavirus.
Sin jugarlas todavía, las cartas anunciaron de salida un Celta temeroso y condicionado por sus problemas defensivos. Ha sido obsesión desde la llegada de Óscar García Junyent y en Zorrilla confirmó sus miedos con una defensa de cinco en busca del equilibrio y solidez atrás que le han faltado durante todo el año. Adelante, ni Aspas ni Smolov necesitan presentación ni miedos que soportar.
Esas precauciones le hicieron perder control de balón y la posesión, apenas del 30% en Leganés, fue esta vez blanquivioleta con un once que presentó dos únicos cambios con respecto al que jugó en Butarque. Sergio repitió zaga y dio entrada a Míchel en el centro del campo para ganar protagonismo y a Toni en banda izquierda para dotarla de mayor profundidad.
En Leganés había que contener y ya con el cartel de anfitrión se trataba de dar más argumentos y apoyos al tándem Ünal-Guardiola.
Con las cartas ya sobre la mesa, la apuesta local chocó de bruces con la visitante y deparó una primera parte plomiza, sin chispa ni continuidad en el juego, que tuvo a Masip y Rubén Blanco como espectadores de excepción en la primera media hora de juego. Una volea de Míchel que se fue muy arriba dio paso minutos después a la ocasión más clara en las dos áreas como consecuencia de la presión sobre Aidoo en la medular de Ünal y Toni que deja a este último solo mano a mano ante el meta gallego. Pudo adelantar al Valladolid, pero el extremo murciano se topó con la realidad de ese último metro y la falta de definición que tanto le penalizan.
Con empate sin goles se alcanzó el túnel de vestuarios con una sensación similar a la que dejó el partido de Butarque, donde el más necesitado y por lo tanto el que más tenía que exponer se quedó a medio camino, timorato y a expensas de que el guion avanzara y le diera alguna pista.
Seguramente el técnico vigués había dado una pista en la previa al reconocer que a sus vacas sagradas les estaba costando recuperar su mejor versión para tirar del carro y alcanzar la amenaza que se le presupone hombre por hombre.
Y el margen con los rivales directos hacían bueno el empate y servían de freno de mano para no asumir riesgos innecesarios.
Al partido, con este escenario, le faltaba un muelle. Un revulsivo que hiciera saltar por los aires la parsimonia. Apellidos había de sobra en el campo para inventar en el área y, aunque con cuentagotas, fueron asomándose primero Guardiola, en un disparo seco que sujetó rodilla en tierra Rubén Blanco, y poco después Aspas, en un tiro ajustadísimo al palo derecho que Masip desvió a córner.
Superado el tedio, un par de piques despertaron a los dos equipos y el partido cogió la velocidad que no había tenido en su primera hora de juego. Entonces sí, el Celta dio un paso adelante para tomar el mando y encerrar al Valladolid en su campo. Subió líneas con Kevin Vázquez mucho más adelantado, Rafinha ganó galones y Aspas, hasta entonces discreto, hizo mejores migas con Denis Suárez, relevo de Smolov.
Esa franca mejoría pronto encontraría fruto, a la salida de un córner y en un balón que buscó Alcaraz con el brazo arriba y que acabó en penalti claro. Tan claro como que medio estadio –en condiciones normales– hubiera dado el gol por bueno teniendo a Aspas como lanzador. Sin embargo se topó con un consumado especialista enfrente que paradojicamente no había detenido esta temporada ninguna pena máxima. ¡Lo detuvo! y su acción, amén de ejercer de efecto llamada en el campo y en la banda, hizo reaccionar al técnico local.
Hacía minutos que el Valladolid se había desconectado, a merced de su rival, y Sergio se lanzó a por el partido dando salida tanto a Waldo como a Ben Arfa. Suspiraba el aficionado por ver en acción al francés –teóricamente en mejor estado de forma–y su aparición dejó indiferencia. El reparto de puntos final le sienta mejor al Valladolid, que en dos jornadas ha conseguido poner tierra de por medio con los de abajo.
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